lunes, 7 de marzo de 2011

La fama de los amores tehuanos

Esta me la contó el maese Ricardo Ferré D’amare (q.e.p.d), en una de nuestras interminables pláticas, mientras recorríamos a pie la Ciudad de Oaxaca.
De hecho, el acaba de regresar del Istmo de Tehuantepec, a donde había ido a realizar un peritaje antropológico y me dijo que encontró ahí a un amigo de él que no veía desde hacía mucho tiempo.
Según que ambos trabajaron de jóvenes en una dependencia del gobierno federal, y por motivos propios de su trabajo fueron comisionados al Istmo, en donde su amigo---un hombre casado--- no podía ocultar su interés por una preciosa jovencita tehuana que hacía los quehaceres en la casa de un ingeniero que les había dado hospedaje.
De la atracción, su amigo pasó a tímidas y escuetas charlas que la moza le contestaba con una interjección, pero hasta ahí no más.
El ingeniero, que había percibido el flirteo entre ambos jóvenes le advirtió al muchacho: “Si no te la vas a llevar no se lo insinúes, porque si le gustas a esa mujer, ella conoce la magia suficiente para que te le arrodilles el resto de tu vida”.
Una risa irónica fue la única respuesta que recibió el Ingeniero, mientras el maese Ferré le dijo: “Mira, yo no creo en esas tonterías, pero si no quieres nada con la muchachita, mejor no la ilusiones”.
De acuerdo con el maese Ferré, concluyó su comisión de trabajo y una noche antes de que abandonaran el lugar la muchachita le regaló una rosa al joven ingeniero, como una muestra de aprecio.
Cuando regresaron a la Ciudad de México el maese Ferré fue comisionado para Jalisco y su colega ingeniero también fue comisionado para Monterrey.
Después la vida los llevó por distintos rumbos y pasado los años, casualmente el maese Ferré regresó al Istmo de Tehuantepec, en donde se encontró en un mercado a su ex compañero con la muchachita que ahora era una frondosa mujer con su elegante vestido de tehuana.
--- ¿Estás de comisión? Le preguntó Ferré.
--- No. Hace veinte años que estoy acá. Después de que salimos de aquí no pude dejar de pensar día y noche en esta mujer. Todo el tiempo sentía que me llamaba y no podía estar tranquilo hasta que regresé a verla. Desde entonces, no he salido de acá. Aquí he vuelto a nacer. Ya tenemos tres hijos.
Me acordé de esta plática del maese Ferré porque acabo de conocer una tehuana que huy huy huy!!!!

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