martes, 24 de noviembre de 2009

¿Existen las brujas?

Ver para creer.
He escuchado muchas historias sobre sucesos paranormales.
Realmente poco he podido explorar, ya que la mayoría de los relatos forman parte del imaginario colectivo.
En lo personal hay un par de experiencias a las que la única explicación que se me ocurre es el estrés.
La primera fue cerca de un arroyo seco, como a las doce de la noche, bajo la tenue iluminación de la luna. Un anciano muy delgado de cabello cano, con una nariz aguileña y de mirada inquisitoria, venía hacia mí cubierto con lo que parecía un huipil con adornos de grecas blancas, negras y rojas. De ningún modo se le podían ver los pies. Supongo que por la oscuridad o bien porque venía flotando.
Parecía una imagen de un zapoteco de tiempos muy antiguos. Tal vez desde antes de la colonia. Venía de frente como a diez metros de distancia. Bajé la mirada y pensé precisamente en tono de broma "este cuate bien podía pasar como un sacedorte zapoteco antiguo".
Levanté la mirada y aquella figura que casi tenía frente a mí desapareció sin una explicación lógica. No había ningún lado a donde hubiese podido meterse, doblar, esconderse, subirse o bajarse. Simplemente desapareció. Obviamente yo no había bebido y al pasar por el lugar por el que lo ví la última vez, antes de aquel instante brevísimo en que bajé la mirada, sentí como si me hubieran echado una cubeta de agua fría en la espalda.
En ese arroyo tiempo después cuatro remolinos me envolvieron en su centro, al mismo tiempo, de modo tal que estuve enfermo una semana por la cantidad de polvo y bacterías que había respirado. También, pesar de encontrarse en una zona semiurbana, una vez en ese arroyo ví pasar, también de noche, una familia de coyotes.
Es una visión maravillosa, tienen el ocico puntiagudo, las orejas extremadamente levantadas y avanzan con sigilo mientras el ladrido de los todos los perros advierten su presencia.
Bueno, empecé con este asunto de las brujas porque en una casa del Barrio de Jalatlaco de la Ciudad de Oaxaca de Juárez, al parecer hay el fantasma de un niño pequeño que se aparece por las noches y que es visto y señalado en la oscuridad por otro niño pequeño de apenas tres años, sin lugar a dudas.
Cerca de esa casa que estuvo abandonada durante siete años, como a dos cuadras, está un Panteón, cuyas casas que lo circundan curiosamente o están desocupadas o en renta o en venta.
Son las construcciones que están sobre el Boulevard Eduardo Vasconcelos antes de llegar a la nueva unidad del ISSSTE.
Y hoy martes en la madrugada, las siluetas de dos pequeñas personitas me miraban a través de una ventana de una recámara desocupada que está enfrente de mi recámara. No lo quise creer, pero las pesadillas no me dejaron dormir pues sentía que debajo de la cama alguien pronunciaba mi nombre mientras una mano grande que salía debajo de la cama me apretaba fuertemente el brazo.
Yo atribuyo eso al estrés. Al parecer hay comentarios de personas serias que ciertos días de la semana, como los martes o viernes, se sienten observados desde esa ventana, en la que no hay gatos, perros ni humanos.
Próximamente me iré a dormir ahí, llevaré una grabadora, una cámara que filma en la oscuridad y por si las dudas, un bote con agua bendita, no vaya a ser la de malas.

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