miércoles, 16 de mayo de 2012

Salvemos a los maestros

Al menos en Oaxaca.

La mayoría de la gente tiene una pésima imagen de los maestros oaxaqueños.

Claro, de aquellos maestros que participan frecuentemente en actividades como manifestaciones, bloqueos, paros y actos de violencia social que repercuten directamente en la alteración del orden y la paz pública.

Esto ha generado que la mayoría de la gente tenga una mala percepción sobre la condición de ser maestro, ya que lo ubican en rangos de lo que no debe ser.

Los maestros, por esta causa, sufren de una autoestima muy deteriorada.

Adicionalmente a su estrés laboral, viven con profunda pena la respuesta social a los agravios que sus líderes les generan.

Cuando un maestro detiene un autobús del transporte público, baja a los usuarios e interrumpe las vías generales de comunicación, no lo hace porque quiere causar un daño específico a la ciudadanía, al menos de manera personal y tampoco lo hace porque tenga una formación ideológica muy radical.

A los maestros les gusta ir de compras, les gusta la tecnología, les gusta aumentar su poder adquisitivo y alcanzar mejores niveles de vida y consumo.

De modo que cuando participan en actividades de ese tipo, lo hacen motivados por ganar alguna contraprestación. Lo hacen porque es una forma de competir para ganar estímulos, prestaciones y derechos sindicales.

Aún cuando este estilo de liderazgo sindical está en franca decadencia, los maestros se ven afectados seriamente en su autoestima.

Por eso es necesario recuperar la dignidad y el significado del elevado compromiso social del maestro.

Los maestros no son enemigos de la sociedad, como sea, son un eslabón fundamental del desarrollo y eso implica diseñar estrategias para reposicionar su auténtica misión al servicio de la noble causa de liberar al individuo de la ignorancia y los fanatismos.

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