jueves, 8 de diciembre de 2016

Tres pasos contra con la corrupción

Uno de los grandes males de nuestro país es la corrupción.

La corrupción es el acto por el que un servidor público se aprovecha de su puesto o función para generar una ganancia ilícita o un beneficio indebido.

Para el servidor público la corrupción también tiene repercusiones severas, ya que cada acto equivale a traicionar, robar,  y mentir.

Se traiciona la confianza y el espíritu del servicio público, se traiciona  a la ley y a la Patria; se roba porque obtiene de manera ilícita beneficios económicos o en especie y se miente porque para encubrir sus actos se omite o se finge respeto por la legalidad.

Aunque pudieran distinguirse distintos tamaños o dimensiones de la corrupción, como la del agente de tránsito que recibe una cantidad mínima de dinero para evitar levantar una infracción, o la del gobernante que ha desviado una considerable cantidad de millones de pesos, la corrupción es un acto deplorable que no debe existir porque debe prevalecer el Estado de Derecho, el principio de legalidad y la honestidad indiscutible de los servidores públicos.


Entre las consecuencias de la corrupción está en primer lugar la violación de las leyes y el abuso de autoridad; el daño patrimonial al Estado; la defraudación a los ciudadanos; la promoción de la inequidad y en muchos casos, daños graves a la seguridad nacional.

Las relaciones  de la corrupción se dan entre los siguientes sujetos: gobierno-iniciativa privada; gobierno-ciudadanos; gobierno-gobierno; gobierno-crimen organizado y gobierno-organizaciones.


En todos esos casos, el primero que pierde es el Gobierno qsue se corrompe, porque al romperse los principios de legalidad, honradez y eficacia, el Gobierno ya no tiene razón de ser, ya no es el árbitro supremo que vela y garantiza el bien de la nación con justicia y equidad.

Un país en el que la ley se omite es tierra de nadie y está condenado al fracaso.

Ante esta situación existen tres pasos que son fundamentales contra el combate a la corrupción, focalizando sobre el gobierno:

1. Rectitud de la autoridad. Parece obvio, pero en el gobierno las relaciones son verticales y si la cabeza no se pudre, el cuerpo no se pudrirá. Las máximas autoridades de los órdenes de gobierno deben tener voluntad de no corromperse y al cumplir con su deber podrán vigilar hacia abajo con total legitimidad y aplicar la ley.

2. Abatir la impunidad.  En donde existe voluntad para acabar con la corrupción, simple y llanamente se tiene que aplicar la ley, sin importar el nivel de autoridad de los implicados. Es el paso más complicado porque la aplicación irrestricta de la ley, en gobiernos muy corruptos, podría significar un suicidio político o una tabla de salvación de la máxima autoridad, si no está corrompida.

3. Reingeniería del sector público. Irónicamente las leyes y las instituciones que se crean para acabar con la corrupción, en el Estado corrompido, sólo legitiman el mal que pretende combatir. Las leyes de transparencia por ejemplo, favorecen que la propia autoridad pueda regular la disponibilidad de la información--un recurso para ocultar la corrupción--- y es evidente que no habrá estructura burocrática capaz de acabar con la corrupción, si no se dan los pasos mencionados con anterioridad.

Básicamente, el combate a la corrupción lo tienen que dar hombres y mujeres que realmente aman a la Patria, porque eso significa el respeto y la convicción de que el gobierno es el auténtico árbitro de la legalidad y la justicia.