jueves, 12 de agosto de 2010

A propósito del Día Internacional de los Indígenas

Oaxaca es un Estado mayoritariamente indígena.
Cuando yo tuve la oportunidad de impartir la materia de derecho indígena, iniciaba los cursos preguntándo a los alumnos originarios de los municipios del Estado, si se consideraban indígenas o no. Asombrosamente, varios descendientes de alguna de las 16 etnias del Estado manifestaban que no se consideraban indígenas.
Cuando a fines del sexenio del gobernador Murat se creó la Secretaría de Asuntos Indígenas se desató una discusión intensa en los bajos mundos de la burocracia---por lo general, trabajadores de confianza que realizan el trabajo rudo de las dependencias---, si se estaba indianizando el gobierno o se estaba segregando a los indígenas. La discusión era pertinente porque en un Estado mayoritariamente indígena resulta un poco extraño que exista una dependencia del gobierno del estado para atender, en teoría, las necesidades de los indígenas.
En la historia de esa secretaría, tuvo una incursión valiosa su primer director, el antropólogo Derbez, que le dió un enfoque medio académico al asunto, con una participación activa de legendarias vacas sagradas del CIESAS.
Los indígenas lo grillaron un poco porque no satisfizo sus expectativas.
Luego la dirigió el reconocido político Cándido Coheto, de ascendencia indígena y larga trayectoria partidista, que le dio un enfoque paternalista y de gestión social. Largas filas llenaban las oficinas de la secretaría, de indígenas en espera de que les obsequiaran instrumentos para sus bandas, los apoyaran con donativos o gestiones en especie.
Entre otros titulares han estado una doctora, un activista de la appo y una líder de una organización social del PRI.
A lo largo de esa trayectoria se ha evidenciado que no existe una política indígena para el Estado, por la preponderancia mestiza o criolla de los que ejercen el gobierno---valga la terminología colonialista que todavía se puede aplicar a la realidad de Oaxaca--- y porque el indigenismo, fuera de la academia, se practica en Oaxaca como una decreciente postura para obtener recursos para organizaciones sociales y sus redentores que no salen del discurso de la dominación, el imperialismo, la transnacionalización...mientras imitan los estilos de vida de la clase media alta urbana.
En Oaxaca la identidad indígena, su cosmovisión y su ontogénesis se está perdiendo irremediablemente como su cultura, su lengua, sus tradiciones. Lo peor de todo esto es la ausencia de una visión de Estado que asuma el reto de recuperar la esencia espiritual de los pueblos de Oaxaca como un valor para impulsar el desarrollo, ya que la actitud del Estado se queda en una visión de lo indígena como un asunto meramente folclórico y una situación de rezago social. Ante estos desafíos, el futuro gobierno estatal, ¿tendrá el valor? o también le vale...

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