martes, 1 de abril de 2014

Conflictos religiosos: el cuento de nunca acabar

Es una espiral sin límite.

En el mes que acaba de concluir, marzo, la prensa local dio cuenta de la denuncia por agresiones, expulsión y amenazas en contra de un grupo de nueve familias integrantes de la Congregación Evangélica de la Iglesia Cristiana Independiente Pentecostés, de San Juan Ozolotepec, Miahuatlán.

Las agresiones reportadas se realizaron en el mes de noviembre del año pasado y los evangélicos culpan a las autoridades municipales como los que supuestamente encabezaron el conflicto. (http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/general/religiosas/201132-ozolotepec-calvario-de-evangelicos)


Según los quejosos, aún cuando se ha recurrido a las instancias de defensa de derechos humanos nacional y local, no han obtenido ninguna respuesta.

Los casos más severos de expulsiones masivas por motivos religiosos en la historia reciente de Oaxaca, nunca se resolvieron a favor de los expulsados, aún con la intervención de la Comisión Estatal y la Nacional de Derechos Humanos.

Por lo general cuando se da una expulsión de este tipo, los agresores invocan los usos y costumbres para tratar de respaldar sus actos.

De acuerdo con la información disponible, parece ser que la participación ciudadana de los evangélicos, en asuntos municipales, para exigir transparencia y rendición de cuentas a la autoridad municipal fue lo que detonó el conflicto.

Normalmente las expulsiones son el último recurso de los conflictos religiosos y la suma histórica de agravios mutuos.

En este sentido, lamentablemente, la nota de prensa no da a conocer la versión de la contraparte, porque ésta nos ayudaría a contextualizar los motivos por los que se recurrió a la expulsión.

Recuerdo cuando estaba como responsable del Departamento de Asuntos Religiosos de la Dirección de Gobierno de la Secretaría General de Gobierno del Estado de Oaxaca y varias expulsiones de personas no católicas, tenían otros motivos que no salían a la luz pública, como el rompimiento de los valores morales en torno a la sexualidad, por parte de algunos pastores o la resistencia del evangélico para aportar sus terrenos para el cultivo de mariguana, en otros.

Aquí cabría esperar que el trabajo de investigación periodística aporte más elementos que permitan precisar las causas que motivan esas expulsiones.

Por otro lado, la clave para resolver conflictos religiosos está en el imperio de la Ley. 

Cuando se ejerce la acción penal contra los instigadores o cabecillas de movimientos expulsores, como por arte de magia se disuelve la masa, ya que en muchas asambleas de usos y costumbres en las que se toman este tipo de decisiones participan personas en estado de ebriedad que alborotan a la concurrencia.

Por lo general la asamblea deja a su suerte a los cabecillas instigadores, cuando no hay oculta alguna causa mayor.

Queda pendiente, asimismo, la revisión sobre el papel de las religiones, ya que como está actualmente la ley en la materia, es sumamente fácil crear una religión y--de buena o mala fe--- se puede alterar el orden en las comunidades, haciendo de estos problemas una espiral sin fin.

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