martes, 4 de octubre de 2016

Justicia por propia mano

La tortura, consistente en cortarle los dedos, posteriormente arrastrarlo y quemar vivo a un presunto asaltante, como un acto de justicia por propia mano por parte de ciudadanos enardecidos, reduce a la sociedad y a su gobierno a una caricatura grotesca.

Este lamentable acontecimiento se registró la semana pasada en Matatlán, el municipio que le ha dado fama mundial a Oaxaca por su mezcal.

¿Qué fue lo que motivó realmente la respuesta sanguinaria de la ciudadanía ante la detención de un presunto delincuente?

Son varias y complejas las circunstancias, pero una característica las conduce de manera transversal: el hartazgo. Hartazgo por el imparable crimen; hartazgo por la proverbial justicia burocrática: "-Si quiere que levantemos la demanda, tiene que traer el original de la factura de su plancha vieja, de su radio destartalado que le heredó su abuelita y de su despertador chino y barato que compró en el tianguis, acompañado, mucho mejor, si tiene una fotografía del objeto en cuestión..."

Hartazgo porque más tardan en detener a un ladrón y presentarlo ante el Ministerio Público, que éste lo deje libre a cambio de unas cuantas monedas para el "refresco": "--Mire, jefe, ustedes son muy críticos, pero no agarran la onda que estamos sujetos a mucho trabajo, todo mundo quiere demandar, todo mundo tiene problemas; somos poco personal, no tenemos vehículos suficientes para trasladarnos, no tenemos para la gasolina y pos usté sabe, necesitamos algo para el chesco, si no, su demanda se va a archivar y ahí cuando tengamos tiempo la vamos a investigar..."

Hartazgo porque socialmente vivimos en una histeria local donde cualquiera que no agote las instancias formales para canalizar sus demandas, se apropia del espacio público y con total impunidad perjudica a terceros sin que la autoridad haga acto de presencia: "---Nooo, mi Lic. usted vive en otro mundo. Acá no podemos meternos contra esos grupos, es un problema FE-DE-RAL, a nosotros no nos toca." "---Si no presionas no te hacen caso, como dice el dicho: El que no chilla no mama" y Oaxaca está lleno de gente que mama y mama, como un estilo de vida.

Según la revista Proceso, van cinco ejecuciones de este tipo en Oaxaca, aunque---al menos en su versión de internet---, no se amplía la información sobre los lugares en que se han llevado a cabo estos homicidios tipo "Fuente Ovejuna".

¿Qué falló?

Al parecer los cuerpos de seguridad reaccionaron demasiado tarde; las autoridades locales se vieron rebasadas por la masa enardecida y se dieron cuenta de que no existe un protocolo para casos de violencia tumultuaria y que además no están capacitados para este tipo de contingencias, pero lo que está fallando de manera contundente son los valores: no hay que ser abogado o policía para frenar un linchamiento.

Falló la cordura, la sensatez, la inteligencia.

Falló la civilidad, el respeto por la dignidad de la persona, aunque se trate de un presunto delincuente.

Falló todo, incluyendo ese entorno que hace apología de la violencia a través de los medios, la cultura de la violencia en la que descubres que un muerto no es nada, que cientos de muertos no representan nada ante la cortina de impunidad que los soslaya; descubres que los crímenes del narco, de la policía, de las pandillas, del estado o del delincuente solitario, se asimilan como parte de la naturaleza, como un lugar común que caracteriza esta sociedad de justicia por propia mano.

No se trata de defender a la delincuencia, como se ha acusado reiteradamente a los organismos defensores de derechos humanos.

Se trata de formar una ciudadanía responsable, mesurada, honesta, sensata, que recupere valores y los ratifique socialmente como un estilo de vida fundado en el respeto a la dignidad de las personas.






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