jueves, 15 de octubre de 2009

Justicia Indígena

"----Los usos y costumbres son ley".
Así lo afirma el señor síndico del municipio indígena mientras cierra con violencia la Constitución que tiene entre las manos.
La avienta por el aire sobre un pequeño, viejo y vencido librero que alberga amarillentos expedientes.
Mario, su secretario, permanece expectante, le ha puesto sobre el escritorio del Síndico un ejemplar del Código Penal, otro del de Procedimientos Penales, un apunte de su clase de teoría del delito, con pequeños pedazos de papel en las páginas que podrían servir al grave asunto planteado al síndico.
Pero el Síndico no necesita la asesoría de su secretario, el estudiante del quinto año de derecho.
"--Yo estudié en la universidad de la vida. Y aquí la única ley que sirve son nuestros usos y costumbres". Dice el síndico mientras hace a un lado de manera definitiva los materiales que Mario había preparado. Guarda silencio, respira profundo y con toda su autoridad le ordena a Mario:
"---A ver, que pase la violada."
Entra a la pequeña oficina de la sindicatura una muchachita de unos 17 años, delgada, de rasgos típicos de esa comunidad indígena. Cabizbaja, no se atreve a mirar a los ojos al síndico cuya mirada inquisitiva recorre minuciosa y maliciosamente el cuerpo delgado de la víctima.
"---Cuéntame, qué pasó. Le ordena.
La mujer, sin levantar el rostro y de pie, deja escurrir una lágrima. De manera entrecortada expresa que en compañía de unas amigas asistió a una fiesta en una población vecina y que como ella se quedó un poco más tarde en la reunión, se regresó a su casa acompañada de unos muchachos de su misma comunidad. Que los muchachos habían bebido alcohol y que venían bromeando por el camino. Que dos de los muchachos la sacaron del camino y que los otros tres se adelantaron por no estar de acuerdo en desviarse.
Que los dos muchachos la tiraron al suelo y abusaron de ella.
Solloza.
El secretario del Síndico tomando nota de la declaración mira interrogante al síndico para emitir su recomendación pero el síndico, en cambio, le indica a la joven que espere afuera y ordena que pasen los acusados y les pide que cuenten su versión de los hechos.
Todo concuerda, la chica tiene razón. El síndico pide que se reunan las partes con èl.
Se dirige en primer lugar a los acusados: "Ustedes dos, por violones, les voy a cobrar a cada uno dos mil pesos". Mira a la chica y le dice "y a tí, por andar de coqueta, te voy a cobrar mil pesos".
Y la justicia se hizo.
El hecho aconteció hace un par de años en una comunidad indígena. Me la contó un estudiante de derecho de la Universidad Autónoma "Benito Juárez" de Oaxaca, que fue testigo presencial.
Doy fe.

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