martes, 27 de abril de 2010

Arizona y Oaxaca

Hace ya algunos ayeres conocí por casualidad a John.
John era de Arizona, EEUU, y a pesar de ser un blanco de clase media, de unos 57 años tal vez, su perfil parecía al de un genuino apache de por aquellos lares: nariz aguileña, porte altivo y atlético y sumamente crítico de todos "esos mexicans amigos que se organizan para salvar a México", refiriéndose a un club de filantropía del Distrito Federal, en donde coincidimos por una exposición de pintura en el centro de la Ciudad.
John, con su camisa manga corta de cuadros, cubierta por un chaleco color crema, sus bermudas de color crema también, su casco de cazador africano, sus botas de explorador y su mochila a la espalda, parecía precisamente que regresaba de un zarafi.
Nos medio entendimos con mi mal inglés y su mal español.
Cuando criticó a los "simuladores", como lo dijo de los altruistas, yo no detuve la tentación de preguntarle por el KKK.
John se inchó de orgullo y me dijo "están en su derecho, porque están en su tierra, mientras no vengan para acá a aplicar sus medidas, tú deberías estar tranquilo me dijo". Solté la carcajada y le día la razón. Cada sociedad tiene sus enfermedades--recuerdo que le dije-- y el KKK es un tumor gringo.
Nos quedamos de ver al día siguiente para tomarnos un café y platicar más sobre el asunto, especialmente de la xenofobia, el antisemitismo ---en cuya materia es un perfecto irreverente--- y platicamos también sobre algunos libros de Salvador Borrego que vimos en una librería importante de la ciudad.
Coincidimos dos veces más antes de que se regresara a Arizona y para festejar nuestra amistad efímera---todavía no existía el correo electrónico--- nos fuimos a echar unos "taquitos de perro" en Santa María La Rivera, atrás del metro Revolución, donde hacen unos tacos de res al vapor que no tienen miedo.
John me abrazó y me dijo "I love you" antes de retornar a Arizona.
Desde luego, se trató de una mera relación afectiva inducida por la inteligencia de dos sujetos de mediana cultura que coincidían en el tiempo y el espacio.
Precisamente ahora que se discute una ley antiinmigrante en Arizona, me acuerdo de sus sabias palabras dichas como una profecía:
"Algún día las estupideses racistas tendrán rostro de ley, y cuando esto ocurra, no habrá persona cuerda en esa sociedad".
Ojalá John esté viviendo esto, donde quiera que se encuentre.
Vale.

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