miércoles, 22 de agosto de 2012

Niños sin futuro, jóvenes sin esperanza

Las cifras son elocuentes.

Este lunes inició el ciclo escolar 2012-2013.

El Estado de Oaxaca, según amanece en los diarios locales, ocupa el lugar 27 en indicadores de reprobación nacional,  con 73 mil alumnos reprobados por ciclo  y una deserción de 10 mil alumnos.

Según la información brindada por las autoridades educativas, el principal problema de la deserción escolar se da a nivel secundaria, ya que el 60 por ciento de los que dejan la escuela lo hacen "para dedicarse a actividades del campo"; mientras que el resto por cuestiones de tipo "social y familiar"

En estos datos no se señalan datos sobre la calidad de la educación, tema en el que las preocupaciones no son menores.

Resultaría muy interesante conocer esas estadísticas desagregadas para tener una visión más completa de las variables que se manejan; no obstante, los datos generales muestran un problema que debe ser atendido con una visión más amplia, práctica y ambiciosa.

Se trata, en primer lugar de un problema complejo en el que influyen diversos factores y agentes.

Si tuviéramos que "alinear", en el mejor sentido de la palabra a los diversos factores que inciden en la educación, se tendría que invertir mucho dinero y perder mucho tiempo para partir de cero, y una vez que arranque, se requeriría de una inversión doble para sostener esa tendencia en cada ciclo escolar.

El modelo está agotado.

Se tiene que modificar el paradigma existente a través de un cambio radical.

Es necesario diversificar la oferta y ampliar los objetivos de la formación básica y media básica; la carrera magisterial es positiva pero es insuficiente. La vieja idea del maestro que frente a grupo se pasa un año formando o (deformando) a los alumnos debe ser cambiada por una dinámica de enseñanza-aprendizaje acorde con la era del conocimiento, en el que se involucren muchos más perfiles especializados.

Los espacios educativos deben ser semilleros de futuros profesionistas especializados en las tendencias del conocimiento a nivel mundial, ¿por qué no enseñar programación básica desde la primaria?; ¿por qué no profundizar las matemáticas con un enfoque creativo de aplicabilidad en la vida cotidiana? ¿por qué, al menos en las escuelas públicas, el inglés debería de enseñarse a hablar, no a escribir en una primera etapa? ¿por qué no desplegar la ciencia y la tecnología para abonar las inquietudes y capacidades de la niñez oaxaqueña? ¿Por qué no retomar las artes y los oficios, como complementos de la formación de la niñez, que les sirva potencialmente como fundados motivos para generar el conocimiento empresarial?
¿por qué no introducimos la disciplina del pensamiento a través de la metodología de la investigación?

En las regiones se identifican vocaciones económicas, ¿por qué no orientar la formación para el desarrollo local?

Claro que todo esto es muy audaz y no faltara quien señale que el sistema educativo nacional, desagrega esos objetivos a lo largo de la formación del individuo, pero al menos en Oaxaca no es así, ya que los indicadores de deserción y reprobación nos alertan que algo no anda bien.

Obvia señalar que ésta es una tarea colectiva cuyo principal motor, definitivamente es el gobierno en su calidad de promotor de la equidad y el desarrollo.

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