lunes, 24 de agosto de 2020

La sobrina nieta de Benito Juárez que vende nieves en la Soledad






Al norte de la Ciudad de Oaxaca de Juárez se ubica el templo de la Soledad.

Se trata de un conjunto arquitectónico que alberga a este templo, su atrio; el anexo que hace hoy de oficinas del gobierno municipal, la "Plaza de la Danza", que es un foro al aire libre y por el otro extremo la Escuela de Bellas Artes.

Como se trata de un plano a desnivel, se accede a través de escalones, por la parte de arriba o por la parte de abajo, pero al subir por la avenida Independencia se encontrará uno con varios puestos de nieves típicas oaxaqueñas.

El primer puesto, en ese sentido, es la "Nevería Malena" que es atendida por la sobrina nieta de Don Benito Juárez.




Ella se llama María Elena Samario Armengól, pero le viene el parentesco por línea materna, ya que su madre, de apellidos Armengól Juárez, fue hija de Anacleta Hernández Juárez, prima del Benemérito.

Señala que desde los años de juventud de Juárez, su tía abuela, Anacleta Hernández Juárez, ya vendía nieves en el centro de la ciudad, primero como ambulante y luego en  sus familiares en diversos lugares hasta llegar, desde hace 40 años, este puesto en el área de la Soledad.

Al fondo de la nevería "Malena" se puede apreciar un retrato de las generaciones que han mantenido la tradición de elaborar las ricas nieves oaxaqueñas, la primera foto es de Anacleta Hernández Juárez y sí se parece a la hermana Josefa de Don Benito Juárez.

Como estaba muy ocupada el día en que nos conocimos, no la pude distraer mucho de la amable atención que le dispensa a sus clientes, sirviéndoles las tradicionales nieves oaxaqueñas.

Mi nieve preferida es la de leche quemada con tuna roja y por lo que pude captar, también era la favorita de Don Benito Juárez.

Por lo pronto, es sumamente grato conocer a una familiar de Don Benito Juárez que expende nieves con la sencillez y humildad que caracterizaba a la familia del prócer.  

miércoles, 12 de agosto de 2020

Un final feliz con buen ejemplo













Foto de Nacho López, vía Pinterest.
Este artículo obtuvo miles y miles de likes de todo el mundo en facebook, lo reproduzco acá en su versión original:

Desde temprano había una larga fila de estudiantes que esperaban adquirir sus guías en las oficinas de control escolar del Cobao 12 "Nochixtlán".
La mayoría de los jóvenes y señoritas mostraban una actitud alegre. Además de iniciar un nuevo ciclo académico, siempre es grato contar con los libros, los útiles escolares, el uniforme, la credencial, las nuevas amistades, el nuevo ambiente. Es toda una etapa que ocurre una sola vez en la vida.
Sin embargo, a diferencia de la alegría de la mayoría del alumnado, en una banca del área del jardín había un estudiante solitario que lloraba y se mostraba desconsolado.
Este hecho no pasó desapercibido para la prefecta María Esther Martínez, "Teté", como cariñosamente la llaman los integrantes de la comunidad escolar.
Teté se acercó al alumno de nuevo ingreso y le preguntó si se encontraba bien. El joven, con lágrimas en los ojos, le contestó que no. Que en su casa son de condición humilde y que tuvieron que vender el único borrego con el que contaban, para poder juntar el dinero para completar el costo de las guías y que cuando se disponía a formarse para adquirir sus libros, se dio cuenta que perdió el dinero, probablemente en el interior del plantel.
Que esa situación lo ponía en un serio apuro, porque su familia tardaría algún tiempo para reponerlo y él no contaría con oportunidad con sus libros y además, no sabía cómo explicarle a sus padres que el dinero que juntaron con tanto esfuerzo él lo había extraviado.
La prefecta Teté le dijo al alumno que no se preocupara, que buscaría la forma de apoyarlo, porque, aunque el Plantel 12 hace la donación de algunas guías a personas de escasos recursos, y si él no alcanzara, por ser extemporánea la solicitud, que ella vería la forma de que el joven contara con sus libros nuevos.
A pesar de este ofrecimiento, el joven seguía sumido en la tristeza, pues aunque hubiera solución, no era justo perder el dinero de los libros de esa manera, además de haber vendido a su preciado borrego.
Precisamente mientras Teté hablaba con el joven, una alumna también de nuevo ingreso buscaba en esos momentos a Teté en la prefectura.
Michel Guadalupe Santiago Pérez, del grupo 132, del semestre 2019'B se acercó a Teté y al compungido joven, diciendo: "Buenos días, prefecta, la ando buscando porque encontré mil pesos en el patio y supongo que si son de alguien, probablemente le van a venir a preguntar..."
La tristeza desapareció del rostro del alumno, y de la sorpresa pasó a un sentimiento de alegría: había recuperado su dinero perdido.
Teté atestiguó la entrega del dinero extraviado y tras agradecerle a la alumna por su acto, aseguró: "El alumnado de Nochixtlán siempre se han caracterizado por su honestidad, por eso triunfan en la vida, porque además de que son estudiosos también son honestos".
Por este hecho, la alumna recibió un reconocimiento por su honestidad. ¡Qué buen ejemplo!

lunes, 13 de julio de 2020

Vicisitudes de la Canción Mixteca
























Uno de los misterios de la creación artística es el momento preciso en que una obra adquiere vida.

Las muestras concretas de la inteligencia humana son la culminación de un proceso muy parecido a una erupción volcánica que va creciendo como temblores imperceptibles y exhalaciones mínimas o a veces ninguna, y que derivan en una poderosa explosión de rocas incandescentes, con truenos, polvo y fuego que son imposibles de detener.

¿En qué momento? Son impredecibles. El día menos pensado aparecen de repente, como si siempre hubieran estado ahí.

Un ejemplo de todo esto es la Canción Mixteca, que es una de las piezas musicales más representativas del estado de Oaxaca y de México y que muestra un fino acabado de sentimientos nostálgicos.

José López Alavés, su autor, nació en Huajuapan de León, Oaxaca, un 14 de julio de 1889 y desde pequeño sintió un gran interés por la música formando parte de la Banda Infantil de Huajuapan, en la que fue el primer clarinetista.

De un temperamento introspectivo, callado y serio exploró toda la teoría y la práctica musical con diversos instrumentos, dominándolos y participando en diversas agrupaciones musicales, hasta que al cumplir los 18 años con una sana ambición de conocimiento determinó que tenía que ingresar al Conservatorio Nacional de Música, que es meta, aspiración y deseo de la juventud talentosa.

Las cosas que valen la pena no se ganan fácilmente, pues escrito está que el éxito sólo se alcanza también por la suma y dimensión de las dificultades que se superan. Con esta idea López Alavés se trasladó a la Ciudad de México para explorar su ingreso al Conservatorio y para buscar también una manera de sostenerse económicamente. 

Eran tiempos difíciles porque en el preludio de la Revolución más bien aquellos días parecían el último suspiro de un difunto que acrecentaba la incertidumbre de un fin inevitable. Esto lo entendió pronto y habiendo medido las dificultades en carne propia se regresó a Oaxaca en busca de mayores apoyos, hasta que las referencias constantes lo encaminaron al palacio de gobierno: “Tú eres oaxaqueño y músico. El gobernador es oaxaqueño y pianista. Quién mejor para ayudar a un paisano y músico, que un paisano y músico gobernador.”

Corría el año de 1909. Los aires de incertidumbre permeaban también como una amenaza los resquicios de cuerpo político oaxaqueño.

Atento el Gobernador Pimentel hizo pasar a su despacho al tímido joven, que más bien parecía un seminarista a punto de comulgar en misa.

El político-músico tendió un puente con ojos de quien estudia una partitura tratando de encontrar un error: “Yo soy pianista y me dicen que usted es músico, ¿conoce la teoría musical?”

--Sí señor gobernador.

--Bueno, dígame, ¿en qué le puedo servir?

--Señor gobernador. Mi mayor deseo es estudiar música en el Conservatorio Nacional y aspiro a obtener una beca de mi gobierno para apoyarme en mis estudios en la Ciudad de México.

El gobernador Pimentel hizo una ligera mueca y contestó a rajatabla: “Lamento informarle que no existen ese tipo de apoyos para los músicos. No los hay. Legalmente no lo podemos hacer. Lo siento.”

José López Alavés se levantó de su silla y repasó con su vista el enorme escritorio del gobernador. Era el mismo mueble que había servido también para marcar distancias entre el gobernador Benito Juárez y la gente, pero con un estilo muy diferente, porque siempre se supo de la buena disposición de apoyo para el pueblo por parte de Juárez.

--Gracias señor gobernador, con su permiso…

--¿Y qué instrumento sabe tocar?

--Me gusta el clarinete, pero sé tocar más alientos, cuerdas, teclados, percusiones…

--¿Por qué el clarinete? Me parece un instrumento pequeño. No permite construir armonías y sus posibilidades técnicas son muy limitadas, no es como el piano, siete octavas más sus pedales, eso sí que es complicado.

--En cambio a mí, y con el debido respeto de su apreciación señor Gobernador, el clarinete me parece que traduce de manera diáfana el espíritu de la música porque es como el bisturí para el médico. Cuando uno se sumerge en la composición musical, el clarinete es el auxiliar infalible, como la tinta melódica que dibuja sobre el pentagrama la dimensión de todos los instrumentos. Es como la vara del director de orquesta, es un recurso técnico invaluable y mágico para la creación musical.

La interpelación y sobre todo la determinación de la respuesta dejó al gobernador-músico en silencio. Se dio cuenta de que no estaba frente a cualquier ejecutante de cualquier instrumento, sino que ese joven tenía un aire de suprema grandeza conteniéndose en su discreta figura y acaso lo imaginó como si fuera un volcán que algún día haría erupción.

--Mire cómo es la vida—dijo el gobernador con presunción—a mí la música me ha puesto donde estoy. Y abrió los brazos tratando de enfatizar su autoridad, su espacio, su importancia y su momento como si hubiese terminado de tocar en un concierto con un gran virtuosismo y recibiera con los brazos abiertos los imaginarios aplausos.

Sereno, el joven José López Alavés se dirigió a la puerta y enfatizó con tranquilidad antes de retirarse: “En cambio yo no quiero que la música me ponga en mi lugar, yo quiero darle su lugar a la música” y se marchó ante la sorpresa y contrariedad del gobernador.

Habiendo agotado toda posibilidad de apoyo institucional, José López Alavés regresó a la Ciudad de México, tocaría en algunos cines de películas mudas para medio ganarse la vida, pero estaba feliz de ingresar al ambiente intelectual del Conservatorio, donde el único acto de discriminación era diferenciarse los unos con los otros según la menor o mayor disciplina y dosis de talento.

Su dedicación y aptitud lo ubicaron como uno de los alumnos más destacados del Conservatorio Nacional y por este motivo se ganó en 1910 un reconocimiento que le entregó de propia mano el presidente Porfirio Díaz y su ministro de educación Don Justo Sierra.

Dos años más tarde, la Revolución era un hecho imparable que impactó a toda la sociedad mexicana. El joven estudiante de música se vio en la necesidad de sumarse al ejército revolucionario, que atraía al pensamiento de avanzada de la época y en ese entorno de guerra, cuyo horizonte más previsible podría ser la muerte, aquella especie de mixteco errante empezó a concebir la música de la Canción Mixteca, con un par de párrafos, como el eco distante que lo acercaba a la tierra añorada.

Tal vez fue por esas fechas cuando su jefe de división percibió que  José López Alavés tenía más inteligencia musical que agallas de mercenario, por lo que lo dispensó del frente de batalla y lo asignó al contingente de músicos militares. De modo que juntó sus escasas pertenencias y montando su caballo se fue en busca de la división que le correspondía. Entre tanta confusión, sin embargo, su salida fue considerada por los guardias como un acto de deserción, que además era penado con la muerte.

Lo detuvieron y lo juzgaron con las leyes de guerra, sin más fundamento que la mecánica sentencia dictada por el miedo—todo desertor era un enemigo--- y fue formado sin notificación ni juicio en la hilera de los que habrían de ser fusilados de un momento a otro.

Fue hasta ese momento que el músico mixteco se dio cuenta del grave problema en que se encontraba y de manera apresuraba y nerviosa escribió en una cajetilla de cerillos: “Me van a fusilar porque creen que me deserté. Auxilio.” Enterado por un amigo que le llevó el mensaje al general éste apenas si tuvo tiempo de llegar y detener a los soldados cuando se disponían a formar el pelotón de fusilamiento.

Nunca como ahora, había comprendido la inutilidad de la guerra.

Las cosas cambiaban rápidamente, en 1913 José López Alavés regresó al Conservatorio Nacional para terminar sus estudios, se tituló y a pesar de todo regresó a trabajar en las fuerzas revolucionarias, donde ya era apreciado y reconocido por su talento.

Después de una batalla por la región, por casualidad acamparon en el centro de la ciudad de Querétaro, justamente en el mismo lugar en el que, poco tiempo atrás, su paisano mayor Don Benito Juárez derrocara al imperio de Maximiliano y trazara un nuevo y prometedor destino para la patria.

Era el año de 1915 y cansado, mal alimentado y peor vestido con su levita revolucionaria sucia y desgastada, se sentó bajo la sombra de un árbol que seguramente fue testigo del triunfo de la República bajo la conducción, el arrojo y la inteligencia de los liberales juaristas, y sintió unas terribles ganas de llorar. A su mente llegaban los fantasmas de su familia a la hora de merendar, mientras los lugares de su niñez y los amigos desfilaban en una serie de imágenes y sentimientos como si no los volvería a ver nunca más.

Miró los rayos del sol atravesar por entre las hojas de los árboles y tuvo la sensación de estar mirando esos mismos rayos cuando hendían las voluptuosas nubes blancas de la mixteca en un atardecer cualquiera.

Fue entonces cuando oyó salir de su corazón la letra de la Canción Mixteca, pero ahora coherente y completa y unida a su melodía: “Que lejos estoy del suelo donde he nacido. Inmensa nostalgia invade mi pensamiento. Y al verme tan sólo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento…”

Se apresuró a improvisar el papel pautado sobre pedazos de periódico y papel de estraza que encontró a la mano, a falta de un material más apropiado que le permitían las condiciones de la guerra, insertó los versos y las claves para armonizar la melodía, terminando de este modo la composición que le evocaba su tierra natal. 

La tristeza se convirtió en alegría. Fue otro día glorioso para la patria.

Cuando regresó a la Ciudad de México la lenta normalidad de la convulsión revolucionaria trataba de darle a cada quien su lugar. 

Siendo un músico destacado era consultado y apreciado por su talento y virtuosismo. Incluso, se dice que el cantante Agustín Lara le llevaba sus composiciones para que le hiciera los arreglos y las correcciones técnicas necesarias, al igual que varios músicos y artistas de la época.

Hacia 1918 y desde la ciudad de México, el periódico “El Universal” convocó a un concurso de música en el país, de acuerdo  con las tendencias del nacionalismo cultural que destacaba el nuevo perfil de México en el mundo, y en el que recibieron más de 200 composiciones musicales.

Con un jurado especializado, la Canción Mixteca fue una de las ganadoras y desde entonces se popularizó a nivel nacional e internacional. 

Su originalidad y el sentimiento que destila en cada una de sus frases y ritmos, hace que no solo se evoque a la Tierra del Sol, sino a cualquier girón de la Patria cuando cualquiera de sus hijos se encuentra lejos.

José López Alavés continuó con sus actividades musicales, combinando su participación con la educación y la experimentación musical, junto con el maestro Julián Carrillo, e impulsando el desarrollo de las bandas militares y las bandas de policía, que fueron unas grandes impulsoras de la música en el país, ya que a través de sus miembros se divulgó la formación musical en muchos estados de la República, generándose un intenso movimiento de participación cívica musical.

En 1947 el músico oaxaqueño José López Alavés, que ya sumaba cerca de 300 composiciones en su haber y que gozaba de un amplio prestigio y reconocimiento a nivel internacional, se presentó en la Ciudad de Oaxaca de Juárez para dirigir el estreno de su obra “General Antonio de León”, que dedicó a ese militar y gobernador de Oaxaca y que también era su paisano de Huajuapan de León.

Ante el júbilo de su recepción es probable que en ese momento se haya acordado de la vez que le pidió apoyo al gobernador Pimentel y que éste se lo negó. Tratándose de un hombre sin rencores, aquel recuerdo le generó solamente una sonrisa, como una anécdota sin mayor importancia.

Sería precisamente otro gobernador de Oaxaca, Fernando Gómez Sandoval, que un 14 de julio de 1970 y con los representantes de la Sociedad de Autores y Compositores de México inauguraron un busto en honor del maestro José López Alavés en el Jardín Sócrates de la Ciudad de Oaxaca de Juárez. Esta emotiva ceremonia era un reconocimiento al hermano oaxaqueño, al hijo pródigo y al prohombre de la cultura que engrandeció con su aportación a todo el estado.

Cuatro años después, un 25 de octubre, el maestro pasó a la eterna morada, dejando un gran vacío no sólo en su esposa e hijos, sino en la cultura nacional.

Sin embargo, su fama y sus reconocimientos continuarían después de su muerte, pues en 1985, cuando la historia registra a Neri Vela como el primer astronauta mexicano que va al espacio, la NASA decide transmitirle a la tripulación la Canción Mixteca, como un lazo de unión con la tierra, en un atinado y sensible acto de reivindicación de la humanidad y de la cultura mexicana y oaxaqueña.

Asimismo, el 20 de noviembre de 1988, Mariano Palacios Alcocer, gobernador de Querétaro inauguró en la Alameda Hidalgo en el centro de su ciudad capital, un conjunto de esculturas con la figura del ilustre oaxaqueño José López Alavés y una mujer mixteca, en reconocimiento y memoria del hombre y lugar que inspirara la letra de la Canción Mixteca y como una muestra también del aprecio y la dichosa coincidencia histórica de Oaxaca con Querétaro.

Posteriormente, diez años más tarde, el 20 de abril de 1998, el H. Ayuntamiento de la Ciudad de Huajuapan de León, aprobó a la Canción Mixteca como el himno de este municipio mixteco.

José López Alavés representa así al oaxaqueño tenaz, talentoso y esforzado que triunfa con la humildad y la convicción de aportar una columna de identidad cultural a la grandeza mexicana. Enorabuena.


*Fuentes de las fotografía y de la información histórica que documenta esta recreación:


domingo, 28 de junio de 2020

Oaxaca gay: los baños de vapor del centro













Los baños de vapor encierran muchas historias.

Además de servir para el aseo personal o las terapias, también son usados como habitaciones de motel donde abundan los actos prohibidos, la infidelidad, los encuentros casuales, uno que otro homicidio y hasta fallecimientos repentinos de personas.

En la ciudad de Oaxaca de Juárez ubico tres baños de vapor.

Cerca del periférico se encuentran los baños “La Fuente”, en la calle 20 de Noviembre.

También por el periférico, pero del lado contrario, están los baños “Colón”, en la prolongación de esa calle y que son frecuentados regularmente por parejas de empleados, estudiantes y algunos burócratas.

Este servicio se brinda de buena fe. Para entrar no se tiene que mostrar identificación oficial o acta de matrimonio, ni manifestar preferencias sexuales. Están dirigidos al público en general y la normalidad dicta que los baños de vapor son para bañarse.

Sobre la calle de Melchor Ocampo, a unas cuadras del zócalo, están los “Baños el Jardín”, a los que nunca había visitado.

Un día por curiosidad me planté frente al mostrador. Detrás de mí llegó un joven alto, robusto y de piel rosada y con un peinado como de niña con un chongo sobre la cabeza. 

Me incomodó su mirada en mi trasero. 

Con mucha seguridad pagó el importe exacto y subió por unas escaleras.

Mientras yo esperaba la información, el dependiente me miraba como tratando de recordarme. No. Esta era mi primera vez.

-   --¿Hay vapor individual? Pregunté.

Aclaró que solo había vapor general. Me ví mentalmente con una toalla en la cintura, indiferente a los demás usuarios, rodeado del vapor y saboreando una limonada con agua mineral, que es lo que se acostumbra en estos casos. Había que conocer el lugar.

Pagué la entrada y recibí una bolsa de plástico que contenía unas toallas blanquísimas.

“Suba por las escaleras, fondo a la derecha”, me dijo.

En el piso de arriba, por un  pasillo, están los sanitarios como caballerizas; en seguida una pequeña entrada a una antesala previa a los baños de vapor y un área con anaqueles para cambiarse y dejar las pertenencias.

Pegadas en las paredes había varias cartulinas con la leyenda: “Favor de depositar los condones en los cestos de basura”. 

Estaba confundido. No es usual que en unos baños de vapor para varones se hagan ese tipo de observaciones. 

Decidí no ingresar.

Iba a marcharme cuando de la antesala del área de vapor, de repente salió un señor como de ochenta años, flaco y completamente desnudo. Se detuvo frente a mí.

No pude evitar mi sorpresa y hasta cierta curiosidad científica. Por su parte, él me inspeccionó con una actitud cínica, sin ningún pudor y pareció concluir: “Este es nuevo” y se regresó.

En seguida salió un joven apuesto, de tez clara y cubierto con una toalla de la cintura para abajo. De perfil romano y con barba y bigote  cuidadosamente delineados. 

Caminaba con garbo y delicadeza. 

De unos veintitantos años, de mediana estatura y con una musculatura impresionante.

Me sonrió como si nos conociéramos y como si hubiéramos pactado encontrarnos ahí después de mucho tiempo.

Actué indiferente y serio y aquel joven visiblemente contrariado regresó al área de vapor.

Creo que era un día aburrido, pues el hecho de que los usuarios salieran a asomarse si había algo más en el área de cambiadores, revelaba su impaciencia.

Los pequeños mosaicos rectangulares de color azul de las paredes de los baños “El Jardín” me recordaron a los viejos baños de vapor de la Ciudad de México, en donde era común encontrarse a algunos luchadores, prostitutas, gays, delincuentes y uno que otro intelectual.

Entre ellos, una vaca sagrada de la literatura mexicana contemporánea, hoy fallecido, al que había conocido en la adolescencia, junto con otros amigos, en la Ciudad de México. 

Las pocas veces que lo tratamos siempre se portó respetuoso y además era estimulante leerlo, conversar con él y escuchar algunas de sus conferencias. Era un rockstar de la literatura, pues atraía a las multitudes.

Los amigos comunes comentaban que a ese escritor le gustaba asistir con frecuencia a los baños de vapor para mantener relaciones sexuales principalmente con policías, con albañiles y con cargadores de la Merced. Por lo general tipos atléticos que debían su musculatura a las rudezas de su trabajo y a los que apodan “chacales”, por ser homosexuales o bisexuales activos.

Imagino que el literato llegaba con total naturalidad a un lugar como éste y que le asignaban un privado en donde se encontraría con su pareja.

La persona responsable de esa área de los baños de vapor apartaba con puntualidad el privado más discreto. 

Aunque sabía que el escritor no era muy exigente con el servicio, se esmeraba en ofrecerle un lugar muy limpio, con las mejores toallas y las limonadas muy frías con el vaso debidamente escarchado de sal, en parte por el nivel del usuario y también porque el maestro era muy generoso con las propinas.

En el vapor, el escritor y su pareja se miraban sonrientes  como si fueran viejos conocidos. porque la sonrisa rompe el hielo, da confianza y es como un silencioso pacto de discreción y complicidad.

Aunque el intelectual y el bárbaro se igualaban en sus naturalezas básicas, en realidad no eran iguales. En ese tipo de relaciones siempre hay un dominante y un dominado. 

Para el maestro aquel sujeto no era más que un juguete sexual sustituible, pero necesario; mientras que para el chacal, el maestro representaba un esclavo del deseo como cualquier otro y  la posibilidad de exprimirle una buena propina.

Después del saludo riguroso que debía satisfacerse con un “¡Hola!” informal, tal vez el maestro le preguntaba su nombre y aquel le respondía: “Llámame como te guste”. 

Entonces el escritor lo miraba, no con la lupa analítica del anatomista, con la que diseccionaba el acontecer del cuerpo social para redactar sus crónicas, sino con los ojos del goloso que saborea un pastelillo antes de devorárselo y le decía, “te bautizo con el nombre de Zeus”.

El fortachón se reía, creyendo que ese era un nombre de jabón, como el que tiraría al piso después a cada rato en medio del vapor.

Luego, el maestro le decía “¡Ay, qué músculos! ¿Son de verdad?” Mientras el Hércules de barrio modelaba los bíceps y algo más para impresionarlo: “Pos toque usté pa´ comprobarlo, ire.”

El escritor tenía una imaginación prodigiosa y en un momento como ese debió derrochar el caudal de deseos construidos y repimidos de donde probablemente se le  ocurrió el título ese de pudor y liviandad.

Al inicio el chacal se esfuerza con nerviosismo, aunque no conoce su obra, por los rumores sabe que está ante un intelectual importante y mentalmente exigente, pero que se reducía en ese momento a un ser abandonado a los sentidos carnales, donde lo que menos importa son las ideas.

Luego el fuego derretía esos metales distintos para fundirlos momentáneamente en uno solo, en esa misteriosa alquimia del deseo.

Habiendo concluido su encuentro, prefiero imaginarme que el escritor despedía a su pareja.

Solitario ahora, el maestro  disfruta del vapor, se baña con meticulosidad para desaparecer cualquier resto del pecado. 

Abandona gradualmente su estado vegetativo y recupera su capacidad analítica. Ese acto y el baño lo estimulan intelectualmente, las ideas se desbordan. Se le ocurren algunos temas, que escribe con agilidad en su inseparable libreta. 

Al poco rato saldría como cualquier usuario de los baños de vapor, pero con la satisfacción del placer cumplido.

Medio en serio, medio en broma, se comentaba de su  poder de convocatoria entre los chacales del quinto patio,  porque era una reivindicación de clase no ser tan culto y someter a tan distinguido escritor. “Mire, jefe. No sé leer ni escribir, pero a ese intelectual yo le ganaba los debates en los baños de vapor, je, je, je.”

A diferencia de otros escritores gay, él siempre trataba de ocultar su vida privada.

Evocando todo esto, determiné que estaba en el lugar equivocado.

Me dirigí a las escaleras que llevan a la planta baja y vi que el joven alto y robusto del chongo en la cabeza me miraba de pie desde el sanitario, como tratando de decirme algo.

Bajé lo más rápido que pude y poniendo mi bolsa de plástico sobre el mostrador le dije al dependiente: --Disculpe, creo que me equivoqué, busco un vapor individual.

Amablemente me contestó: “Le estoy diciendo que solo hay vapor general” y mientras vaciaba la bolsa de plástico sobre el mostrador, revisó las toallas y sábanas que estaban cuidadosamente dobladas e intactas y también salieron dos condones, que yo no había visto.

Sin ánimo de que me regresara el costo de la entrada le pregunté: “¿Este vapor es para gays?” El señor detrás del mostrador se irguió y con voz firme y directa me esclareció lo que sentí como una reprimenda: “Aquí no se discrimina a nadie”.

Le contesté que yo soy respetuoso de las preferencias sexuales de los demás, solo que me había equivocado al venir aquí---como lo confirmaría después por internet, en el que se  clasifica a estos baños de vapor como un punto de encuentro de gays--- y dándole las gracias me di la vuelta rumbo a la salida, pero el señor me llamó: “Tenga la devolución de su dinero”, aunque no lo esperaba se lo recibí y reiterándole las gracias, me marché.

lunes, 8 de junio de 2020

HUAJUAPAN: UN MONUMENTO AL "LIBRO"










(foto tomada del sitio oficial del Ayuntamiento de Hujuapan de León, Oaxaca)

Cuenta el cronista de Huajuapan Santiago Barragán Zamora que la escritora Elena Poniatowska visitó una vez esta ciudad de la mixteca oaxaqueña y que le impresionó enormemente que fuera el único lugar en la República Mexicana donde existe un monumento al ¡libro!*

Por lo general se hace un monumento a la persona, tal vez al autor, pero ¿¡A un libro!?

Y en ese orden de ideas, tal vez Elenita se imaginó que si un día le hicieran un monumento a alguno de sus libros, ¿cuál elegirían? Lo más difícil del jurado consistiría en integrar los criterios para decidir cuál de sus decenas de textos ameritaría, por encima de los otros, un monumento.

Aunque es probable que sí, Barragán Zamora no abunda si explicó a la escritora que se trataba más bien de un monumento a la Constitución Mexicana de 1917 y que además es el único libro que ha provocado una división de la comunidad y algunas muertes entre sus defensores y sus detractores.

Corrían los años de 1920 y el abogado y político porfirista Jesús Acevedo, originario de Huajuapan de León, se desempeñaba como gobernador interino de Oaxaca y además era afín al Plan de Agua Prieta, por el que se desconoció al presidente Carranza y por el que se amenazaba con independizar a algunos estados del país, entre otros, Oaxaca.

El mismo Jesús Acevedo se había negado a aceptar la Constitución de 1917, pero después de arduas discusiones y estudios sobre su relevancia, decidió jurar su cumplimiento. Es en ese ínterin que se dio la debacle en su ciudad natal.

Al mismo tiempo, este pasaje forma parte de uno de los debates históricos más interesantes del Estado de Oaxaca, ya que se creía que la Constitución de 1917 no había sido promulgada y que por lo mismo, las instituciones y los actos del gobierno local no tenían fundamento legal.

Pero no fue sino hasta el año 2013, cuando un burócrata apasionado de su trabajo, Carlo Magno Ochoa Arellanes, entonces director del Archivo General del Gobierno del Estado, buscó y rescató del olvido esa documentación.

Esta historia se puede leer en dos publicaciones en ese mismo blog:
“Un héroe chiapaneco para Oaxaca” y “Ciudad de los Archivos: la verdadera historia del hombre que salvó la memoria histórica del Poder Ejecutivo de Oaxaca”, que se encuentran en las siguientes ligas:

http://jesusedgar.blogspot.com/2019/02/un-heroe-chiapaneco-para-oaxaca_12.html?m=1

http://jesusedgar.blogspot.com/2017/02/ciudad-de-los-archivos-la-verdadera.html?m=1

Volviendo al monumento, dice el cronista Santiago Barragán Zamora que no fue sino hasta el 5 de febrero de 1998 cuando se erigió este monumento en la ciudad en honor a la Constitución de 1917, aunque hoy en día mucha gente de Hujuapan lo conoce popularmente como “el libro”, como lo señalara también de manera simpática la escritora Elena Poniatowska.

*https://rotativooaxaca.com.mx/mas-informacion/despues-del-rechazo-a-constitucion-de-1917-erigen-monumento-e-huajuapan/




lunes, 4 de mayo de 2020

La mujer decapitada que es escudo del municipio de Oaxaca


Oaxaca de Juárez, que es la capital del Estado de Oaxaca, tiene en su escudo municipal la cabeza de una mujer decapitada.

Sí, pero es de una princesa.

La leyenda se origina en el tiempo de la conquista española y su inminente arribo al sureste mexicano. En ese preludio se libró una de las últimas batallas entre ejércitos prehispánicos, el capitán mixteco Nucano fue herido y capturado por las fuerzas zapotecas del Rey Cocijoeza. El resto del ejército quedó diezmado y sitiado en Monte Albán.

Para curar sus heridas, los prisioneros fueron trasladados a Zaachila. Precisamente una hija de Cocijoeza, la princesa Donají, supervisaba con esmero la atención a los guerreros capturados.

Del contacto entre ambos nació un amor intenso, por lo que la princesa y el guerrero determinaron intervenir ante sus respectivos ejércitos para detener la guerra.

Entre el ejército mixteco, que había sufrido numerosas bajas, privaba un gran ánimo de venganza, pero aceptaron la paz y solo pidieron que para proteger su retiro, dieran en prenda a un hijo del Rey, como éste no accediera, Donají se ofreció.

Cuando Donají estuvo en Monte Albán, se percató que los mixtecos no hacían preparativos para la retirada, sino para contraatacar a los zapotecos, por lo que discretamente, a través de uno de sus acompañantes, mandó esta información a su padre.

El rey Cocijoeza realizó un feroz y eficaz ataque nocturno contra los mixtecos, pero en la refriega la princesa recibió un flechazo y en seguida fue decapitada.

Vencidos los mixtecos, Donají fue enterrada a orillas del río Atoyac.

Cuenta la leyenda que con el paso del tiempo un humilde pastorcito paseaba a sus animales a orillas del Atoyac, de pronto, encontró un hermosa flor de lirio blanco que quiso arrancar, pero no podía, lo intentó con todas sus fuerzas y vió que el lirio nacía de un oído de una cabeza de una hermosa mujer que parecía dormir, porque a pesar del tiempo, su cuerpo no se corrompió.

Ya los españoles habían sometido también a los zapotecos y en sus territorios empezaba a levantarse la nueva ciudad, por lo que este hecho causó una gran sensación y se convirtió en una leyenda de amor, de lealtad y valentía.

Se dice que los restos de Donají fueron trasladados al ex templo de Cuilapam de Guerrero, pero se sintetizó la leyenda en la representación de su cabeza en el piso, en cuyo oído emana un hermoso lirio blanco.

Por lo general, el escudo del municipio lo cambian en cada nueva administración, manteniéndose la cabeza con el lirio y acompañada de la representación de un río o de un cocodrilo, que simboliza el agua y la reproducción de la vida; también se le representa con una flecha y un arco y la aljaba o bolsa donde se guardan las flechas.

A continuación se presenta un dibujo sobre la princesa Donají, que está en las instalaciones del ayuntamiento de Oaxaca de Juárez; una foto de la representación de la cabeza, que está esculpida en la fachada del teatro Macedonio Alcalá y una selección de escudos de distintos usos en administraciones del municipio. Estas fotos fueron tomadas de un catálogo de la iconografía de Donají publicado por el Archivo Histórico de la Ciudad de Oaxaca de Juárez, Oaxaca, publicado en 1997.

La leyenda la recreamos a partir de muchas versiones, dándole únicamente un enfoque más centrado en el tema del escudo municipal.

PINTURA EN EL AYUNTAMIENTO


DETALLE DE LA FACHADA DEL TEATRO MACEDONIO ALCALA




















1845


1893



1887


1910



1932















2020















jueves, 9 de abril de 2020

DON JOSÉ RUMBIA GUZMÁN, UN REVOLUCIONARIO OAXAQUEÑO MUY TLAXCALTECA




















Foto tomada de la Wikipedia.

En marzo de este año, 2020, se cumplieron 155 años del natalicio del ilustre oaxaqueño José Rumbia Guzmán, que nació el 19 de marzo de 1865 en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca y que fue un periodista y profesor maderista que desempeñó un papel destacado en la lucha obrera revolucionaria.

Escribía en los periódicos “Revolución Social” de Veracruz y en “La República de Tlaxcala” y también fue uno de los líderes de la huelga de Río Blanco, Veracruz, motivo por el cual estuvo preso en enero de 1907.

Durante su reclusión creó la primaria nocturna, enseñando a leer y escribir a los presos y promoviendo entre ellos la  conciencia social.
Al triunfo del maderismo fue secretario particular del gobernador de Tlaxcala Antonio Hidalgo, su compañero de lucha.

En 1912, la Cámara de Diputados del Estado de Tlaxcala lo declaró “Ciudadano Tlaxcalteca”.

De manera paralela a la muerte de Madero, en la “Decena Trágica”, José Rumbia Guzmán fue detenido y torturado en Puebla por fuerzas huertistas, que lo fusilaron el 22 de febrero de 1913 en el interior del actual palacio de gobierno de Tlaxcala y según las crónicas de la época, exclamó antes de ser fusilado: “Nací del pueblo, viví para el pueblo y muero por el pueblo”.

Luis Nava, en su “Diccionario Biográfico de Tlaxcala” (Mimeo, Tlaxcala, Méx. 1987), señala que en septiembre de 1914, las fuerzas constitucionalistas le rindieron un homenaje con asistencia de Carmen Serdán y asegura que su hijo Siul Rossaninzz Rumbia fue burócrata en Tlaxcala “y muy estimado por su don de gentes”.