miércoles, 13 de marzo de 2024

El deseo viaja en tren












(Imagen ilustrativa generada por la IA de Bing.)

Del antiguo tren que llegaba a la ciudad de Oaxaca sólo quedan algunos vestigios: estaciones abandonadas o transformadas, cicatrices de las vías sobre el suelo y sobre todo, los recuerdos inmateriales de lo que significó en su momento. 

Por ejemplo, todavía a un costado del Templo de Santo Domingo de Guzmán, en la Ciudad de Oaxaca de Juárez, se pueden ver en medio de la calle 5 de mayo las señas de donde pasaban las vías del tren, como en esta foto de Google:
















En el camellón del Periférico, hasta hace un par de años, todavía se podían ver algunos rieles y vigas de acero por la parte del Mercado de Abasto, que hoy ya no están(foto de Google Street).




 

  





Un museo ocupa hoy las instalaciones de la antigua estación del tren en el Ex-Marquezado, incluso con vagones habilitados como unidades de esparcimiento.

Pero, en su momento, la introducción del tren en Oaxaca significó para la ciudad capital un empuje comercial y de servicios, un incremento de turistas y sobre todo, para aquellas épocas, algunos acontecimientos polémicos, como la llegada de varias refinadas prostitutas poblanas que causaron gran revuelo en la sociedad.

Hay que recordar que el tren se inauguró en Oaxaca en noviembre de 1892 y unos meses más tarde, llegó a la ciudad capital un contingente de prostitutas que fueron reclutadas en Puebla,

Así lo consigna el periodista Carlos Filio en su libro de crónicas "Estampas Oaxaqueñas", publicado en 1935 en Oaxaca de Juárez, y en el que documenta interesantes acontecimientos que le tocó vivir en su calidad de reportero y de ciudadano nativo.

Inicialmente se establecieron en el barrio de La Consolación, luego en la calle Hidalgo--en lo que sería después una escuela-- y finalmente, se domiciliaron en una casa del Barrio del Peñasco.

Carlos Filio describe el lugar de esta manera: "El salón de baile era una novedad de atracción nunca antes vista en la parvedad humilde de los lenocinios vergonzantes de la provincia; aquel piso de madera, limpio y terso como un espejo; los cortinajes suntuarios de puertas y ventanas; las claras lunas encerradas en gruesos marcos dorados; la sillería austríaca, alineada en las paredes empapeladas y un piano al fondo, que sonaba toda la noche un pianista, a quien las pupilas llamaban 'profesor', era algo extraordinario y de un provocador incentivo".

Dice que esta empresa del deseo tuvo un éxito rotundo entre los varones pudientes, que podían pagar esos placeres, ante la crítica inútil y despectiva de las señoras "de sociedad". 

El negocio lo administraba una mujer a la que llamaban  la Joaquina y los nombres de guerra de sus muchachas eran "Elena la Cubana", "Juana la Garrocha", "Soledad la Charrita" entre otros y que el Ayuntamiento les autorizó poder salir los días viernes al centro de la ciudad "en carroza cubierta" para realizar sus compras, pero que en realidad se iban de paseo ante las múltiples invitaciones de sus admiradores.

La novedad y modernidad en la prestación de los servicios sexuales influyó para que algunos lupanares nativos copiaran su modelo de operación, sin mucho éxito.

Por aquellos tiempos el Reglamento de Prostitución para la Ciudad de Oaxaca de Juárez determinaba que existían tres tipos de "mujeres públicas", de primera, de segunda y de tercera y aunque no especificaba de qué dependía esa clasificación, era obvio que su enfoque era socioeconómico.

A la manera de consuelo por el alto costo de esas mujeres, dice Filio que la mayoría de los varones del  pueblo reivindicó al producto sexual nativo y con tintes de poesía cierra así su crónica:

"El ferrocarril había traído mujeres suntuarias, locas, diablesas que se movían en un tinglado de música y de luz; pero como eran mujeres poseídas de la finalidad del oficio, de sus funciones por tarifa, eran groseras con su sensualidad y estaban, con ser tan sabias en las sutiles madejas del amor, despojadas del señuelo del cariño, del fingido entusiasmo del corazón rendido.

"Con las mujeres incomunicadas, espontáneas y sencillas, nos hemos quedado a la postre; con lo que da la tierra; las chinas modistas, las nitas cantarinas fragantes a agua fresca, oaxaqueñas de los barrios pintorescos, las de las tiendas de arrabal, a quienes, acodadas al mostrador mientras bebíamos la gaseosa con catalán, les planeábamos una aventura de amor intrascendente."

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