martes, 22 de mayo de 2018

La otra "evaluación" educativa

Con la Reforma Educativa se ha instaurado la evaluación docente.

Evaluar a los maestros es una obligación y un requisito para su carrera magisterial, lo cual es indispensable para garantizar la mejora y la calidad de la educación.

Más allá de la retórica política de campañas electorales para quitar la reforma educativa es posible mejorarla, pero difícilmente omitirla.

Aún cuando la reforma se centra en aspectos de evaluación del conocimiento(aptitudes), es necesario ampliar la evaluación a la parte de las actitudes de los docentes y del mismo modo, favorecer la capacitación docente desde esa perspectiva.

Dentro de los principales problemas de actitudes de los docentes, sin importar la capacidad, la antigüedad o el género, se detectan algunos abusos como la venta de calificaciones, el acoso sexual(tanto a mujeres como a hombres), el bullying contra algún alumno, el alcoholismo, el “yoismo”---en el que el docente siempre habla de él como un ejemplo de éxito, de manera exagerada y constante--- y el abuso de autoridad, por el que presiona o estresa a los alumnos con exigencias carentes de sentido común.

Para hablar de mi propia experiencia en Oaxaca como docente auxiliar en la materia optativa de derecho indígena en una universidad pública local, como coordinador de educación abierta de un subsistema estatal y también como subdirector de plantel de educación media superior, todo esto que sumaría una década, puedo señalar que estos problemas son frecuentes y que muchas veces los directivos—que son personal de confianza—están atrapados entre la espada y el poder sindical.
Al menos en las instituciones educativas por las que he transitado se nota la ausencia de políticas de prevención de estos problemas.

Por ejemplo, la venta de calificaciones se detecta tanto como un problema frecuente en el nivel medio superior como superior.

Desde luego, algunos docentes que ejercen estas prácticas indebidas aprovechan la ausencia de controles y mecanismos de denuncias, de quejas o de falta de comunicación que existen en esos ámbitos educativos, pues en muchas ocasiones el propio personal docente sindicalizado es renuente al establecimiento de medidas de prevención como podrían ser la instalación de buzones para quejas o sugerencias a los directivos de los planteles.

La venta de calificaciones es un delito y también trasgrede los valores de  los estudiantes, ya que probablemente, cuando sean profesionistas reproducirán esas prácticas. El mayor problema se da cuando el alumno ha pagado por acreditar una asignatura, con lo que se promueve la mediocridad o la falta de profesionalismo entre los egresados, generando daños mayores en el ejercicio de la práctica profesional.

En estas prácticas también se ha detectado la participación de personal administrativo, sobre todo por la falta de mecanismos de control que brinden certeza en el registro y seguimiento de evaluaciones de alumnos.

Recuerdo el caso grave de una docente que le dijo a una de sus alumnas de media superior: “A ti te voy a reprobar por fea”, la joven se sintió tan mal porque ese acto de discriminación se hizo en público frente al grupo, por lo que abandonó sus estudios y fue imposible fincarle responsabilidad a esa maestra porque la alumna se negó a suscribir la queja respectiva por temor a mayores represalias.

En otra ocasión una madre de familia se quejó porque otra docente se rió en público, también frente al grupo, por la declaración de un alumno regular que le contestó a su pregunta que él quería ser piloto aviador, la maestra le respondió “tú sueñas mucho, ni lo vas a lograr, mejor dedícate a otra cosa”. El joven se sintió muy mal y ya no quería continuar sus estudios de nivel medio superior.

Para un docente con muchos años de antigüedad tal vez este tipo de señalamientos no tienen mayor relevancia, pero en el periodo de formación de los jóvenes, que necesitan docentes que los tomen en serio y que los inspiren o por lo menos que los respeten, sí puede generar malestares.

Esa queja fue una de varias en el mismo sentido hacia otras jovencitas que también manifestaban su deseo de ya no continuar sus estudios porque nunca les cambiarían a esa maestra.

Desde luego, la gravedad de las faltas tiene su propia graduación, pero al menos en las faltas graves se demanda de una intervención institucional con firmeza y sin concesiones de tipo  sindical.

Los jóvenes son listos y perciben con claridad las actitudes de los docentes y a veces aprovechan esas “debilidades humanas” del maestro para sacar ventaja, aunque moralmente sea incorrecto.

De esta manera, muchas jovencitas se dejan saludar de a beso por su maestro y se dejan abrazar de manera intencional para que se les tenga presente a la hora de calificar. Me he dado cuenta que en muchas escuelas secundarias y en el nivel medio superior, los maestros saludan de a besito a sus alumnas y las tocan con lascivia por el hombro, el brazo y la cintura.

El abuso sexual, a través de tocamientos indebidos, se disfraza de expresiones de afecto que las alumnas no son capaces de distinguir y detener por la imagen de autoridad que tiene el maestro frente al grupo.

También se han registrado quejas contra docentes homosexuales que hostigan a alumnos varones.

Hay que observar que muchas de estas quejas que se generan en el ámbito escolar no trascienden porque el sindicato funciona como protector de los maestros y cuando se abren expedientes de investigación, en la mayoría de los casos, el docente culpable recibe un exhorto para mejorar su comportamiento o lo cambian de escuela.

Esta falta de ética en la docencia es común y se carece de estadísticas por la falta de cultura de la denuncia entre los afectados. En una ocasión un abogado defensor de oficio bromeaba sobre un maestro que tenía como una decena de pensiones alimenticias por embarazar a estudiantes de primaria y el sindicato sólo lo cambiaba de escuela ante las quejas de los padres de familia.

Ahondar en el abuso sexual en el aula es un pendiente que abriría una cloaca, sobre todo en esas comunidades marginadas donde falta información sobre los derechos humanos, derechos de la infancia y sobre la prevención y denuncia de delitos.

Los docentes deben de saber que si en la unidad educativa no se atendió su denuncia, dependiendo de la situación de que se trate, sus derechos están a salvo para hacerlos valer ante la autoridad competente. Es decir, las quejas se pueden formular ante Derechos Humanos y la Fiscalía o Ministerio Público.

Entre las medidas necesarias está, en primer lugar, establecer los medios de identificación y registro de este tipo de abusos de docentes faltos de ética.

Para esto es necesario concientizar a los padres de familia y a los alumnos sobre sus derechos, así como informar a los maestros sobre el alcance legal de esos actos.

Se requiere establecer mecanismos de comunicación entre las autoridades educativas y los alumnos y padres de familia, de modo que se escuche a la parte afectada y se brinden los elementos de defensa legítima para la parte acusada, ante cualquier infundio.

Al nivel del bachillerato la Secretaría de Educación Pública está avanzando exitosamente a través de la Reforma Educativa al incorporar el Proyecto “Constrúye T” por el que se enseña a los alumnos a regular y  manejar sus emociones. 

Esta misma experiencia se podría trasladar a la formación docente a través de la capacitación y la información sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes, en el ámbito de la educación secundaria y del bachillerato, mientras que a nivel de las universidades se deberán crear mayores mecanismos de control y supervisión que eviten la venta de calificaciones o su transacción  por otros medios fuera de las evaluaciones de rigor.

(Al momento de escribir estas líneas me entero que a través de la plataforma www.mexicox.gob.mx se está ofreciendo un curso en línea gratuito a los docentes por parte del Instituto Nacional de las Mujeres y que se llama "¡Cero tolerancia al hostigamiento sexual y acoso sexual! Protocolo para la APF".

Estas acciones son buenas e indudablemente la mejor lección es el combate a la impunidad, es decir, castigar de manera ejemplar los abusos contra la educación y contra la dignidad de las personas.

El ser maestro demanda de un sentido de ética como requisito indispensable para el contacto con niños y jóvenes.

Las instituciones educativas tienen el reto de enfrentar este tipo de problemas y establecer medidas que sean también complementarias de la evaluación docente.

La calidad en la educación también incluye la calidad moral de los docentes.