sábado, 18 de enero de 2014

El crimen en Oaxaca a finales del siglo XVIII

Antes había respeto.

Bueno, eso es lo que dicen las personas mayores y también el Padre José Antonio Gay, en su Historia de Oaxaca.

Estamos hablando de la última década de los años 1700.

Según el Padre Gay, la moralidad pública era generalmente buena y las autoridades eran respetadas y obedecidas.

Tan sólo en un año se registraron 129 heridos por riña, que eran atendidos en el Hospital Real de la Ciudad de Oaxaca.

Algo que tal vez no haya cambiado mucho es lo sanguinario de los homicidios. Desde aquellos años, el Padre Gay observaba que los homicidios hacían época por la sensación que causaban en el público.

¿Usted es de las personas que se alarman por el número de tumultos, digamos bloqueos, marchas, manifestaciones, plantones y mitotes del Oaxaca de nuestros días? Para su consuelo, no es algo nuevo, pues como lo observa el acucioso historiador oaxaqueño: "Los tumultos en los pueblos no eran tan escasos como se hubiera querido; más, en compensación, fácilmente disipaban con sólo la presencia de alguna autoridad, sin la necesidad de la fuerza armada o con el transcurso de pocas horas, bastantes ordinariamente para sosegar las iras populares, terribles en su primer arrebato".

Los robos en cuadrilla eran escasos y señala a la Cuesta de Ocotlán, conocida también como la cuesta de Chávez, como la más peligrosa debido al paso de comerciantes, por el mercado regional de los viernes; y la cañada de Cuicatlán, que un valiente comisario, Francisco Calderón, purgó de delincuentes al instalar su casa en el epicentro de la zona de asaltos, motivo por el cual se llama ahora la cuesta de Calderón.

Hoy en día  el alcoholismo es uno de los más graves males del estado, pero antes no era así: "Las leyes tenían prohibida la fábrica del aguardiente de caña y de maguey, por lo que los mezcaleros, para colocar sus alambiques, buscaban las cañadas más escondidas y apartadas(...) Por otra parte, el señor obispo Ortigosa, con infatigable celo apostólico, había procurado la extirpación de este funesto vicio, logrando en gran parte su deseo".

Pues sí, parece que siempre sí hubo otros tiempos mejores.