lunes, 13 de noviembre de 2017

Elena Poniatowska y las Tecas


La Feria Internacional del Libro de Oaxaca es una feria modesta.


Quienes conozcan esta Feria y también la Feria Internacional del Libro de Guadalajara o la de la Ciudad de México podemos señalar esto sin que medie mala fe.

Aunque la Feria del Libro de Oaxaca es una feria modesta, una de sus grandes fortalezas es la profusa actividad cultural que puede concertar. Eso hace la diferencia, tiene un marco sui géneris de cultura que la rodea.

En Oaxaca, además, se lee poco, la industria editorial---salvo muy honrosas excepciones---, es prácticamente inexistente.

Como empleado administrativo de una escuela pública de nivel medio superior me he dado cuenta que la cultura del libro permea principalmente entre estudiantes de escuelas privadas. 

Son contados los jóvenes del nivel medio superior de la escuela pública que puedan acreditar de manera consistente una batería de preguntas sobre autores, épocas, géneros, a no ser que se trate de los alumnos más destacados de la clase de literatura.

Las bibliotecas de muchas escuelas tienen más libros de añejas estadísticas del INEGI y caducos informes de gobiernos estatales, que libros de literatura.

En varias ocasiones he sugerido a los jóvenes que tramiten su credencial de la biblioteca pública para que tengan acceso a buenos libros. Recuerdo el caso de la biblioteca de Ejutla de Crespo, donde los que intentaron obtener su credencial, me reclamaron que no había libros para leer.

Incrédulo visité el lugar en un espacio en la planta alta del palacio municipal, quedé sorprendido---esto fue hace más o menos un año ---, de que las colecciones del Programa Nacional de Bibliotecas Públicas no existieran allí.

Ahí mismo, en el Colegio de Bachilleres de Ejutla, algunas alumnas estudiosas y talentosas para escribir me propusieron hacer el kilómetro del libro de literatura para donarlos a la biblioteca del plantel.

Se lograron diez metros de longitud y como 150 libros que alguna vez habían servido de material de lectura en la secundaria, por lo general ediciones económicas de textos de la literatura universal y otros tantos en versión “resumida”.

También se recibieron donaciones de ejemplares de “Las luchas del hambre” y “El ZInzajo” o algo así, que regularmente un grupo de vendedores poblanos introduce a las escuelas como joyas literarias--- en su edición pirata--- y a pesar de que los venden en 100 pesos, los alumnos los compran con entusiasmo.

De 650 alumnos de media superior por esas fechas me sorprendió gratamente que dos alumnas estuvieran leyendo libros de Elena Poniatowska, una, la Noche de Tlatelolco y otra, que presumía con frecuencia una desgastada bolsa de mezclilla de la Librería Gandhi de Coyoacán, llevaba un extraordinario libro de entrevistas periodísticas de Elenita, me lo prestó y lo devoré.

Por esas fechas la Dirección General de Colegio de Bachilleres de Oaxaca nos remitió al plantel una encuesta sobre hábitos de lectura de alumnos con el propósito de postular al plantel de Ejutla como candidato para recibir una donación de libros supuestamente de la Fundación Harp Helú.

Con gran pasión aplicamos la encuesta y fuimos los primeros en regresarla objetivamente contestada por los alumnos, a la burocracia que nos la había solicitado, pasó el tiempo y en una ocasión le espeté al entonces Director del Plantel: “-¿Y qué pasó jefe, si nos van a donar los libros?”

El Director me respondió con ironía “-Ni siquiera metieron nuestra solicitud porque dicen que salimos muy mal en los resultados de la encuesta, que aquí nadie lee”.

Me frustré, era la tercera vez que fallaban nuestros intentos de gestionar libros en diversos programas públicos y privados. Pero si trabajas en Oaxaca te acostumbras a que las cosas no salgan con normalidad y los obstáculos parezcan más y de dimensiones mayores, a pesar de tu entusiasmo y energía dedicada.

Me llené de tristeza y coraje. Aunque pocos alumnos leían, efectivamente, yo ya tenía la experiencia de haber implementado un círculo de lectura que manejábamos con fotocopias de muchos libros de mi biblioteca personal y es cierto que los jóvenes bien motivados sí despiertan su interés por libros  y autores.

Decía que la Feria del Libro de Oaxaca es modesta.

Modesta por la cantidad de editoriales presentes, que es limitada, hay mucha venta de libros usados---lo cual es bueno, son libros a precios accesibles--; mucha venta de papelería, juguetes didácticos, puestos de alimentos, mezcal…

Es una feria modesta también porque ocupa un espacio reducido entre los puestos informales de ropa artesanal, las casas de campañas de los plantones y el acoso de los porros de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, que el año pasado quemaron una antigua y preciosa puerta de la Facultad de Derecho y por la bronca que armaron ese día se tuvo que cerrar la Feria del Libro, ubicada a escasos metros de distancia y se suspendieron muchas actividades culturales previstas para ese mismo día.

Este año, supuestos alumnos de la facultad de Derecho sólo tienen bloqueada la Avenidad Independencia, que está frente a la Feria del Libro y al menos hasta ahora solo existe el riesgo latente de algún conflicto.

La Feria está en un reducido espacio y rodeada de los diversos grupos de inconformes que han expropiado el Zócalo de Oaxaca y que han montado sus casas de campaña, con sus fuertes olores a orines; grupos sociales, políticos y sindicales, que ejercen presión pública para defender sus intereses privados.

Pues en este ambiente folclórico, que parece de película de James Bond en algún país bananero, el chisme del día es, entre el mundillo cultural, el resbalón de Elenita Poniatowska por sus comentarios mal entendidos y peor asimilados sobre la estética volumétrica de algunas mujeres de Juchitán. Se refirió amistosamente a ellas como “gordas inmensas”, pero la mala fe de algunos la tradujo en “gordas y mensas”.

Lo que parecía una licencia literaria que hubiera sido aplaudida en algún foro de la Ciudad de México, acá cayó como un helado balde de agua que le erizó el espinazo a muchos activistas. Y no es para menos, el Istmo y especialmente Juchitán, se está levantando de un sismo sobre el que se han cultivado abusos de corrupción que han molestado a la gente.

Juchitán es, además, una sociedad golpeada por la delincuencia y enfrenta serios problemas de rezago social y económico, además de un histórico divisionismo político.

Otro detalle cierto es que en ese municipio, como en la mayoría de la región, el refresco y la cerveza se consumen en grandes cantidades y que el sobrepeso de mucha población de esos lugares ha elevado a la diabetes como un serio problema de salud pública.

En toda esta alharaca no se ha precisado bien a bien quién se siente lastimado por esta comedia de errores. La prensa en general, replicó el equívoco como el teléfono descompuesto, primeramente como si se hubiera tratado efectivamente de una agresión y luego como un chiste desgastado y de mal gusto.

La educada Elena Poniatowska salió de nuevo al quite y con toda la pena esclareció el asunto, pero la sangre ya había llegado al río de tinta.

A diferencia de otras regiones del estado de Oaxaca, Elena Poniatowska es de las pocas escritoras que es ampliamente conocida en el Istmo y especialmente en Juchitán.

Muchas personas la recuerdan allá por 1981 cuando participó en el plantón que defendió al ayuntamiento popular de izquierda que ganó la presidencia de Juchitán. La acompañó Carlos Monsiváis y varios artistas, como Graciela Iturbide y Tania Libertad, que apoyaron incondicionalmente la democracia e impulsaron un renacimiento cultural del Istmo.

Todavía hay familias enteras que recuerdan las pláticas de Elenita con familiares y amigos de participantes en movimientos sociales y que posteriormente se vieron reflejados en obras como “El Tren pasa Primero”.

Le pregunto a varias familias juchitecas sobre esta situación de Elenita y les causa gracia, todas coinciden: “Tá loca la cabeza de ese que critica a Lena”, me dicen, “Lena es amiga de Juchitán” aseguran.

También invocan a López Obrador, la asocian mucho con ese político.

La gente sonríe. “Lena” es una figura popular en Juchitán, “también es teca”, me aseguran, “aunque ella no lo sepa”.


Pero muchos sabemos que Elena Poniatowska sí lo sabe y que respira con gusto la cultura de un pueblo al que ella admira y se solidariza y con el que se identifica como creadora, como persona y como intelectual comprometida con las causas del pueblo.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Mis fotos favoritas de Gabo

Las fotos que siguen fueron tomadas del libro "Gabo Periodista", cuya reseña está en este mismo espacio. Son fotos que en lo personal identifico con tres momentos clave de García Márquez.




En esta foto percibo a un periodista vigoroso, audaz, reflexivo y profundamente humano. Esta foto fue tomada por Nereo López en Bogotá, Colombia, alrededor de 1967. (Página 58 del libro)





Esta otra foto me gusta mucho, se ve bien pícaro, alegre, de un humor rebosante, fue tomada por Rodrigo Moya en México, D.F., en 1976.



Esta es, para mí, la fotografía del escritor consagrado. El maestro de la literatura que ha cosechado el éxito. Fue tomada en 1990, en Bogotá, por Hernán Díaz. (Página 28 del libro).

miércoles, 12 de julio de 2017

Ignacio Zanabria: pionero de la fotografía en Oaxaca

Don Ignacio Zanabria Palacios fue un prolífico fotógrafo de la región de la mixteca que integró un acervo estimado en más de 22 mil fotografías a lo largo de 50 años de ejercicio fotográfico.

Poseedor de una elevada sensibilidad artística y un instinto de documentalista, Ignacio Zanabria creó un estilo propio caracterizado por el rigurismo técnico y un profundo sentido estético.

Desde la fotografía comercial, en festividades religiosas, cívicas, sociales y culturales, como en su pasión por fotografiar el paisaje, los monumentos y sucesos de lo cotidiano, Ignacio Zanabria documentó una parte importante de la historia oaxaqueña.

En la propia ciudad capital como en todas las regiones del estado de Oaxaca que tuvo la posibilidad de captar en su cámara, se percibe su virtuosismo fotográfico, pero fue, principalmente en Asunción Nochixtlán, su pueblo, donde se concentró para crear uno de los archivos históricos fotográficos más importantes de México.

Sus fotografías, hoy en día, se pueden conseguir en casas fotográficas que le adquirieron en su momento copias o duplicados, destacándose entre quienes le adquirieron el Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo, la casa de fotografía "Amaro" de la Ciudad de Oaxaca y muchos particulares, que han acopiado los recuerdos impresos de su pueblo.



Señoritas de Nochixtlán ataviadas con motivos mixtecos. Sin fecha. Colección de Baldomero Zárate. (Todas las fotos que aparecen en adelante, fueron tomadas por Ignacio Zanabria y fueron editadas con fines de publicación por el autor del blog).


Foto inédita del gran educador oaxaqueño Abraham Castellanos, durante su visita a la casa donde nació en Asunción Nochixtlán, sin fecha, en la calle de Porfirio Díaz donde hoy se levanta una escuela con el nombre de este personaje. Colección Fam. Zanabria Castellanos.
Primer aeroplano que aterriza en Nochixtlán, 1934. Colección Baldomero Zárate.


Llegada a Nochixtlán del autobús Oaxaca-México. Sin fecha. Colección Baldomero Zárate.



Desfile cívico con motivo de las fiestas patrias. Septiembre de 1939. Colección Baldomero Zárate.



Construcción de la Escuela Abraham Castellanos, 1959. Colección Familia Zanabria Castellanos. 


Fiesta de bautizo, 1940. Colección Familia Zanabria Castellanos.






















Detalle de la cartilla que acredita como regidor segundo a Ignacio Zanabria, 1944. Ayuntamiento de Asunción Nochixtlán. Colección familia Zanabria Castellanos.

Hoy en día muchas de sus tomas, aún sin firma, circulan como pósters, duplicados y evidencias antiguas de un estado que siempre ofrece un ángulo propicio para la fotografía. La caracterización de muchas de sus fotografías consiste en que incorporan leyendas en el revelado y que fueron escritas de derecha a izquierda sobre los negativos.

Zanabria nunca escribió un libro, pero sus miles de fotografías se podrían aglutinar en decenas de tomos, que conformarían una valiosa enciclopedia inspirada por el amor a su gente y a su pueblo.

Ese es su legado, un trabajo artístico, una memoria gráfica y un testimonio documental que cobra una relevancia mayor, mientras el tiempo avanza.






















Ayuntamiento de Asunción Nochixtlán, 1932. De pie, de izquierda a derecha, Ignacio Zanabria. A su lado, una persona no identificada. Sentados, de izquierda a derecha: Vicente Juárez, le sigue quien ha sido identificado como hijo de Sabás Avendaño, no se dispone de su información completa pero es él el presidente municipal, y Francisco Arenaza. Foto Familia Zanabria Castellanos.









Señoritas portando el traje típico de Nochixtlán. Sin fecha. Foto colección Baldomero Zárate.



Aspecto de un muro del despacho del Lic. Baldomero Zárate, que ha coleccionado fotografías de Don Ignacio Zanabria a lo largo de décadas.

Son tres las cualidades de la fotografía.

Una primera es documentar como memoia gráfica. A través de la fotografía se capta y detiene un espacio y un tiempo determinado. Ese registro deja constancia de un suceso, una existencia en un momento dado y que mantiene su presencia a través de la memoria impresa o magnética. Esta cualidad contribuye al inventario histórico.

Lo artístico es otra cualidad de la fotografía, incluso, si el fotógrafo no está instruido en las técnicas de la imagen, porque identifica en el campo visual un orden natural, el objeto, el entorno. Distinto es cuando la sensibilidad artística del fotógrafo es mayor y toma la fotografía impulsado por la sensación de que ese es el momento y el lugar y él aprovecha ese enfoque para destacarlo y retenerlo a través de la imagen.

Como tercera cualidad de la fotografía está su valor testimonial. A diferencia de su valor documental, que nos dice que existió una persona o un monumento en un momento dado, por ejemplo, el valor testimonial es todo lo que significa esa persona o ese monumento. Pertenece esta cualidad al ámbito de la interpretación y de la información que se posea sobre el objeto de la fotografía.

La fotografía nació a finales del siglo XIX y su comercialización se dio a principios del siglo XX.

Oaxaca capital fue uno de los principales centros comerciales durante la época virreinal.

A lo largo del territorio oaxaqueño se desarrollaron centros urbanos similares, que en el caso de la mixteca, fueron, entre otras, ciudades como Tlaxiaco, Huajuapan y Nochixtlán.

Aunque originalmente eran centros regionales indígenas, durante el virreinato se constituyeron en importantes espacios religiosos donde se registró una fuerte presencia de comunidades europeas, principalmente españolas.

Ese aspecto religioso y comercial lo adquirió Asunción Nochixtlán, ya que por su posición geográfica es un punto de convergencia para entrar y salir hacia la mixteca y los valles centrales de Oaxaca, por eso se le conoce como la puerta de entrada a la mixteca oaxaqueña.

Fue en este municipio donde nació  Ignacio Zanabria Palacios en 1905.

Según el menor de sus siete hijos, Don Isaías Guillermo Zanabria López, de 78 años de edad, relata que su padre, don Ignacio Zanabria quedó huérfano a los siete años de edad y solo pudo estudiar hasta el tercer año de primaria.






















Don Isaías Guillermo Zanabria López, hijo menor de Don Ignacio Zanabria, en su domicilio en la Carretera Internacional, Nochixtlán, centro.

Siendo hijo único, Ignacio Zanabria se dedicó a los más diversos oficios para sobrevivir, inicialmente dedicándose al campo. Gozando de un espíritu inquieto, emigró en su juventud a la ciudad de Oaxaca de Juárez, en donde se desempeñó como auxiliar en un billar y al mismo tiempo aprendió el oficio de la peluquería.

Regresó a Nochixtlán para abrir su peluquería. Por esas fechas contrajo matrimonio con la señora Aurora López Amaya, originaria de Nochixtlán.















Don Ignacio Zanabria Palacios y su señora esposa Aurora López Castellanos, sin fecha. Foto familia Zanabria Castellanos.

Al iniciar los años 30 nuevamente regresó a la Ciudad de Oaxaca, en donde trabajó como ayudante en una de las más antiguas casas de fotografía “Fotografía Ramírez”,  que hoy ya no existe y que estuvo ubicada en la calle de Independencia, a un costado de las oficinas de telégrafos, en pleno centro de la ciudad.

 Allí aprendió el oficio de fotógrafo y todos sus secretos y al mismo tiempo desarrolló su talento artístico al tomar escenas de personas, de diversas actividades sociales y de monumentos, siendo enviado también a diversos lugares del estado por la demanda del trabajo. 

Destacando como uno de los fotógrafos más solicitados, decidió que tenía que regresar a Nochixtlán para llevar esa tecnología y aportar de esta manera a su sociedad querida.















Aspecto de la avenida Porfirio Díaz, Nochixtlán. Sin fecha. Familia Zanabria Castellanos.

Abrió entonces en la Calle de Porfirio Díaz de Asunción Nochixtlán su fotografía “Zanabria”, que por resultar única y novedosa rápidamente se expandió, por lo que su señora esposa lo auxiliaba para preparar los químicos, revelar en un cuarto oscuro que inicialmente era una tina de metal pintada con chapopote y cuidadosamente sellada y a realizar los retoques de sus fotografías. Además Ignacio Zanabria construyó sus amplificadoras fotográficas.
















Comunidad católica portando cirios con motivo de algún acto religioso. Sin fecha. Foto propiedad de Bartolomeo Zárate.

En 1932 fue regidor del ayuntamiento, por primera vez y esta actividad que combinaba con su pasión por la fotografía le  permitió también documentar las obras y acciones que se realizaban en el municipio, consignando en imágenes la construcción y la evolución del crecimiento de la ciudad.

A partir de que se instala don Ignacio Zanabria en su taller de fotografía, no descansaría hasta su muerte, acaecida en 1986, a los 81 años de edad; es decir, que a lo largo de 50 años de práctica ininterrumpida, don Ignacio Zanabria se dedicó a fotografiar la vida en Nochixtlán, la mayoría de los municipios de la mixteca y diversos y lejanos lugares, ya que su cámara de fuelle y su tripié se convirtieron en su equipo inseparable en sus viajes de trabajo y de placer.

Su trabajo fotográfico principalmente era por encargo, las fotos personales, de actos sociales, políticos, culturales, religosos; pero también aquellos que su naturaleza artística le impulsaba a registrar a través del paisaje, los monumentos y la fotografía de lo cotidiano.






















Peluquero de Nochixtlán, sin fecha. Foto Familia Zanabria Castellanos.
  
  




















Foto de mapa antiguo de Nochixtlán en 1602. Foto propiedad de Baldomero Zárate.













Foto propiedad de Baldomero Zárate.

El escritor Enrique Franco Calvo, que lo conoció y trató personalmente y que le compró unas cinco mil fotos para un proyecto cultural, estimó en unas 22 mil placas su acervo fotográfico y en un emotivo artículo publicado en el periódico “El Nacional”, el 13 de noviembre de 1996, destaca sus cualidades de artista innovador que documenta y explora las posibilidades de la imagen, dejando constancia fehaciente de todo cuanto registraba:

“De entrada, hay que señalar que nos encontramos ante un fotógrafo de propuesta, de búsqueda. Por tanto, con preocupaciones estéticas; vemos en sus fotos que le interesa la composición, la simetría, el juego de planos, hallar un discurso visual que diga más allá de lo evidente. Se trata pues de una sensibilidad que desde un principio gozó sus prácticas con el lente…”

En Nochixtlán, hay varias familias que poseen una gran cantidad de fotografías de Ignacio Zanabria, una de ellas es la del profesionista Eber Baldomero Zárate Hernández, que exhibe orgullosamente en los muros de su oficina de Nochixtlán un centenar de las fotografías de Don Ignacio Zanabria, coleccionadas pacientemente a lo largo de décadas por su familia.

Relata Isaías Guillermo Zanabria López, hijo de don Ignacio Zanabria, que una vez que falleció su señor padre, el acervo fotográfico quedó dividido en distintas partes en las casas de sus nietos.

La mayor parte de éste quedó en una casa en construcción de un familiar que se quedó con decenas de cajas de cartón que contenían miles de placas.

Como estaban construyendo esa casa y los albañiles necesitaban espacio, movieron las cajas hacia una improvisada bodega en el amplio patio. En una ocasión, mientras se quemaba la basura en el patio, los albañiles se descuidaron y las llamas alcanzaron la bodega con las decenas de cajas que contenían las placas fotográficas, no pudiendo hacer nada para salvar aquellas muestras del maravilloso trabajo de Don Ignacio.

Afortunadamente, un artista tan prolífico como don Ignacio Zanabria, dejó miles de sus fotografías en manos del pueblo, que celosos resguardan la memoria de sus antepasados.

Ignacio Zanabria Palacios es, sin duda, un gran precursor de la fotografía en Oaxaca y un distinguido y talentoso artista de la mixteca oaxaqueña.

Agradecimientos: Al maestro Virgilio Zanabria Castellanos, nieto de Don Ignacio Zanabria quien me descubrió a este personaje, a su señor padre, Isaías Guillermo Zanabria, que accedió a abrirme las puertas de su hogar para platicar y darme la oportunidad de facilitarme material para esta colaboración y al buen amigo y joven empresario Eber Baldomero Zárate, que con mucho orgullo conserva en su despacho una colección en homenaje a este gran artista de la cámara.

viernes, 12 de mayo de 2017

Universidades de Morena en Oaxaca, entre la expectativa y la realidad

Es un asunto polémico.

Esta semana se inauguraron seis universidades en Oaxaca, que son promovidas y sostenidas por servidores públicos del Partido Movimiento de Regeneración Nacional(Morena).

De acuerdo con información del sitio http://regeneracion.mx/inauguran-en-oaxaca-6-escuelas-universitarias-financiadas-por-morena/ las universidades se han abierto en los municipios de Huautla de Jiménez, Villa de Tututepec de Melchor Ocampo, Ciudad Ixtepec, Jalapa del Marqués, Jalapa de Díaz y Zaachila.

Es un hecho inédito porque históricamente la existencia de universidades en Oaxaca ha venido creciendo de manera gradual, con el Sistema de Universidades Estatales de Oaxaca, que tiene ya 17 campus y tiene otros siete en construcción y cuya joya de la corona es la Universidad Tecnológica de la Mixteca, auténtico semillero científico y tecnológico de México .

Por otro lado, más universidades privadas se están inaugurando en Oaxaca  por lo que muchos oaxaqueños ya no van a estudiar a Puebla que tiene más de 420 universidades, unas diez menos que la Ciudad de México.

La universidad pública de Oaxaca “Autónoma Benito Juárez” carga con el pesado lastre de la burocracia y los grupúsculos internos que se disputan sus recursos y que la han llevado a la deriva, salvándose algunas facultades que han empezado sus procesos de certificación, pero con la sombra de vicios como la venta de espacios y de calificaciones que reconocen y divulgan los propios estudiantes universitarios. Con todo y eso, el número de aspirantes rechazados es impresionante.

De ahí que la existencia de nuevas universidades amplía la oferta educativa y como en el caso de Morena, que dice que sus universidades son gratuitas y que no se hace examen de admisión, se amplían las oportunidades de estudios superiores.

Se desconoce si estas universidades ya cuentan con su Registro de Validez Oficial expedido por la Secretaría de Educación Pública y que es una de las principales críticas que se ha hecho a las universidades impulsadas por el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

Pareciera que hay una premura en Morena por abrir universidades sin cubrir los requisitos formales, lo que evidencia que su creación se genera más por la coyuntura política que por un razonado programa de educación superior, pues más vale abrir una sola, pero bien, y no muchas pero inconclusas.

Abrir y sostener una universidad pública y gratuita es caro.

El Partido Morena ha señalado que sus universidades se financian con las propias prerrogativas del partido y con el cincuenta por ciento que donan los servidores públicos emanados de este instituto político.

No se sabe exactamente cómo se destina el recurso del partido hacia esos fines, ya que la ley electoral autoriza el financiamiento de la educación política de los militantes del partido, pero no para crear y sostener universidades.

De igual modo, que los funcionarios emanados de Morena tengan que regresar el cincuenta por ciento de sus ingresos para sostener esas universidades es anticonstitucional, ya que esa donación o descuento, voluntario o involuntario, es contraria al Artículo 5º Constitucional que determina que nadie puede ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y sin su pleno consentimiento.

Restarle el cincuenta por ciento de sus ingresos a sus funcionarios no es justo, ya que eso también atenta contra el principio de hacer de los servidores públicos personas capacitadas con ingresos dignos para que eviten actos de corrupción, por ejemplo.

Según dice la propia gente de Morena, se establecen acuerdos para involucrar a Estados y Municipios con este proyecto, es decir, que se les solicita apoyo para el financiamiento público de estas universidades. En caso de ser así se presenta un conflicto de competencias.

Un partido, que es una persona de interés público, es decir, que tiene vigencia mientras cumpla con ciertas formalidades, no puede estar por encima de una persona moral de derecho público, como son los estados y los municipios, cuya vigencia es permanente conforme al arreglo constitucional que los instituye.

En otras palabras, un partido político y cualesquiera de sus líderes, no pueden obligar a los gobernadores y presidentes municipales a destinar recursos que no estén debidamente aprobados por la ley, en caso contrario, se estaría ante un delito de peculado.

Desde esta perspectiva se plantea el problema principal, ¿las universidades creadas y sostenidas por un partido político son entidades partidistas?

¿Esperaríamos ver entonces que estas universidades tendrían una base teórica marxista o alguna ideología de izquierda radical? ¿O simplemente son universidades sostenidas por gente de izquierda que contribuirán a las tendencias dominantes del neoliberalismo?

¿Aspirantes que no comulguen con Morena podrán satisfacer sus expectativas de educación superior en esas universidades? o por el contrario, ¿al crearse "universidades militantes" esto podría ser un prejuicio para limitar su matrícula y en consecuencia sus alcances?

Cuando el propio Andrés Manuel López Obrador fue gobernante del Distrito Federal por el Partido de la Revolución Democrática demostró que su línea de actuación política era de centro a centro derecha, por no modificar de manera radical la estructura política, económica o social prevaleciente, como lo haría una izquierda progresista.

Sería interesante identificar el paradigma que sirve de modelo educativo a estas instituciones.

Desde la perspectiva de la teoría de las políticas públicas, la creación de más universidades públicas y gratuitas en entidades como Oaxaca abre amplias expectativas para enfrentar los retos del desarrollo, pero en el caso de las universidades de Morena, cuya creación parece obedecer más a los tiempos políticos choca contra una realidad que exhibe más riesgos que soluciones.


domingo, 16 de abril de 2017

GABO PERIODISTA

¿El periodista nace o se hace?

Pregunta ociosa que recuerda el dilema planteado por los maestros a los pupilos si primero fue el huevo o la gallina y que cualquier biólogo precisa, con la mano en la cintura, que antes que todo fue el huevo en una continua y compleja red de células que fueron evolucionando.

Si la teoría evolucionista tuviera que aplicarse al periodismo---ya como decía Manuel Buendía, el oficio más antiguo del mundo, o como diría Gabriel García Márquez, el mejor oficio del mundo---, es evidente que el periodista nace, de la misma manera que se nace para ser la Madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King o Gabriel García Márquez.

Más allá de los determinismos, un hecho es bastante cierto: la mayoría de los seres humanos tienen cierto talento, una vocación, un halo del espíritu que bien orientado es germen generoso de fecunda creatividad.

Pero el talento por sí mismo no es garantía de éxito si no se disciplina y se le brinda la constancia rigurosa del trabajo constante y optimista y sobre todo, la firme creencia de que lo mejor está por hacerse, lo que supone la premisa virtuosa de la humildad y el deseo fervoroso del mejoramiento permanente como un desafío de vida.

Son escasas las oportunidades en las que el creador puede documentar su obra.

Recuerdo a Jorge Ibargüengoitia en la excelente selección de artículos que hizo Guillermo Sheridan, intitulado “Autopsias Rápidas”, publicado por Vuelta, en algunos de los que explica el tormentoso proceso creativo o la chispa inesperada que le dio forma a sus novelas. Algo parecido hace Paco Ignacio Taibo II en las últimas novelas de Belascoarán, sus prólogos son sinceras confesiones de las dificultades que enfrenta el escritor, y en su caso, de las facilidades que, merced a una constancia a toda prueba, arrojan en momentos inexplicables la solución a la novela.

A diferencia del que escribe literatura, el periodista no puede excusarse de los alcances de su trabajo, apremiado por el rigor de las presiones de la entrega, prácticamente tiene que avanzar contra viento y marea para llegar a buen puerto que es publicar con oportunidad su colaboración. Pasado el tiempo y tras el éxito obtenido, el periodista reconoce que ha hecho un buen trabajo.

En estos casos, sirve de mucho el testimonio de los colegas.

Este es el caso del libro “Gabo Periodista”, que es una antología de textos periodísticos de Gabriel García Márquez , seleccionados y comentados por periodistas cercanos al autor de Cien Años de Soledad.

Para los admiradores del trabajo literario y periodístico de Gabriel García Márquez, esta obra, bajo el cuidado de Héctor Feliciano, a la sazón, presidente de la coeditora Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, viene a ser una antología fundamental para conocer la evolución creadora de Gabo y en la mayoría de los casos, del contexto en el que se generaron dichas creaciones, con venturosa constancia de primera mano.

Un acierto editorial ha sido el acompañar las publicaciones con numerosas fotografías de Gabo en su oficio de periodista, por lo que el lector logra un mayor acercamiento en la vida y la obra de García Márquez.

De hecho, no cambia mucho en sus retratos, es el mismo de la frente ancha coronada por un crespo cabello del caribe criollo; su mirada infantil y risueña, pero escrutadora y analítica, que enmarcan sus cejas inquisidoras; la nariz aguileña remata con un abundante bigote sobre unos labios que revelan una sensualidad permanente y un mentón protuberante que señala determinación y arrojo.

Hay tres fotos que me parecen muy interesantes.

Las tres son poses para la cámara. Una es donde aparece con el ojo morado y que consignó Rodrigo Moya en México, D.F., en 1976, después de un incidente con Mario Vargas Llosa que el mismo Gabo omitió en Vivir para Contarla y que en el mundillo de los libros se cuenta como una anécdota de chisme y de la que se espera que algún día Mario Vargas Llosa haga alarde en sus memorias.

Gabriel García Márquez aparece sonriente con el ojo morado en una actitud pícara. Esa foto se puede encontrar en internet y a pesar de que fue tomada cuando Gabo rondaba casi los 50 años, es una foto en que se muestra travieso, como quien ha perseguido a un gato sin lograr atraparlo y que en su correría ha dejado una evidencia de vajillas rotas que le ha provocado un gran regocijo.

Esa foto se podría ubicar en la delgada línea que divide a la realidad de la ficción y más allá del ojo morado, es la foto que preferiría que utilizaran los maestros de literatura cuando hablaran de García Márquez, porque es un retrato que nos acerca más al hombre de carne y hueso, al vecino costeño y divertido.

Otra foto interesante, a mi modo de ver, es la que inmortaliza al literato consagrado, es una fotografía de su edad madura, allá por 1990, tomada en Bogotá por Hernán Díaz (Página 28 del libro). Gabo tiene 63 años, pero aparenta una edad menor—es un traga- años---. Es un hombre de cabello cano y bigote blanco que aparece sentado de espaldas a un espejo que le sirve de marco, viste camisa blanca y un suéter oscuro, está cruzado de brazos y mira de frente a la cámara, que está ubicada a una altura menor, y se destaca por su sonrisa enorme y franca. Esa es la foto que podría estar en las bibliotecas o en las instituciones culturales.

La tercera foto que escojo, del centenar que contiene el libro, es la foto con la que preferiría identificar al Gabriel García Márquez periodista (página 58 del libro) y que fue tomada por Nereo López en Bogotá alrededor de 1967.

Aparece en primer plano el rostro de Gabriel García Márquez, tres cuartos mirando hacia la izquierda; tenues líneas horizontales surcan su frente y el vértice de su ceño fruncido ligeramente muestra la costumbre de impresionarse y reflexionar de continuo, pero la mirada fija es penetrante y se nota que escruta y sopesa humanamente algún acontecimiento.

Imagino que esa actitud, esa mirada es la misma que debió contemplar el náufrago que sobrevivió a la maratónica sesión de mayéutica a la que fue sometido por García Márquez para reconstruir la osadía psicoanalítica que dio vida a un relato-reportaje extraordinario. Es la misma mirada de periodista cuando armaba el rompecabezas de la crónica, a través de las preguntas a cada una de las personas que conocieron de una muerte anunciada; la misma e inteligente mirada que observaba milímetro a milímetro la exhumación de las criptas del Convento de Santa Clara, entre las que asomó la cabellera de leyenda que dio pie al gran reportaje sobre el amor y posteriormente a los demonios y la novela del mismo tema, y por qué no decirlo, acaso, la mismísima mirada que esperaba una respuesta de la Cabarcas, sobre un pretendido amor que será evocado, en el cénit de su vida y carrera, como la causa de sus memorias tristes.

La mayoría de la muestra periodística de García Márquez que se compila este libro, compuesta por artículos, crónicas, entrevistas, reportajes, ensayo, se puede localizar en la obra dispersa y eso le da un valor adicional, que las muestras son cronológicas y selectas. Para quienes no han tenido la oportunidad de encontrarse con los Cuentos de la Mamá Grande, los Textos Costeños o sus Obras Completas, por mencionar algunos, o para quienes ya las han leído, este libro, coeditado también por el Fondo de Cultura Económica y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, representa un homenaje póstumo y un documento imprescindible, junto a Vivir para Contarla, para conocer y gozar de la obra periodística y literaria de García Márquez.

Los textos no solo evocan el mejor estilo periodístico de Gabriel García Márquez en sus diversas etapas de crecimiento desde la trinchera, sino que también pasan revista a la convicción ideológica que lo orilló al periodismo militante, en una época que en que ser periodista capaz y honesto, se vislumbraba ya como una amenaza para el poder corruptor de la política y las tiranías latinoamericanas.

Seguramente muchos biólogos estarán inconformes con la licencia literaria y periodística de nombrar a los dictadores como gorilas porque al fin y al cabo, el gorila no le pide nada al hombre y no tiene la culpa de la degeneración humana; pero el uso del término calcó a la perfección al salvaje, al que se impone bajo la fuerza bruta y que en la teoría de la evolución se quedó incompleto y alejado de la razón y de la civilización.

El gorila latinoamericano que es una amenaza para el periodismo y la sociedad, tal vez disminuyó un poco en su perfil de militar y dictador, pero hoy en día el nuevo gorila latinoamericano es el que se disfraza de gobernante y usurpa el poder civil con sus hordas de mafias de narcotraficantes y de corruptos que también hacen blanco frágil al periodismo.

Del oficio más antiguo del mundo, del mejor oficio del mundo se ha pasado al oficio más perseguido del mundo.

En nuestras incipientes democracias latinoamericanas el periodismo está en alerta roja ante la combinación explosiva de la política y la corrupción que hacen del ejercicio periodístico un campo minado y con tantas muertes que jamás profesión alguna hubiera resultado tan peligrosa.

Sufrido en carne propia, el mismo Gabo alentó la discusión y la protección del periodista como objetivos de cobertura de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberaoamericano.

Ojalá y que esta iniciativa documentada pueda servir de inspiración a los gremios de periodistas locales que resisten los embates del poder, desde los territorios contaminados por la corrupción política y la delincuencia organizada.

Una de las mayores contribuciones del libro “Gabo Periodista” también es documentar su acción visionaria y de avanzada para recuperar la vigencia de un periodismo moderno y eficiente, a la manera de una escuela viva donde los grandes periodistas del mundo compartían con jóvenes periodistas de Iberoamérica sus experiencias y visiones sobre el mejor oficio del mundo.

Partiendo del principio de que no hay escuela de vuelo para aves y de que el periodista nace, nunca está por demás nutrirse de la experiencia de quienes han logrado conquistar las cimas y aunque las condiciones son diferentes, como particular es la existencia misma, este tipo de libros son como un faro en el puerto de la creatividad porque ayudan a iluminar el camino.

La selección de los textos periodísticos de Gabriel García Márquez no son oro molino, son lingotes de oro macizo.

Los consejos, valoraciones, los análisis y las recomendaciones que sobre el periodismo hace en algunos artículos García Márquez, quedan consignados en esta obra que la convierten en un referente obligatorio para estudiantes y practicantes del periodismo y en una obra imprescindible para sus lectores.

Cinco citas de Gabo Periodista, tomadas del libro de referencia:

“El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla.

“El reportaje no es, ni mucho menos, el periodismo. Pero hay que pensar que al lector siempre le gustará leer una historia completa, alentada por una narrativa de sabor literario.

“La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor.

“Cuando uno se aburre escribiendo, el lector se aburre leyendo.

“Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad.”

Otro acierto de este libro “Gabo Periodista” es que cierra con una minuciosa cronología de los principales hechos de su vida y su trabajo como periodista que va de 1927, el año de su nacimiento, hasta octubre de 2012, cuando recibe la medalla de Bellas Artes por el gobierno mexicano.

El libro se publica en noviembre de 2012, prácticamente a un año medio antes de que la muerte viniera por él para embarcarse al Macondo de la inmortalidad.

Esta antología se lee como los mejores libros, de principio a fin sin soltarlo, y si se ve en la necesidad de interrumpir la lectura, solo es con el propósito de no agotar el material y prolongar su disfrute. Los comentarios y las anécdotas citados por los colaboradores de Gabo, en torno a los materiales publicados, son tan sinceros que cuando se termina el libro a uno le queda un nudo en la garganta por la generosidad y la gran calidad humana de Gabriel García Márquez.

Obvia señalar que hay un atisbo de su vida privada, implícito apenas a través de una entrevista, pero que permea la obra de modo que puede identificarse a la gran mujer que estuvo siempre al lado de este gran hombre, su señora esposa Mercedes Barcha.

Además de ser un reconocimiento y un homenaje merecido al periodista Gabriel García Márquez, este acto también habla muy bien de sus colegas y los comentaristas que lo hicieron posible: Héctor Feliciano, Gerald Martin, Héctor Abad Faciolince, María Luisa Ronderos, Juan Villoro, José Salgar, Jon Lee Anderson, Teodoro Petkoff, Sergio Ramírez, Enrique Santos Calderón, María Jimena Duzán, Alex Grijelmo, Martín Caparrós, Antonio Muñoz Molina, Juan Cruz, Jean-Francois Foguel, Joaquín Estefanía, María Elvira Samper, Alma Guillermoprieto, Jaime Abello y José Luis Novoa.

Tal vez un pendiente de la Fundación que hoy lleva el nombre de García Márquez, consiste en documentar algunos de los cursos que se impartieron tanto por el mismo Gabo, como por otros reconocidos periodistas y ponerlos al alcance del público, o probablemente ya existan. Al menos esta obra de Gabo Periodista consigna lo que pensaba y recomendaba Gabriel García Márquez en torno al periodismo, pero no está por demás compilar también las apreciaciones de personajes como Kapuscinsky y las de los talentosos periodistas de Iberoamérica que participan del proyecto de la FNPI.

Para ser honestos sólo hay un problema con este gran libro publicado a finales del 2012 y es que se trata de una edición no venal, es decir, no está a la venta y únicamente se distribuyó en instituciones educativas y bibliotecas públicas.

Lástima, porque en la biblioteca de mi pueblo había dos ejemplares y ahora solo queda uno.

miércoles, 5 de abril de 2017

Una selfie con García Márquez

Empezaba a oscurecer.

O tal vez sea una de las precisiones de la memoria, que dibuja a Gabriel García Márquez como si estuviera iluminado y todo a su alrededor oscuro. Lo que es cierto y seguro es que era un día entre semana por la tarde, porque entonces yo estudiaba en la Universidad por la mañana y la otra mitad del día era empleado de la Librería Gandhi de Coyoacán.

Entonces sólo existía la antigua y única librería "Gandhi", hacia finales de los años noventa, pero ya consolidada como un espacio de libros clásico que era visita obligatoria de escritores, intelectuales, lectores, artistas y bohemios.

Hasta la fecha, la presencia de escritores ahí es frecuente y para algunos empleados de la librería esas visitas eran la oportunidad para platicar y obtener la dedicatoria en las obras de sus autores. Varios trabajadores de la "Gandhi" nos disputábamos para ser los primeros en atender a los escritores de renombre que según nuestra propia experiencia de desplazamiento de sus libros entre los lectores les asignábamos una importancia determinada. También había algunos autores que parecían espantapájaros porque a la hora de su visita y por su trato no tan cálido, los empleados nos desaparecíamos como por arte de magia.

Empezaba a anochecer y parecía un día normal, hasta que el revuelo comenzó por la entrada de la librería. De pronto, mucha gente, entre clientes y empleados se remolinaron en torno a alguien y el barullo impedía acercarse, pero era una señal precisa de que un personaje destacado había llegado. Casi enseguida corrió la voz: "¡Llegó Gabo, llegó Gabo!" y nuestro primer impulso fue ir corriendo a la sección de novela y tomar Cien Años de Soledad para acercarse al maestro.

De manera natural se formó una fila para conseguir el autógrafo de Gabriel García Márquez, que con una sencillez de santo preguntaba el nombre de las personas para escribirles su dedicatoria. Cuando fue mi turno, entre empujones me acerqué al maestro y no pude evitar extenderle la mano para saludarlo, él sonrió,vestía un saco a cuadros y ya las canas y sus lentes le daban el aspecto de un sabio que contemplaba un fenómeno ordinario, pero se notaba gozoso y feliz de ver coronada su vida y su obra con el reconocimiento espontáneo de la gente, me saludó con un apretón de manos fuerte y firme y sentí en ese momento una ligera descarga eléctrica que sacudió todo mi cuerpo y luego una sensación de calor agradable.

El maestro sonreía y me dio la impresión de que una lágrima asomaba por sus ojos. Todo lo que quería preguntarle me lo contestó con ese fugaz y momentáneo saludo de manos y su mirada colmada de felicidad. Yo quedé satisfecho y lo miraba a la distancia. Apenas terminó de escribir las dedicatorias a las dos docenas de personas que se encontraban a esa hora en la librería se retiró como entró, en medio del júbilo y la buena vibra de todos.

Las personas que estaban en la cafetería y las que se encontraban en el área de discos apenas empezaban a llegar a la sección de libros y a solicitar con urgencia "Cien Años de Soledad".

Una clienta joven y guapa, de una gabardina oscura y una mascada naranja, parecía artista de cine, me pidió el mismo libro y me dijo "o tráigame cualquiera de Gabo, rápido por favor, que se va." Me deslicé con velocidad a la sección de novela y el espacio de exhibición dedicado a ese autor aparecía vacío. Con el mismo sentimiento de premura me dirigí a la bodega y justo en ese momento sacaban más libros de García Márquez, pero como tenían que registrar el título y número de libros que se sacaban perdí un par de minutos.

Salí al área de ventas con varios ejemplares de "Cien Años de Soledad", pero la chica que me lo había solicitado ya no estaba. García Márquez ya se había marchado y los demás clientes empezaban a dispersarse. Acomodé los libros en su lugar y me acordé de repente que mi libro autografiado lo había dejado en la mesa donde la chica bella me había pedido un ejemplar de Gabo. Lo busqué con ansia, pero el libro ya no estaba y la joven tampoco.

Pregunté en cajas si alguna chica hermosa de gabardina oscura y mascada naranja había comprado "Cien Años de Soledad" y la cajera me contestó que sí, que ella misma le preguntó a la clienta si se iba a llevar el libro de todos modos porque el escritor García Márquez ya se había retirado de la librería y la joven le dijo que sí, que se lo cobrara lo más rápido que fuera posible porque "hay días en que una se levanta con suerte" y luego se retiró con mucha prisa.

En esos años el teléfono celular era incipiente y las cámaras fotográficas no eran tan prácticas ni populares como para andar cargando una todo el tiempo.

Pasados los años visité el museo de cera de la Ciudad de México y ahí me volví a encontrar con Gabriel García Márquez, era la segunda vez en la vida que me lo encontraba y podría jurar que vestía como la última vez, solo que ahora estaba convertido en una inmortal figura de cera.

Estuve todo el tiempo que quise junto a él y festejé nuestro encuentro con una selfie.


viernes, 24 de febrero de 2017

Algunos documentos históricos de Oaxaca

Compartimos acá unos documentos históricos de Oaxaca, que fotografió el distinguido señor Carlo Magno Ochoa Arellano y que resultan de interés público.

Gracias a la iniciativa de Carlo Magno para salvar el archivo documental del Poder Ejecutivo estatal, es que podemos apreciar estas joyas documentales que forman parte del patrimonio documental de Oaxaca.

 ACTA DE NACIMIENTO DE RICARDO FLORES MAGÓN




ACTA DE NACIMIENTO DE JOSÉ VASCONCELOS


ACTA DE DEFUNCIÓN DE MACEDONIO ALCALÁ




lunes, 13 de febrero de 2017

Ciudad de los Archivos: la verdadera historia del hombre que salvó la memoria histórica del Poder Ejecutivo de Oaxaca

Es enero del 2010.

Oaxaca disfruta vientos frescos en la política local y las expectativas de la alternancia en la gubernatura generan una sensación promisoria de cambio social.

Al menos esa era la idea que cruzó por la mente del contador público Carlo Magno Ochoa Arellano, el ex agente municipal de Cinco Señores de la ciudad de Oaxaca de Juárez, mientras hacía antesala en la oficina del nuevo secretario de administración para conseguirse un empleo.

Tras una breve espera pasó al amplio despacho del secretario y lo primero que llamó su atención fue una pintura al óleo de Don Benito Juárez que, sobre un mueble de fina madera, parecía esperar un lugar para ser reubicado.

“Ya somos dos”, pensó con ironía Carlo Magno, mientras el secretario de administración iba directamente al tema: “Ya te conseguí un trabajo en el que vas a estar bien, con un sueldo bueno y una gran tranquilidad porque allí no se hace nada: te vas como Director del Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado, allá no hay nada que hacer” y le firmó su nombramiento.

La noche antes de asumir como nuevo director, Carlo Magno soñó que ingresaba en un gran edificio moderno, pero que al subir las escaleras ese edificio se convertía en un estrecho inmueble en ruinas y con escaleras peligrosas y truncas. Bajo sus pies se abría el vacío y por el vértigo y el temor, él no se atrevía a brincar para alcanzar el piso firme de la oficina siguiente en cuyo interior se encontraba abandonado en medio de un enorme charco de lodo, un cuadro con la figura de Benito Juárez.

Ese sueño no lo recordaría sino hasta dos horas después de tomar posesión de su cargo y que luego se convertiría en una pesadilla recurrente durante muchos meses en su calidad de director del Archivo.

Nada qué hacer

El Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado se ubica en los anexos del ex Convento del templo de los Siete Príncipes, construido en la segunda mitad del siglo XVIII, en la calle de Santos Degollado al sur de la ciudad capital.

El templo de los Siete Príncipes sigue en funciones; las instalaciones que fueran del Convento de las Hermanas Capuchinas de Oaxaca, albergan desde 1963 a la Casa de la Cultura Oaxaqueña, por obra del gran periodista y promotor cultural Don Néstor Sánchez. Los anexos del ex Convento, detrás del templo católico funcionan como la sede del archivo del Poder Ejecutivo desde 1977.

En su primer día como Director General del Archivo, Carlo Magno llegó puntual a su oficina y se asombró de la extraordinaria cantidad de polvo que cubría muebles, paredes y pisos y sobre todo, de los legajos de documentos amontonados y olvidados sobre su escritorio y otros tantos paquetes apilados en los pasillos de su oficina.

Antes de poder preguntar por los responsables del aseo, el personal del Archivo invadió prácticamente su oficina, a la manera de quienes encuentran un intruso infraganti. Allí estaban las y los delegados sindicales, el personal administrativo, el personal técnico especializado, los del servicio de limpieza y todos ellos lo miraban como a un extraño y con una actitud hostil.

Mucho más adelante Carlo Magno sabría que ese recibimiento a los nuevos directivos era normal en el Archivo porque la mayoría de los funcionarios que llegaban a encabezarlo no se involucraban, se ausentaban con bastante frecuencia, mostraban indolencia y había sospechas de que algunos sustraían  documentos históricos.

El nuevo director quiso saludar de mano a todo el personal, pero éstos se cruzaron de brazos, por lo que volvió a su sillón y tomó la palabra: “Buenos días compañeros, mi nombre es Carlo Magno Ochoa Arellano, soy contador público y es para mí un gran honor aceptar la invitación que me hizo el señor Gobernador para dirigir esta dependencia.”

Les ofreció que se presentaran, pero todos permanecieron en silencio y solo miraban con indiferencia al funcionario en medio de un pesado y tenso ambiente. Como tampoco se movían, el director tomó la iniciativa y pasando un dedo sobre el empolvado escritorio y mostrándoles el polvo en la yema de su índice les dijo: “yo creo que aquí hay mucho trabajo por hacer”.

Una delegada del personal sindicalizado dio un paso al frente, tomó un legajo de documentos del escritorio y lo levantó en alto y dijo: “Pues usted debería de saber que aquí no hay nada que hacer porque no se puede hacer ¡nada!”, al tiempo que dejaba caer los papeles sobre su mismo lugar, lo que levantó una enorme nube de polvo sobre el rostro del director.

Carlo Magno tomó el mismo legajo de documentos y levantándolos también en alto dijo: “Pues yo creo que sí podemos hacer ¡mucho!”, al tiempo que los dejaba caer sobre su mismo lugar, lo que generó más polvo en dirección de la delegada.

La delegada tomó nuevamente el legajo de viejos documentos, los volvió a levantar y le inquirió: “Entonces, usted díganos, ¿qué podemos hacer?” dejando caer pesadamente aquellos expedientes que levantaron otra densa nube de polvo que empezó a invadir el espacio de la dirección.

Esa escena, por sí misma chusca, invitaba a la risa, pero ni siquiera inmutó a los trabajadores, que por el contrario, mantenían una actitud seria y grave. Entonces, Carlo Magno levantó el mismo grupo de documentos y mientras decía ““¡Pues por lo menos podemos hacer polvo!” los dejó caer con más fuerza.

La inmensa nube de polvo provocó que algunos empleados tosieran y todos empezaron a  salir de la oficina del director, dejándolo en medio de aquella polvareda, con la boca seca y un fuerte sabor amargo y sobro todo con un pesado sentimiento de frustración.

Carlo Magno recordó entonces las palabras del secretario de administración: “Allí no se hace nada” y con mucho coraje se dijo para sí mismo, “Pues si no se hace nada, ¡que no se haga nada! voy a ser igual que la mayoría de los que se han sentado aquí; voy a disfrutar mi beca y lo demás ¡que se lo cargue el diablo!” y girando su sillón hacia una esquina de su despacho, descubrió que detrás de un montón de papeles amarillentos amarrados con un hilo de algodón, se asomaba parte de un cuadro con el rostro de un hombre que le estaba siendo familiar y que lo miraba con cierto asombro e incredibilidad: Don Benito Juárez.

Carlo Magno sintió escalofrío. La mirada penetrante de Juárez parecía que lo juzgaba y le reprochaba algo y repentinamente recordó el sueño que había tenido la noche anterior.  Volvió a ver todo todas las imágenes oníricas y sintió la angustia por no poder alcanzar el piso para levantar el cuadro de Juárez del charco de lodo.

Repentinamente, saltó de su sillón y levantó el cuadro de Juárez, y lo recargó en los legajos de documentos sobre su escritorio. Inclinó la cabeza en signo de respeto y le ofreció disculpas al Benemérito, pensando que había blasfemado. Miró a su alrededor y su mente de contador hizo un rapidísimo inventario de la situación y de pronto, como si hubiera encontrado algo que andaba buscando sonrió hacia Juárez con complicidad y lleno de energía dijo en voz alta: “¡Cómo que no hay nada qué hacer!”

Por lo menos ese día desapareció el polvo de la oficina, los documentos se apilaron ordenadamente en otro espacio y el cuadro de Benito Juárez encontró lugar en la pared principal detrás del director. Obvia señalar que Carlo Magno regresó a su casa irreconocible por el polvo y la suciedad y con un tremendo cansancio que lo hizo dormir como piedra.

El día más triste

En su segundo día como director, el contador Ochoa Arellano era lo más parecido al hombre invisible, recorrió las instalaciones, saludó al personal, pero solo algunas personas le regresaban de mala gana el saludo. Observó durante un rato el movimiento en la sala de consulta del archivo donde algunos visitantes, investigadores y estudiantes consultaban documentos.

El Archivo es de esas instituciones en que puede faltar el director y ésta sigue su marcha, pero eso no es un signo de normalidad, sino de algo mucho más grave que se oculta en su interior, pero al nuevo director ese ambiente le pareció normal y ordenado.

Miró con satisfacción al personal técnico que vestidos con batas, cubrebocas y guantes saneaban algunos viejos documentos. Allí estaba la delegada, detrás de un escritorio con varios catálogos de ropa y calzado, de los que se venden en abonos,  junto a una vieja máquina de escribir y con unas vasijas de plástico con alimentos y un jugo de naranja. La delegada lo miró con sorna y descrédito y él pudo apreciar con toda claridad en el escritorio, que el polvo no le era ajeno a la delegada.

Incómodo, pero no vencido, Carlo Magno le solicitó al jefe del archivo que le mostrara los almacenes donde se encontraba el archivo histórico. El encargado le dijo que le podía abrir la puerta, pero que ahí nadie entraba por las malas condiciones del lugar: humedad, hongos, roedores, muebles en mal estado y la amenaza de derrumbes.

El director sonrió, pensó que esas personas exageraban pues ya habían fijado su postura, ya había recorrido el área de atención a usuarios y todo parecía normal, pero nunca imaginó que esa área de atención al público solo era la punta visible de un extraordinario iceberg que ocultaba seis toneladas de documentos históricos a punto de irse a la basura.

Sin sospechar siquiera el desafío al que se enfrentaba, Carlo Magno ingresó a las oscuras bodegas, en las que ni siquiera había luz y la escasa iluminación filtrada por grietas en los techos no alcanzaba a iluminar los pasillos. El olor a humedad y a orines de gatos lo invitaban a abandonar aquel lugar.

Buscó a tientas los encendedores de los focos, pero sólo una vieja bombilla de sesenta watts en la entrada le permitió ubicarse en medio de una enorme sala con cientos de cajas apiladas debajo de plásticos que los protegían de las filtraciones del agua de lluvia.
Los antiquísimos muros del lugar tienen fisuras que pareciera que se van a caer de un momento a otro; partes del techo de esa nave con enormes horcones a punto de derrumbarse y un olor infernal a humedad penetrante e insoportable.

Vencidos archiveros de metal y de madera a punto de venirse para abajo se sostenían de milagro en algunas paredes, mientras de sus saturados espacios escurrían documentos amarillentos y arrugados, como un arroyo de papel. No se podía caminar siquiera entre esos pasillos llenos de cajas rotas y también de documentos apilados y amarrados burdamente con mecates.

Los archiveros que ya se habían vencido por efecto de los sismos y el descuido habían generado pequeñas montañas de documentos históricos que formaban un paisaje surrealista. Era increíble que la historia documental de los gobernadores de Oaxaca desapareciera bajo la indiferencia del propio estado y de su principal resguardante, el Archivo General.

“Está cabrón”, dijo Carlo Magno, “esto es un auténtico basurero. Ni en diez años se podría ordenar todo esto y ni en 30 años se podría rescatar.” Derrotado se sentó sobre unas cajas amontonadas, deseando que no fuera a aplastar a algunas ratas. “Se me hace que aquí no hay nada que hacer, definitivamente” pensó.

Al azar estiró la mano y tomó el primer documento que encontró y con apoyo de la luz de su teléfono celular pudo leer que se trataba de una Real Carta de Provisión del Rey de España emitida en 1777, rápidamente estiró la mano y tomó otro documento que leyó y contuvo la respiración, se trataba de un documento firmado por Don Benito Juárez en su calidad de Síndico del Ayuntamiento de Oaxaca.Se incorporó de un salto. Tenía entre sus manos un documento original que había pasado por las manos de don Benito Juárez y que estaba allí como un simple desecho.

Miró entonces a su alrededor. Cuánta documentación importante yacía allí olvidada, maltratándose y  con la amenaza de desaparecer irremediablemente. Cuántos documentos originales y valiosos, como los del propio Benito Juárez, el gran defensor de la patria, estaban a punto de perderse.

Sintió coraje, rabia e impotencia. En medio de aquel extraordinario mar de papeles cayó de rodillas y lloró inconsolablemente, largo rato.

En medio de su tristeza se dio cuenta de que éste era precisamente el trabajo que se tenía que hacer y toda esa frustración que lo invadía se convirtió en un renovado coraje para enfrentar el desafío de salvar el archivo hasta sus últimas consecuencias.

Dice Carlo Magno que ese día ha sido el más triste de su vida.

Del día más triste al día más largo


Toda la noche de ese día Carlo Magno estuvo pensando en soluciones posibles para el problema del archivo y concluyó que la única persona que podría apoyarlo era el gobernador del estado o al menos por ahí debería de empezar.

Desde muy temprano llegó al Palacio de Gobierno y su nombramiento le facilitó el acceso a la oficina del gobernador.
Cuando llegó el personal administrativo de la oficina de la gubernatura se sorprendieron de ver a un ciudadano haciendo fila para tratar de hablar con el gobernador. Con pena le dijeron que el gobernador no atiende así, que tiene que solicitar una audiencia y dejar sus datos personales y que posteriormente lo contactarían por teléfono.

Pero Carlo Magno exhibió su nombramiento como Director del Archivo y les explicó que la historia documental de Oaxaca corría un grave peligro por lo que era urgente concertar con el gobernador el rescate del archivo. El personal de la oficina del gobernador lo miraron con cierta compasión. Una secretaria murmuró con un gesto de resignación: “en Oaxaca todo urge”. Así que él decidió esperar allí.

Desde la banca que está afuera de la antesala de la gubernatura en el Palacio de Gobierno, se aprecia un mural sobre la historia de Oaxaca en el que destaca de manera visible el rostro de Juárez.
Carlo Magno contemplaba el mural y le parecía adivinar que las evidencias documentales de toda la historia que refleja ese mural, estaban registradas en los olvidados papeles que probablemente a esa hora mordisqueaban los ratones en el almacén del Archivo.

Eso estaba pensando cuando un tumulto subió por las escaleras principales. Al centro iba el gobernador a paso veloz mientras un séquito de asistentes, guaruras, ayudantes y funcionarios trataban de ganarle el paso.

Carlo Magno se le plantó enfrente, pero fue arrollado por el grupo de personas que rodeaban al representante del Poder Ejecutivo, que lo hicieron a un lado como un objeto. Carlo Magno, levantando los papeles que llevaba consigo le gritó: “¡Señor gobernador, señor gobernador, soy Carlo Magno, el director del Archivo, tengo algo muy urgente que plantearle!”

El gobernador miró de soslayo los viejos documentos que exhibía Carlo Magno y siguió su rápido paso sin detenerse. Uno de sus ayudantes, con papel y lápiz en mano, arrinconó a Carlo Magno contra la pared y le espetó: “¿Qué se le ofrece?”

–Soy Carlo Magno Ochoa… Director del Archivo General del Poder Ejecutivo.

-¿Tiene cita con el gobernador?

“No, pero es algo urgente.” A Carlo Magno la lengua se le enredaba por todo el tropel de palabras que quería decir, la actitud de los trabajadores, el valor de los documentos que se destruían a cada segundo, este era un asunto de la máxima urgencia y era deber del gobernador darle la mayor prioridad, pero no dijo nada y respiró profundo.

-Mire--le dijo su interlocutor—el gobernador tiene una agenda muy apretada, hoy va a estar todo el día aquí en la oficina, pero no lo podrá atender porque usted no tiene cita previa. Proporcióneme sus datos y el asunto y nosotros lo canalizamos con algún funcionario para que lo atiendan.

-Ya dejé mis datos en su oficina, pero este asunto sólo lo puede decidir el gobernador y realmente es urgente, créame, es un asunto muy importante y prioritario que tiene que atender el gobernador, se trata de la destrucción del acervo histórico del Poder Ejecutivo, documentos de la Colonia, papeles firmados por Benito Juárez, se están echando a perder, tenemos que hacer algo, el gobernador tiene que hacer algo...

El ayudante asintió con la cabeza y le recomendó que esperara allí para ver si el gobernador lo podría atender en un espacio que tuviera, pero no le prometía nada y le reiteró su ofrecimiento de canalizarlo con algún secretario del gabinete. No era la primera vez que un funcionario menor quería hablar con el gobernador. Los hacían esperar y después de aburrirse un rato, por su propio pie abandonaban el palacio de gobierno.

Mientras esperaba se dio cuenta de la enorme cantidad de empresarios, políticos, funcionarios y particulares que iban a ver al gobernador. En realidad estaba muy ocupado. Pasó el medio día y Carlo Magno no se despegó ni para ir a desayunar. Luego vino la hora de la comida y entró la tarde y la noche y él seguía allí en estoica espera con hambre y cansancio, pero determinó que si no resolvía este asunto renunciaría al Archivo. Además, el tiempo de espera le sirvió para ensayar miles de veces las palabras que le diría al gobernador, reduciéndolas cada vez a lo esencial.

A las once de la noche, el gobernador, visiblemente cansado, salió de sus oficinas y miró con curiosidad al hombre que buscaba su atención. Uno de sus ayudantes le dijo “es él”. El gobernador hizo una mueca de resignación y extendiéndole la mano lo saludó: “¿Qué pasó Carlo Magno, cómo está usted?”

-Señor gobernador, me da mucha pena quitarle unos minutos, pero lo que tengo que decirle realmente es algo muy importante.

El gobernador dio un largo bostezo, se restregó el rostro con las palmas de sus manos y lo invitó a pasar a la Sala de Gobernadores, donde se sentó exactamente detrás de un retrato de Benito Juárez, que miraba directamente a Carlo Magno.

Exhibiendo los documentos sobre la enorme mesa de fina madera el director del archivo le explicó que había unas seis toneladas de documentos históricos como esos, echándose a perder en el Archivo General, por lo que era necesario rescatarlos desde las más altas esferas del poder.

Gabino Cué lo escuchó con atención, observó los documentos y le dijo: “-No hay dinero, pero gestiona.  Haz todas las gestiones que sean necesarias, cuentas con mi apoyo”.

Y prácticamente en un minuto se resolvió una espera de más de doce horas.

Se despidieron y Carlo Magno sintió que salió como entró, con la misma incertidumbre, pero la diferencia era que ahora tenía una luz de esperanza pues contaba con la anuencia del propio gobernador y esa sería su carta principal para salvar al archivo.

Debut y despedida o bueno, casi.

La mañana siguiente el director del Archivo llegó más temprano que de costumbre, lo acompañaba una secretaria que contrató, pues si no tenía un aliado, por lo menos contaba con alguien que sí lo apoyaría.

Convocó a una reunión de trabajadores y les exhibió los documentos que encontró al azar durante su visita al archivo histórico. Los exhortó para que iniciaran el rescate de ese acervo y se comprometió para trabajar hombro con hombro, en la medida de sus posibilidades para iniciar a la brevedad ese rescate. Incluso les comentó que el propio gobernador se comprometió a apoyarlo.

Le contestó la misma delegada de la primera vez, le dijo que si esos documentos estaban así no era por culpa de los trabajadores porque nunca se les ha apoyado con insumos de protección y recursos necesarios para su rescate, que ese trabajo representa un trabajo adicional al de sus contratos laborales y que al menos el sindicato, no iba a arriesgar a los trabajadores dejándolo que ingresaran a un edificio en ruinas que se podría caer en cualquier momento.

Una severa sentencia cerró la intervención de la delegada, lo que le valió los aplausos de los trabajadores: “Todo este caos que usted ve, no lo hemos generado nosotros los trabajadores, sino los gobiernos y los directores del Archivo que han venido, con su negligencia, con su indiferencia porque nunca se han comprometido seriamente y no creo que usted haga realmente algo por el Archivo, porque si usted lo hace, créame, ese día yo me muero”.

Carlo Magno se decidió a poner el ejemplo y conjuntamente con su secretaria empezó a trabajar en el almacén, con tan mala suerte, que se desprendió una tabla de un viejo archivero y con el peso de las cajas y los paquetes de documentos, le cayó en el antebrazo a él y al rebotar en el piso, le lastimó el pie a su secretaria.

Esa fue la gota que derramó el vaso en su relación con el sindicato, ya que todos se enteraron del accidente y al día siguiente Carlo Magno Ochoa Arellano, el Director del Archivo General del Poder Ejecutivo fue emplazado a abandonar el Archivo por el sindicato de trabajadores de todo el estado.

Un total de 700 empleados solidarios con sus compañeros del archivo central, habían determinado que no era posible que el director les exigiera el trabajo de rescate del archivo, pues él mismo había puesto en riesgo su integridad por su terca determinación de meterse en la peligrosa bodega.

Los cinco delegados de los archivos de todo el Estado le dieron una encerrona en su oficina a Carlo Magno que, resignado, les dijo, “está bien, no voy a continuar con mi idea de salvar el archivo, pero siendo inevitable que me tenga que ir, me gustaría despedirme de los compañeros” y como si se tratara de su última voluntad le permitieron encarar a los 700 trabajadores que, apostados en el patio central mostraban su poderosa fuerza sindical:

“Compañeras y compañeros del Archivo. Para mí ha sido muy grato haber trabajado unos días con ustedes. Es inevitable que al tomar ustedes el archivo, yo me tenga que ir y me voy porque de todos modos, cuando se enteren allá arriba que me tomaron el archivo, me van a despedir.

“Asumo mi responsabilidad de querer hacer lo que nadie ha hecho por este archivo, asumo la responsabilidad de haber creído que aquí había gente comprometida con Oaxaca y su historia, porque ustedes, como trabajadores de este lugar, tienen la más alta misión de salvaguardar y proteger la memoria histórica de su Estado, y sin embargo, ustedes están renunciando a esa responsabilidad.

“Tanto a mí como a ustedes, el gobierno nos paga para hacer nuestro trabajo y gracias a este trabajo ustedes son capaces de llevar una bolsa de pan a sus hogares y disfrutarlo con sus seres queridos.

“Tal vez la última bolsa de pan que yo lleve hoy a mi hogar por este trabajo, la voy a disfrutar porque al menos, intenté ganármela con dignidad, con responsabilidad y tratando de hacer bien mi trabajo. En cambio, muchos de ustedes, también llegarán a su hogar con su bolsa de pan, pero a diferencia de mí, ustedes cargarán con el remordimiento de no hacer bien su trabajo, de haber contribuido a perder la mayor riqueza documental de la historia de Oaxaca y por este motivo, sus hijos y sus hijas jamás podrán conocer los documentos de este acervo maravilloso.

“Y ni los oaxaqueños del futuro podrán conocerlo porque ustedes lo dejarán perder y pasado el tiempo en que todos esos documentos se vayan a la basura, yo tendré la enorme satisfacción de haber intentado salvarlos y ustedes, cargarán con el remordimiento y la pena de haberlos dejado perder.

“Entonces, sus hijas y sus hijos que un día necesiten y busquen un recuerdo histórico de los que están en este archivo, no lo encontrarán y sabrán que ustedes trabajaron aquí y que ustedes los dejaron perder y entonces los juzgarán por su negligencia. Adiós amigos, fue muy grato tratar de trabajar con ustedes.”

Carlo Magno se dirigió a la salida, pero un grupo de trabajadores le dijeron: “Creo que debería de darnos la oportunidad de platicar unos minutos entre nosotros. Regrese a su oficina y en seguida tomamos una decisión.”

Regresó a su despacho, se encerró y contempló el rostro de Juárez, se imaginó que el Benemérito debió haber pasado muchos obstáculos y momentos difíciles como éstos, incluso poniendo en riesgo su vida y a pesar de eso fue capaz de vencer y defender a la República. Se imaginó otro encuentro con el gobernador, tal vez lo regañaría por no poder operar el rescate de los archivos y muy probablemente no le ofrecerían otro empleo. Pero lo que más le dolía, sin duda, era eso, no poder hacer nada por salvar los archivos.

Eso le generó vergüenza y hasta le dieron ganas de llorar, cuando tocaron a la puerta de su despacho: “Ya puede salir, queremos hablar con usted”.

“Señor director, nosotros los que integramos la base trabajadora del Archivo, hemos convenido en primer lugar, que no apoyamos a nuestros dirigentes sindicales y su postura de no involucrarse en el rescate del archivo.

“Creemos, como usted, que somos precisamente nosotros los responsables de salvaguardar parte de la memoria histórica de nuestro estado y tenemos la capacidad y la convicción para hacerlo.

“Cada nuevo director que llega a esta institución, ha sido advertido del alcance histórico y de la urgencia de salvar esa memoria documental, pero nadie nos ha hecho caso, pues siempre nos dicen que revisarán el asunto y así se pasa el tiempo sin resolver nada, porque ellos están de paso y nosotros nos quedamos aquí.

“Esta es nuestra segunda casa, aquí pasamos la mitad de nuestras vidas, amamos nuestro trabajo, vivimos de esto y queremos contribuir con nuestro esfuerzo para recuperar esa memoria histórica, por eso, en segundo lugar, hemos determinado que usted, que es una persona convencida de la importancia de rescatar el archivo, no se vaya, queremos que se quede aquí y que nos ayude a gestionar ese rescate, sin demagogias y con el compromiso determinante de que nos apoyará realmente para no dejarnos solos y así poder concluir esta gran obra.”

Una nutrida salva de aplausos invadió el viejo edificio.

Carlo Magno estaba francamente emocionado y les contestó, “pues si ustedes están dispuestos a trabajar hombro con hombro conmigo, yo los invito a desayunar mañana a todos ustedes.”
Otra ráfaga de aplausos invadió el lugar y de pronto una llamada sonó por el celular de Carlo Magno, aún sin ver el número pudo identificar sin temor a equivocarse la voz del secretario de administración, su jefe, que le dijo: “Me enteré que te tomaron el Archivo?” –No señor—contestó-- por el contrario, estoy organizando un desayuno para mañana temprano para los 700 trabajadores del archivo de todo el estado. El secretario le contestó: “Pues tú que me sacas a los trabajadores de su oficina en horas de trabajo y yo te corro. No te permito que interrumpas las actividades laborales” y en seguida colgó con fuerza.

Carlo Magno explicó brevemente la situación a los trabajadores y que por ese motivo se suspendería el desayuno, pero los sindicalizados le dijeron “Ahora nos cumple con el desayuno y si el secretario de administración lo quiere correr, primerito lo vamos a correr a él”.

Más aplausos y gritos de júbilo.

Esa fue la primera gestión que logró Carlo Magno con los empleados del Archivo, sellada con un desayuno que marcó una nueva relación entre los trabajadores y el director y que fijó el compromiso conjunto para iniciar una de las más grandes obras de rescate de los archivos públicos.

Hazaña de héroes

Los trabajadores sindicalizados trabajaron, incluso, fuera de sus horarios laborales y dieron un gran ejemplo de compromiso y voluntad para lograr el rescate de los archivos. La gran mayoría de ellos trabajaron domingos y días festivos, para recuperar, sanear y ordenar valiosos documentos para la historia local y nacional. Carlo Magno asegura que los verdaderos héroes de esta gran hazaña fueron las y los trabajadores del Archivo que con su entusiasmo y compromiso reivindicaron su papel de guardianes de la memoria histórica de Oaxaca.

Cuestionado sobre la trabajadora que aseguró que se moriría si Carlo Magno lograba hacer algo por los archivos, Carlo Magno afirma risueño que ese es su único pendiente.

Las demás gestiones que hizo Carlo Magno se tradujeron en una gran concertación de acciones entre el gobierno federal y estatal y con los sectores social y privado para el rescate de los archivos de Oaxaca.
Destacan entre esas acciones, el haber conseguido la anuencia y el apoyo del Secretario de Gobernación Miguel Angel Osorio Chong y del empresario Alfredo Harp, que fungieron como ejes para concertar mayores apoyos que dieron vida a la Ciudad de los Archivos.

Carlo Magno sabe ahora que en cualquier lugar público y privado, la imagen de Juárez tiene una gran fuerza inspiradora, ya que en los peores momentos de esta gran hazaña, por una u otra razón, el Benemérito siempre se le aparecía para alentarlo a continuar con su trabajo.

Durante una ceremonia por la inauguración de la nueva sede de los archivos, una distinguida dama comentó en público que estaba muy orgullosa que oaxaqueños como Carlo Magno hicieran algo por Oaxaca, Carlo Magno sonrió agradecido y aclaró que él no era oaxaqueño, sino chiapaneco.