miércoles, 18 de febrero de 2015

Matar un árbol es como matar a un hombre

Casi a nadie le importa.

Los árboles de la vía pública, como los perros atropellados en las calles, sólo causan interés cuando generan molestias a los vecinos.

Hay otro tipo de árboles que tienen algún significado especial y por ese motivo son importantes. No hablamos acá en Oaxaca del caso del árbol del Tule, por ejemplo, cuya relevancia natural, histórica y social es evidente.

Relevancia natural porque se trata de un árbol gigante, majestuoso e imponente---al que honestamente, no le sobran los adjetivos---; relevancia histórica, porque su existencia se ha vinculado, afortunadamente, con personajes destacados de diversas partes del mundo, que han dejado testimonio de su admiración por este árbol. Y social, porque en torno de él se ha creado una comunidad que pervive y se recrea con su símbolo de identidad; podría tratarse del único árbol que tiene un pueblo, a diferencia de los pueblos que tienen un árbol. Además de las leyendas sobre su origen, que son una muestra de la cultura de las comunidades indígenas.

En la Ciudad de México existe un remedo de árbol seco, y que a pesar de su lamentable estado, ha sobrevivido a múltiples peripecias. Es un árbol viejo y triste que evoca el portento milagroso de aquel que teniendo el suficiente poder mandó a la higuera secarse, y aquella se secó.  Aunque en este caso, fueron las lágrimas de Hernán Cortés, las que lo secaron: el Árbol de la Noche Triste.

En todo el mundo deben existir muchas historias de árboles, sin duda fascinantes.

No es una postura esotérica reconocer que los árboles, como seres vivos, escucha, hablan y nos ven, a su manera.

Un día, acerqué una flama a la rama de un pequeño árbol y ésta se apartó fuera del fuego, como si huyera de la lumbre o como si una persona la hubiera movido intencionalmente. Eso me generó un profundo respeto por los árboles.

Lo más parecido a matar un hombre debe ser matar un árbol.

Claro, ese sentimiento lo valora la persona que tiene conciencia sobre las formas de vida.

Cuando un hombre yace muerto a la intemperie y la gente se da cuenta, eso es motivo de alarma y todo el sistema se moviliza para brindarle las atenciones de su dignidad humana, pero un árbol al que lo han cortado y yace en el suelo, si no estorba no genera ningún problema y toda su dignidad de ser vivo pasa desapercibida.

No es que debamos realizar ceremonias por la muerte de un árbol, a la manera en que se realizan los funerales de los humanos, pero por lo menos se debería de pedirles permiso y perdón antes de acabar con su vida.

Sirva esto como preámbulo para plantear la historia de un árbol que se llama Huanacaxtle, de más de 200 años de vida, que nació en un terreno en el cual, con el tiempo, se construyó una escuela de nivel medio superior.

Mucho antes de que se construyera en esos terrenos la escuela, el árbol era utilizado para colgar a los traidores del movimiento revolucionario y posteriormente, a los delincuentes que eran detenidos en la comunidad.

Se convirtió así en un instrumento de muerte y de sus enormes y frondosas ramas horizontales colgaban los humanos que habían infringido las reglas elementales de la convivencia social.

Posteriormente, cuando se construyó el centro escolar alrededor del Huanacaxtle, el árbol quedó como un símbolo histórico de ese municipio y la gente lo ha adoptado sentimentalmente.

Desde luego, los sentimientos resultan insuficientes cuando se trata de acciones de mayor impacto, ya que el descuido sobre dicho árbol le ha limitado su horizonte de vida a unos diez años aproximadamente, en caso de que no se tomen medidas para salvarlo.

Los especialistas del Instituto de Ecología lo dictaminaron y sugirieron algunas medidas de atención urgente, estableciendo, entre sus recomendaciones, el quitar algunos árboles de eucalipto que le roban oxígeno y estresan al Huanacaxtle.

Señalaron, también, un hecho que ya es ampliamente conocido, el eucalipto es un árbol que se llega a romper y puede genera accidentes, además de que no es un árbol nativo de Oaxaca.

De paso, los especialistas recomendaron sustituir algunos árboles recién sembrados del tipo ficus o laurel de la India, porque no son nativos de la región y a largo plazo presentan problemas, no sólo de mantenimiento, sino de seguridad para las personas.

En Oaxaca son famosos los laureles que están sembrados en algunos barrios, plazas y jardines y varios de ellos han tenido que ser arrancados porque se fracturan por efecto del viento, el sol y las lluvias y son un riesgo para la seguridad de las personas sus enormes troncos y ramas, además de que, por lo general, sus raíces levantan el concreto que les rodea.

Como si fuera poco, los especialistas dilucidaron el error que se tenía en la escuela, de achacar al bambú de ornato el daño a las tuberías de agua y drenaje de ese plantel, ya que año con año, se tiene que cambiar la tubería, porque una impresionante cantidad de raíces invaden el interior de la tubería, impidiendo el paso del agua y de los residuos sanitarios.

Los especialistas dicen que la culpa no es del bambú, que está a escasos metros de esas instalaciones, sino que la culpa es de los pinos, cuyas poderosas y finas raíces tienen la mala costumbre de introducirse en las tuberías de agua, por muy lejanas que se encuentren, generando el colapso de la circulación de los líquidos.

Al parecer, este es un problema frecuente y actual en muchas escuelas de Oaxaca.

Lo más irónico aquí en el estado de Oaxaca, es que los arquitectos recomiendan alegremente sembrar ficus, sin tener presente las consecuencias al largo plazo de estos árboles.

También llama la atención el hecho de que tanto las escuelas federales, como las locales, carezcan de manuales de imagen urbana o infraestructura, en los que se recomiende sembrar árboles nativos.

Por esta falta de normatividad, la gente seguirá sembrando a tientas y ciegas ficus, eucaliptos y pinos, en parques, jardines, plazas, escuelas y domicilios particulares en Oaxaca, y que en largo plazo podrían representar serios problemas de seguridad y mantenimiento.

La culpa no es totalmente de los arquitectos, sino también, por la ignorancia de las personas que desconocen el efecto de estos árboles no nativos.

Como sea, matar un árbol, de veras, es como matar un hombre.

martes, 10 de febrero de 2015

Algunos mitos oaxaqueños contemporáneos

I
 
El monstruo de Ness en Oaxaca

Son muchos los testigos para ser un mito.

En la presa de la población de Los Ocotes, agencia del distrito de Ejutla y localizado a unos nueve kilómetros de esta ciudad de los Valles Centrales de Oaxaca se ha visto una extraordinaria serpiente que asoma su cabeza por las tranquilas aguas de esta presa, que algún día fue un lugar de recreación.

Los que saben del monstruo del Lago Ness, señalan que es idéntico y lo describen como negro, grueso y de rostro terrorífico, como de serpiente.


De hecho, ya casi nadie visita esa presa y aseguran que ese monstruo está acabando con los peces. La gente tiene miedo, ya que señalan que también se come a las personas.

Los más viejos dicen que se trata de una nahuala, es decir, una mujer que tiene el poder de convertirse en monstruo para hacer de las suyas en las aguas de la presa, ya que la han visto allí, mientras se peina su negra y larga cabellera---como el pescuezo del monstruo---.

II

Los caníbales de Miahuatlán

 Los vendedores de comida chatarra, junto con los repartidores de refrescos, son las personas que pueden presumir de conocer Oaxaca, ya que se meten en los lugares más recónditos para distribuir su mercancia.

Dicen que uno de ellos sobrevivió al ataque de una tribu de caníbales que se localiza a siete horas de la cabecera municipal de Miahuatlán, por entre las veredas de la tupida serranía.

Según este suceso, el vendedor de alimentos chatarra sobrevivió porque un médico que está coludido con estos pobladores, se encargó de diagnosticar su salud y le encontró una infección que no lo hacía recomendable para el consumo de los antropófagos, por lo que lo golpearon y creyéndolo muerto lo echaron al barranco, en donde logró sobrevivir y buscar ayuda.

Supuestamente su compañero no corrió con la misma suerte, ya que, además de estar sano tenía sobrepeso, lo que lo hizo más apetitoso para el exigente paladar de estos oaxaqueños de la edad de piedra que seguramente esperan ansiosos alguna brigada de hermosas y jóvenes enfermeras que vacunan a los niños y ancianos, para tener la oportunidad de clavarles el diente como en los mejores servicios de bufette.

III

Las bodas entre niños

Acá mismo, en los Valles Centrales, existen muchas comunidades donde los matrimonios infantiles son un hecho comúnmente aceptado, reconocido y practicado por las poblaciones.

Claro, hay sus excepciones, pero de que existen, existen.

Por lo general, el matrimonio---sobre todo de carácter religioso---, se conviene cuando los niños han tenido relaciones sexuales, haya embarazo o no.

Las familias de ambos, para conservar las formas que exige una sociedad educada en los más altos valores cristianos, convienen el matrimonio de los pecadores, aunque se trate de niños.

Esto último no es ningún mito, es una realidad como lo es el aire que se respira. Así que la próxima vez que asista a alguna iglesia de Oaxaca y crea que los niños están haciendo su primera comunión, infórmese bien, porque es casi seguro que usted se encuentra en una boda religiosa.

En estas comunidades, las mujeres de 18 años o más que no han contraído matrimonio, son llamadas despectivamente solteronas, por si le sirve de algún consuelo.