miércoles, 4 de noviembre de 2009

Usos y costumbres vs usos y costumbres

Es una asamblea comunitaria populosa.
Nunca como antes los ciudadanos del municipio indígena en algún lugar de Valles Centrales, habían tenido el mayor interés en escuchar hablar a su presidente.
Los rostros compungidos de los integrantes del ayuntamiento mostraban rabia y temor.
El presidente no pudiendo contener el coraje y la impotencia lloraba honestamente frente a su pueblo.
Todo comenzó cuando algunos habitantes consideraron que ya era tiempo de frenar las compras de terrenos de la comunidad por parte de personas ajenas al municipio.
Su buena fé partió de una mala perspectiva de la oferta y la demanda, ya que centraron el problema en los compradores y no en que los originarios tenían la necesidad de vender sus propiedades porque la pobreza no les dejaba otra alternativa.
El presidente se sintió respaldado por su pueblo y con esa legitimidad anunció un ambicioso programa de recuperación de terrenos y comenzó a despojar a los propietarios que no son originarios de la comunidad.
La asamblea comunitaria, en su humilde condición, como la de las propias autoridades municipales, nunca pensaron en asesorarse. "Son usos y costumbres", pensaron "y la palabra del pueblo es ley."
No imaginaron que algunos afectados o posibles afectados también tomaron el asunto como una cuestión de usos y costumbres y en vez de recurrir a la justicia decidieron actuar como ahora lo explicaba el presidente con lágrimas en los ojos:
Resulta que un asesino a sueldo fue a buscar a la madre del presidente municipal y que encontrándola como una persona mayor y humilde que juntaba chapulines en el campo le entró un sentimiento de humanidad por aquella respetable anciana, de modo que no cumplió su cometido y se le acercó y le pidió que lo llevara con alguno de sus familiares. Por lo que la anciana lo llevó con uno de sus hijos. El asesino le dijo al hermano del presidente que le daba lástima aquella viejecita y que consideraba un crimen atentar contra ella, por lo que le recomendó que le transmitieran al presidente que detuviera los despojos o que se atuviera a las consecuencias.
El presidente municipal lloraba y nadie se atrevía a interrumpirlo.
La asamblea terminó con un ánimo de coraje y decepción.
Nadie se atrevió a invocar la ley para resolver esta situación. Simplemente los usos y costumbres encontraron su límite frente a los propios usos y costumbres.

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