miércoles, 20 de agosto de 2014

Educación Pública en Oaxaca: el tercer elemento

En estos días el inicio del ciclo escolar en Oaxaca está caracterizado por la zozobra.

La educación pública de los niveles preescolar, primaria y secundaria, arrancan con cierta incertidumbre derivada del conflicto que se registra entre la parte patronal, el gobierno federal y local― al tratar de aprobar la reforma educativa nacional en el estado― y por otra parte, el sindicato de profesores de la Sección 22―que se opone a la reforma federal y defiende su propio proyecto, en un ambiente de abierta beligerancia y que tiene repercusiones en todo el estado.

Como sucede con los edificios resquebrajados hasta los cimientos, la educación pública de este nivel en Oaxaca está llegando a sus límites, en donde se tiene que dar una solución, entre varias posibilidades:

 1. Sí se aplica la reforma educativa federal en el estado.
       2. No se aplica la reforma educativa federal en el estado.
       3. Se aplica la reforma educativa federal en el estado, pero con modificaciones distintas a su espíritu original, que pueden ser moderadas o graves.

En este contexto, existen algunos factores que complican las negociaciones:

1.    La disputa violenta de la Sección 22 en la recuperación de espacios educativos en poder de la Sección 59, el otro sindicato de profesores que sí está de acuerdo con la reforma educativa federal.

2.    Los plantones, manifestaciones, marchas y bloqueos a vías de comunicación terrestres, y boicots contra actos oficiales de la federación, por parte de la Sección 22.

3.    Los ataques a oficinas de organizaciones no afines a los intereses de la Sección 22, como ciertas oficinas de algunos partidos políticos.

4.    La presión de los normalistas afines a la Sección 22, para obtener su contratación privilegiada y directa en las escuelas públicas.

5.    Los cierres de negocios selectivos, por parte de la Sección 22, que ha generado el rechazo y malestar de la iniciativa privada del estado.

La situación actual de la educación pública de estos niveles en Oaxaca es producto de 30 años de olvido y de complicidades entre las partes, que viene a crear un panorama más desolador para un Estado que ocupa los últimos lugares en educación y los primeros en marginación.

En un mundo globalizado y de alta competitividad, donde la educación se constituye en una vía indiscutible para lograr mejores condiciones de equidad y desarrollo, la disputa entre el sindicato de profesores y el gobierno se da literalmente a pedradas.

A su vez, la opinión pública está polarizada: por un lado, la mayoría de los profesores de la Sección 22 y sus organizaciones afines, que defienden su verdad absoluta y por el otro lado, los que están en contra de éstos.

Realmente, dentro del poderoso sindicato de la Sección 22, hay muchos profesores, hombres y mujeres, que están en desacuerdo con las prácticas internas sindicales y que en privado manifiestan su inconformidad, pero que públicamente no pueden hacer nada, ante los diversos medios de presión que se ejercen contra ellos.

Más allá de los cuantiosos recursos económicos en disputa y las canonjías derivadas de la falta de autoridad educativa en el estado, uno de los argumentos reiterados de la Sección 22 para negarse a aceptar la reforma educativa federal es el señalamiento de que en ésta no se atiende la realidad indígena e intercultural de Oaxaca.

Pero hasta el momento no se ha podido brindar respuesta históricamente a esta problemática, ya que se evidencian irregularidades como la asignación de profesores que no hablan la lengua indígena o bien, hablan una variante distinta a la de los alumnos que atienden, debido a que la movilización del personal docente se da conforme a la lógica de las relaciones sindicales y no por las necesidades del servicio. Un ejemplo de esto es la admisión indiscriminada de los futuros profesores, que tendrían que ser ubicados en algún lado y no estrictamente en dónde se les demanda.

Acaso, el problema principal reside en la postura del Sindicato frente al dilema del paradigma educativo de la cultura media nacional ante la profundización de escasas costumbres y prácticas indígenas, que cada vez están en desuso por influencia de la modernidad y la predominancia del idioma español y que en estricto sentido tienen poco impacto ―no poco significado en sí mismas―en la revaloración de las culturas locales, como para constituir un paradigma estrictamente educativo frente a los tiempos modernos.

En estos casos, la discusión sobre el indigenismo y la interculturalidad educativa tiene que abarcar  a sectores más amplios de la inteligencia nacional y plantearse exactamente como un asunto de estado.

En esta disputa de dos: entre el gobierno con sus reformas y el sindicato, que se niega a aceptarlas, hay un tercer elemento que empieza a emerger y del que poco se comenta: los usuarios.

Representados por los padres de familia―no las asociaciones de membrete que se dicen representar a todos los tutores y que apoyan ciegamente al sindicato― han empezado a manifestar su inconformidad ante la manipulación y los excesos de los profesores de la Sección 22, gestionando profesores del otro sindicato y asumiendo una actitud más crítica frente a los maestros y sus actos.

Son actos aislados, pero recurrentes, que empiezan a emerger en las localidades sin ningún vínculo, más que un reflejo natural ante la dinámica del conflicto y por una auténtica defensa de la educación pública que, quiérase o no, será la cruz que llevarán sus hijos frente al destino.

El tercer elemento será crucial en los días por venir.

martes, 19 de agosto de 2014

La hija mayor de Benito Juárez




















Aquí la preciosa Manuela Juárez Maza, hija mayor del Benemérito de la Patria, Benito Juárez, que procreó con Doña Margarita Maza de Júarez.

A reserva de presentar en una próxima colaboración la familia de Benito Júarez, podemos anticipar que antes de contraer matrimonio Juárez con Margarita Maza, ya había tenido una pareja con la que había procreado dos hijos: Tereso y Susana.

Cuando falleció Benito Juárez, Tereso se presentó para reclamar la parte del legado que le correspondía, pero no pudo probar legalmente que era descendiente de Juárez, en cambio Susana, vivió hasta los 44 años y siempre fue bien aceptada como parte de la familia Juárez Maza.

Algunos biógrafos suponen que cuando Benito Juárez contrajo nupcias con Margarita, la primera pareja de Juárez ya había fallecido.

martes, 12 de agosto de 2014

Claves del liderazgo de Benito Juárez (3a de 3 partes)

III
La visión del líder

Al lograrse la Independencia de México, el poder de la Iglesia se acrecentó: se agudizaron sus peores vicios, pero era lo más parecido a la energía inusitada que demuestran algunos moribundos en el preámbulo de su muerte.

La opresión, las injusticias, la corrupción y la descomposición social provocada por la iglesia, inevitablemente habían agudizado su extinción, ante el repudio generalizado de la gente sensata. No obstante, había excepciones y Juárez mantenía buena relación con los principales líderes religiosos.

Sin embargo, Benito Juárez, como abogado enfrentaba de manera continua el poder corrompido de la iglesia, por ejemplo, al defender a pobladores indígenas de San Baltazar Loxicha ante los abusos de un cura, fue encarcelado durante nueve días, en medio mentiras y complicidades, y ninguna promoción de legalidad ante las máximas instancias de justicia procedió por la influencia de la iglesia presente en todos los ámbitos de la vida jurídica, económica y política del país.

De la misma manera que Juárez--- el abogado defensor de oficio--- fue castigado injustamente, se multiplicaban al infinito los abusos en contra de la gente pobre e indígena, que carecía todavía más de medios de defensa. Por eso una de las primeras acciones de Juárez en el Tribunal Superior de Justicia fue revisar la situación de indígenas presos y liberarlos al comprobarse que habían sido encarcelados injustamente.

En ese entonces, y por si fuera poco, el gobierno civil conservador, no se distinguía mucho de la iglesia al profundizar la corrupción, los abusos y las injusticias, en un entorno de acecho de las potencias extranjeras que se aprestaban cándidamente para sacar botín de las guerras internas de México, como la pérdida del territorio nacional.

Juárez, como un destacado profesionista del derecho, bien pudo tomar partido y desentenderse de la realidad, refugiándose en la comodidad del anonimato, pero esto era prácticamente imposible para un hombre que había crecido en un entorno social de injusticias y que reconocía en su propia experiencia el rostro de sus hermanos indígenas.

En un discurso pronunciado en la Ciudad de Oaxaca, en 1840, con motivo del 30 aniversario del inicio de la Independencia, Benito Juárez, destacado alumno de jurisprudencia, deja en claro su visión de liderazgo al refrendar el papel de Miguel Hidalgo y la necesidad de continuar su lucha para conseguir una patria donde haya paz con honor y  justicia para las generaciones futuras.

De ahí que en una primera oportunidad que le deparó un instantáneo momento como ministro de justicia, en medio de la tormenta y la incertidumbre de la estabilidad del gobierno nacional, emitió la Ley de Administración de Justicia, en noviembre 23 de 1855, que suprimió el fuero eclesiástico y representó el primer y demoledor acto contra los abusos del clero, que en sus memorias el mismo Juárez reconoce como "la chispa que produjo el incendio de la Reforma que más adelante consumó el carcomido edificio de los abusos".

Benito Juárez supo cuál era su papel estratégico en la lucha al poner toda su inteligencia, conocimientos y convicción al servicio de la Patria, con humildad y honestidad, con valor y determinación, para instaurar el imperio de la ley. Sus sucesivas y acertadas aportaciones desde la legalidad, fueron el punto de convergencia de una generación de hombres honestos que desinteresamente ofrendaron lo mejor de sí, e incluso hasta el sacrificio, para consolidar un país soberano e independiente, dentro de la mejor tradición patriótica y libertaria.

viernes, 8 de agosto de 2014

Claves del liderazgo de Benito Juárez (2 de 3 partes)

II

La preparación del líder

Al liderazgo de Benito Juárez le favoreció, su inteligencia natural, su disposición por el aprendizaje y su rigurosa y permanente disciplina por el conocimiento y sobre todo, el abanderar su causa con los más elevados valores.

Benito Juárez fue un hombre inteligente y preparado, justo y honesto.

Suena a Perogrullo mencionar esas cualidades ampliamente reconocidas en el liderazgo de Juárez, pero es importante destacarlas porque hasta los doce años de edad, Benito Juárez era un niño indígena campesino, analfabeto y monolingüe, que vivía  en pobreza extrema y que decidió escapar de la sierra para retar al destino.

Juárez escapó de la casa de su tío porque lo había reflexionado y planeado con anticipación. Fue una huída que, podríamos decir, representa el parto de la sierra, que expulsa a su hijo preclaro para que nazca a la vida y derroche en ella sus virtudes.

Ese acto de audacia y de arrojo es una de las primeras muestras del liderazgo del niño Juárez, por el que decide traspasar sus límites, con suficiente valor para vencer y enfrentar sus temores y la sana ambición para romper el conformismo asfixiante y determinista de la miseria.

Una vez que llegó a Oaxaca estuvo un par de semanas cuidando la huerta familiar de Antonio Maza, donde servía su hermana mayor María Josefa.

Maza, un hombre bueno, pensó que podría apoyar más al pequeño indígena si lo acercaba con uno de sus amigos, Don Antonio Salanueva, que ejercía de encuadernador.

Juárez se instaló formalmente en la ciudad de Oaxaca en enero de 1819 en la casa de Salanueva, un hombre cristiano y devoto, que a los pocos días de hospedarlo, lo llevó a confirmar.

Si Juárez no conoció a sus padres y su experiencia con su tío Bernardino no le ofrecía mayor horizonte---porque Bernardino le dio todo lo que pudo, que fue iniciarlo en las primeras letras, despertar su interés por el idioma español y motivarlo a estudiar, pero sin dejarlo ir a la Ciudad, tal vez por no querer separarse de él---, es indiscutible que la relación que llevó con Salanueva, su padrino, pudo ser lo más parecido a la relación padre-hijo, que lo acercó a los libros y lo apoyó de manera decidida, como un mentor, a lo largo de su formación profesional.

Salanueva es el encuadernador en una ciudad que forma parte del circuito del imperio español y por ese motivo podía tener contacto con libros que llegaban de Europa y de Estados Unidos, tanto de manera legal como de manera ilegal, pese a las prohibiciones de la Corona y gracias a la corrupción de las aduanas.

Además las principales ciudades del virreinato ya eran beneficiadas de la producción bibliográfica de la primera imprenta en América, que radicó en la ciudad de México.

Por eso no es extraño que los libros que leyera el Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla y los prohombres que lo secundaron, fuesen también aquellos títulos disponibles para las capas educadas de la sociedad novohispana que inspirarían, conjuntamente con las contradicciones de la época, el mismo sentimiento independentista y libertario.

Salanueva no sólo le abrió las puertas de su casa al indigente analfabeto de mente brillante, de manera principal le abrió las puertas al conocimiento y con especial esmero, le fomentó el amor por los libros, amor que Juárez sólo pudo interrumpir con la muerte.

Al inicio Salanueva decidió lógicamente que teniendo un ahijado indígena con grandes deseos de aprender, en una sociedad donde imperaba el poder de la iglesia, éste debería ser sacerdote y con ese fin lo inscribió en la primaria, en la todo se reducía a saber leer, escribir y aprenderse de memoria el catecismo del padre Ripalda. Evidentemente, esa educación era tan mala que el niño Juárez solicitó a su tutor Salanueva que lo cambiara a una mejor escuela.

Salanueva inscribió a Benito Juárez en la Escuela Real donde dividían a los niños “decentes”--- hijos de españoles, que eran atendidos con esmero por el profesor--- de los niños “pobres”--- indígenas que eran atendidos por un ayudante---. Al evaluarse Benito Juárez para ser reubicado en el grado que le correspondía, presentando orgullosamente su esforzado trabajo al auxiliar del profesor, es severamente regañado y castigado por su  manejo incipiente del idioma español y su escaso dominio de la escritura.

Este acto marcó profundamente la personalidad de Juárez, porque se trató de la primera de muchas injusticias que sufrió en carne propia y que eran comunes a la mayoría de la población indígena y pobre de Oaxaca. Las injusticias, en lo futuro, permitirían a Juárez identificar e impulsar los valores que lo caracterizaron como un hombre justo y honesto.

El niño Juárez se decidió a abandonar la escuela, se volvió autodidacta durante unos cuatro años y luego ingresó, por sus deseos de aprender y no tanto por su interés religioso, al Seminario. Allí obtuvo a lo largo de cinco años las más altas calificaciones y menciones honoríficas. 

Justo cuando se le terminaba el tiempo para optar por la carrera eclesiástica, y siempre con la complicidad y el apoyo de Don Antonio Salanueva, ingresó como alumno al Instituto de Ciencias y Artes que habían creado recientemente los liberales, como una opción de educación ante la decadencia de las instituciones del poder eclesiástico.

Benito Juárez obtuvo ahí el grado de bachiller en derecho, en 1830, y se tituló como abogado ante la Corte de Justicia del Estado en 1834, siempre con los más altos honores de reconocimiento académico por su dedicación al estudio, su disciplina en el aprendizaje y sobre todo, su convicción para combatir las injusticias, que le abrirían de manera natural una exitosa carrera en la academia, en el foro y en la administración pública.

El Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca, sería asimismo el semillero fecundo de librepensadores que compartían valores y objetivos comunes en defensa de la patria, la libertad y la justicia, que conformaban un ambiente propicio para la creación de nuevos liderazgos.


(Continuará...) 

martes, 5 de agosto de 2014

Claves del liderazgo de Benito Juárez (1a. de tres partes)

El presente ejercicio se deriva de Apuntes para Mis Hijos, el texto autógrafo que escribió Benito Juárez como una biografía mínima que abarca prácticamente 50 años, desde su nacimiento el 21 de marzo de 1806 y hasta 1857, cuando resultó electo gobernador constitucional de Oaxaca.

Hay tres características generales que, desde una perspectiva empírica, contribuyeron a forjar su liderazgo: su inteligencia natural, su preparación académica rigurosa y permanente y las circunstancias o el contexto de su época.

I. Forjando el carácter

A los tres años Benito Juárez quedó huérfano y vivió hasta los doce años con uno de sus tíos en la sierra de Ixtlán, en una condición de analfabeto y monolingüe y aprendiendo a ser autosuficiente.

Una comunidad en la que apenas vivían unas 20 familias ofrecía un horizonte limitado a su mente inteligente y resuelta, pero representó, sin duda, un entorno que marcaría su personalidad de por vida.

En la sierra, en aquella época y como sucede ahora, a los doce años ya se es hombre.

La leyenda le atribuye el oficio de pastor, que él no menciona en su biografía; pero es probable que no haya sido así, porque en una comunidad con escasos pobladores en pobreza extrema, no era común tener algún tipo de ganado.

Más bien, predominaban las labores del campo, como él mismo lo confirma en sus apuntes. En las escasas terrazas de la montaña y en los escarpados espacios de la sierra Juárez conoció el ciclo del maíz, que se reitera una y otra vez ante sus ojos: la semilla que germina y que da fruto. Del maíz sale el atole, las tortillas, los tamales aderezados con hierbas nativas: sembrar maíz y frijol garantiza la supervivencia, es un principio de trabajo y constancia.

En muchos lugares de la sierra el agua se extrae de manantiales o se capta de pequeñas cascadas, pero en época de lluvias, se forman poderosos torrentes que crean surcos naturales; en cualquier caso, el agua define su curso por muy difícil que sean los obstáculos. El agua enseña la resolución y el movimiento continuo, la acción permanente.

Juárez no lo dice, pero a su edad y mientras cortaba leña, pudo ver al jaguar perseguir al venado en una lucha a muerte, pudo seguir el rastro de la serpiente y verla engullir al ratón o al ave distraída. En ese entorno distinguió a los animales nobles de los depredadores porque la vida es una lucha natural e incesante entre el bien y el mal.

En ningún otro lugar como en la sierra, las lluvias son más intensas y es más furiosa la fuerza de las tempestades. Los rayos parece que caen junto a uno, con un ruido multiplicado por el eco, pero pasada la tempestad el bosque recupera su jovial belleza entre las variedades de enormes árboles que caen por la edad y los retoños que asoman la cabeza alegremente para regenerar la vida. El bosque te enseña que por muy intensa que sea la tempestad, ésta será temporal y sus recurrencias templan la paciencia.

Quienes no están acostumbrados a caminar por el bosque de la sierra sufren de claustrofobia. Por donde quiera que se vea solo se aprecia una pared verde tejida con la mayor variedad de plantas y árboles que obliga a buscar el cielo para alejar la sensación de encierro y ahogo, pero quienes nacen en este entorno, el espacio de la sierra te enseña a meditar y a hacer de la reflexión y el análisis un ejercicio cotidiano.

En la mayor parte del año en la sierra reina el frio y desde temprana hora la neblina invade los bosques predominando la oscuridad con una visibilidad extrema de escasos centímetros. La experiencia de estar inmerso en la neblina es el mejor ejercicio para la introspección y el cuestionamiento sobre el sentido de la vida que se traducirá en una evaluación personal y el diseño de objetivos trascendentales.

Asimismo, desde lo alto de las montañas de la sierra de Ixtlán se alcanza a divisar el ancho valle de la ciudad de Oaxaca, desde donde pasaban comerciantes en su ruta hacia Tuxtepec y también, desde donde venían las mujeres que se empleaban en las casas de los españoles. Su propia hermana, María Josefa, empleada del italiano Antonio Maza, le comentaba sobre las maravillas de la ciudad que, junto con las versiones de los viajeros, crearon una enorme puerta esperanzadora para tener otras experiencias a un niño campesino ávido de conocimiento.

Doce años vivió Juárez en la sierra que lo vio nacer y cuya naturaleza contribuyó, indudablemente, a forjar su carácter. 

(Continuará…)