martes, 7 de abril de 2015

Huerta se aprestaba a recuperar el poder y el territorio perdido ante Estados Unidos



¿Qué tiene qué ver Victoriano Huerta con Oaxaca?

Decíamos la vez pasada que Victoriano Huerta pudo ingresar al Colegio Militar, siendo un joven con ambición, tras solicitarle su apoyo directo a Don Benito Juárez.


El prócer actuó de buena fe, pero no se le puede culpar de las acciones del Huerta viejo, de la misma manera que no se puede prohibir el oxígeno, sólo porque contribuye a avivar las llamas del fuego en los incendios.

Es un asunto de poder.

No es difícil imaginar qué pasa por la mente de un hombre que ha ejercido el poder presidencial en México.

El presidencialismo a la mexicana, aun cuando genere un rechazo enorme hacia su ejercicio, es evidente que concentra una enorme capacidad de decisión.

Bien acomodadas las piezas en el rompecabezas del poder político, el presidente es, sin duda, el hombre más poderoso del país. Y aunque el poder político es efímero, ---poco veneno, pero potente veneno al fin--- es una característica en la que radica su poderío, que incluso envidian los hombres ricos.

Poder económico y poder político rivalizan, pero no son lo mismo.

Por lo general, el poder económico en sus fines es unipersonal, individualista, particular, privado. El poder público, aunque presente escasas bases de legitimidad, también es unipersonal, pero se respalda en la idea de lo público, en el bien común, el interés público o hasta el interés nacional, si fuera el caso y es capaz de generar riquezas insospechadas en el menor tiempo posible.

El poder económico y el poder público tienen un límite, que es la vida de las personas.

Las personas, como los grandes imperios invencibles en la historia de la humanidad, han sucumbido al paso del tiempo: nacen, se desarrollan y mueren.

Por eso no es difícil imaginar lo que pasa por la mente de un hombre con ambición, económica o ambición de gloria--si se permite el reduccionismo---, que ha ejercido la presidencia en México. Aparte se queda el hombre mediocre, al que las circunstancias lo llevaron al poder y que nunca supo donde estuvo parado.

Victoriano Huerta, por ejemplo, que ha sido ferozmente vapuleado ante la historia por haber usurpado el poder---un poder bastante efímero por cierto, y tras haberlo ejercido mediocremente--- tuvo un fugaz acto de sensatez en el que entregó su dimisión ante el Congreso, pero jamás pudo volver a dormir tranquilo.

La idea del poder lo obsesionaba---si se permite una caricaturización--- como la pasión encendida de un hombre que le pide a una mujer joven y hermosa una segunda oportunidad para demostrarle que sí puede con ella, en todos los sentidos.

El último tramo de la vida de Victoriano Huerta, de acuerdo con una autobiografía apócrifa titulada “Yo, Victoriano Huerta” (Contenido, México, 1975), en la que se denigra la figura del general a partir, muy probablemente de un dictado original de Huerta, con datos verídicos, y al que llenaron de adjetivos despectivos intencionalmente para posicionarlo a modo, revela el por qué el General no pudo dormir en sus últimos días.

Esa inquietud y la sobrada lisonjera de otros hombres ambiciosos, empujaron a Victoriano Huerta  a regresar de su exilio en Barcelona e intentar sacar ventaja del río revuelto que había dejado en México. El contexto internacional de la Primera Guerra Mundial propició supuestamente que el káiser alemán Guillermo II, prometiera apoyar la reinstalación de Huerta en la presidencia de México, a cambio de una base de operaciones militares alemana en el país y la alineación de México con Alemania ante la inminente guerra mundial.

Mientras tanto, la diáspora mexicana radicada en Estados Unidos, se concentraban alrededor de Huerta, con la pretensión de independizar a Texas, crearla en una República que se anexaría a México y recuperar el territorio mexicano arrebatado por los Estados Unidos.

No se sabe con precisión qué pensaba Huerta sobre estas iniciativas, pero en el libro de referencia se ufana de otorgar grados militares a personas sin escrúpulos a cambio de dinero, por lo que se puede inferir que les hacía juego, mientras priorizaba sus intereses.

De esta manera, Victoriano Huerta se instaló en San Antonio Texas y con financiamiento y armamento alemán se dispuso a intervenir nuevamente en México. ¡Qué ironía del destino! Huerta siempre se mofaba de que el plan democratizador maderista se hubiese trabajado en los Estados Unidos y el destino quiso que él mismo también diseñara su plan de recuperación del poder en ese mismo país.

Huerta desestimó el activismo de los servicios de inteligencia estadunidenses, que estuvieron muy activos y tras encerrar hasta en dos ocasiones al General Victoriano Huerta en prisión por otros motivos menores---como supuestamente violar la ley de migración---, lograron que el general se quedara tranquilo y al no poder resistir dos operaciones quirúrgicas por problemas de salud, falleció, según el citado libro, el 13 de enero de 1916, siendo enterrado en el Panteón Evergren, en el Paso, Texas.

Obvia señalar que los conjurados se dispersaron y hasta ahí quedó la intentona de un hombre que ejerció el poder presidencial y que intentó reasumirlo hasta el final, y asimismo, terminó también la extraordinaria idea de que México pudiera recuperar su territorio perdido ante Estados Unidos.

(Foto: "General Victoriano Huerta" vestido de civil, tomada del libro Breve Historia de la Revolución Mexicana de Jesús Silva Herzog. FCE, México. T. II)

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