viernes, 27 de junio de 2014

Federalismo de a mentiritas



Así se percibe.

El crecimiento del crimen organizado y en algunos casos su penetración en las altas esferas de los gobiernos, el incremento de la pobreza, el aumento de la deuda externa y la ingobernabilidad configuran un panorama que llaman a replantearse el papel de las entidades federativas.

Para nadie es extraño que la tendencia del federalismo mexicano a principios de este siglo XXI es hacia una concentración del poder sin límites en el ámbito del ejecutivo federal, en el que los poderes legislativo y judicial actúan como meros legitimadores del quehacer del poder ejecutivo, que perfila un centralismo de facto.

De manera paralela, el poder central asume las tareas principales de combate al crimen, combate a la pobreza, atención a problemas estructurales, que deberían de resolver las entidades federativas. 

A fin de cuentas, estas acciones no son sino otra forma de concentrar.

Las soberanías locales cometen muchos excesos, amparados en la discrecionalidad de sus pequeños feudos. Sus poderes locales están subordinados a los ejecutivos locales y legitiman las instrucciones que reciben del centro.

No hay responsabilidad ni creatividad de gobierno.

Las entidades federativas están bien en su zona de confort con una evidente parálisis de gobierno, tal vez haya excepciones, pero no han trascendido.

En el fondo de todo esto se multiplica la inequidad, la pobreza y el crimen.

Cuando un gobierno de cualquier nivel abandona su misión fundamental, que es representar los intereses de la población, ya no tiene razón de ser.

En un contexto de esta naturaleza se generan las condiciones para que actores emergentes abanderen las causas de los excluidos, surgirán múltiples salvadores de la patria, pero pocos realmente tendrán la visión de lo que se necesita resolver.

Todo apunta a un escenario en el que se polarizan las principales fuerzas antagónicas.

Y mientras, ¿qué hacer?

Hay que retomar el camino del federalismo real.

Los estados y sus gobernantes tienen que demostrar que no sólo están de adorno.

Se tiene que favorecer una coordinación intergubernamental que sea incluyente, en la que se escuchen las propuestas y se vean las acciones de los gobiernos locales.

Hay que salvar al federalismo o de plano convertirnos al centralismo.

No son tiempos para el cinismo.

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