viernes, 12 de agosto de 2011

Matias Romero en la nostalgia

Aún palpita.

El florecimiento que trajo la modernidad del ferrocarril en Oaxaca, durante los tiempos de Porfirio Díaz presidente, se derramó como un río fértil y cuyos vestigios hoy en día parecen flores marchitas en islas regadas por el territorio oaxaqueño.

Tal vez lo más parecido es como las fotografías que vemos en los fotorreportajes sobre Cuba, pero a diferencia de la isla, cuyas fachadas descarnadas de sus edificios crean un mundo irreal ---claro, "las revistas del imperialismo destacan lo peor de la isla como una sistemática reprobación del régimen...bla, bla, bla---, pero la realidad está ahí.

Y también la realidad está aquí en Matias Romero, Oaxaca, cuyo florecimiento regional en mejores tiempos ha dejado la herencia de una modernidad vetusta: viejos edificios de los años cuarenta, con sus viejos muebles y sus viejos colores de tono pastel triste que lucen el antiguo esplendor del centro de este municipio de la región del istmo.

En Oaxaca los centros de poder regional han tenido sus épocas de esplendedor y ocaso, ahí está Tlaxiaco, "la pequeña Francia" que hoy debiera llamarse "the new California", por sus casas de madera estilo California, por los comercios con sus nombres en inglés, por los dibujos de los chicanos en su paisaje urbano y la gran cantidad de ex migrantes que retornan a sus terruños con nuevos bríos culturales.

Acá en Matias Romero, sin embargo, la nostalgia sólo la desprenden las postales vivas de su arquitectura añeja porque en sus pasillos, en sus calles, en sus venas, pues---para ilustrar mejor el organismo---, circula una poderosa sangre joven y pujante, con bellas mujeres y gente emprendedora que se esmera en mantener el brillo regional.

Y como es en la mayoría de los pueblos de Oaxaca, la gente tiene buen carácter y una maravillosa anfitrionía.

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