viernes, 11 de febrero de 2011

La Mujer Oaxaqueña

Manuel Toussaint fue un estudioso de las ciudades coloniales. En 1926 visitó Oaxaca y como sucede con el visitante, no sólo se enamoró de la ciudad, sino principalmente, de la mujer oaxaqueña, como se ve en su diario de viajes*:

"La mujer oaxaqueña se ha adaptado al paisaje de su ciudad. Es baja de cuerpo, redondea suavemente sus contornos y su mirada y su modo de hablar, acariciantes, no son los menroes atractivos que nos ofrece la región. Acaso hubo numerosos colonos europeos, pues abundan en Oaxaca las rubias. Por solidaridad son pequeñas y sus movimientos de frácil ritmo convienen a la mirada septentrional de sus ojos primaveralmente azules, o verde oscuros, o de color indefinible, color de misterio.
Esta mujer oaxaqueña es toda dulzura y facilidad para amoldarse a la vida. Es alegre como un cascabel y su religiosidad exaltada no le impide divertirse lo más que se puede. Alguna conozco tan vivaracha y jocunda que parece creada para antídoto de la tristeza. Si la vida tiene amarguras hay que pasarla riendo: demos tres higas a los sinsabores y no los aumentamos con nuestra imaginación. Esta parece ser la filosofía de la mujer oaxaqueña.
¡La mujer oaxaqueña! Cuánto viajero apresurado ha sentido con asombro, al dejar el tren la estación, siguiendo la ruta que desde el cerro le marca el Benemérito, que algo le falta en las maletas. ¿Lo habrá olvidado en el hotel? No, que hasta los cajones de la mesilla de noche fueron inspeccionados. ¡Ah, lo que el pobre viajero se ha dejado en Oaxaca! Se quedó con él una rubia y lo guarda entre sonrisas y al entrecerrar de sus ojos cuando mira, y su paso de incomprable ritmo. ¡Pobre viajero!"

*Del libro "Oaxaca y Taxco" de Manuel Toussaint. FCE, México, 1967.

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