martes, 3 de diciembre de 2013

Cuatro formas en que las iglesias podrían salvar a la sociedad

Es un oportunidad.

Las sociedades contemporáneas enfrentan hoy en día, en mayor o menor medida, una crisis de valores profunda.

Una muestra de esto es el crimen.

En países como México, los hechos de sangre, en periodo de paz, nunca habían registrado un crecimiento excesivo como en los años recientes.

Si bien es cierto que el crimen no tiene ética, por su propia naturaleza antisocial, el hecho de que se asesine a niños, jóvenes y mujeres de manera indiscriminada evidencia que el crimen ha escalado al estadio máximo de su sobrevivencia: matar o morir.

Este impulso homicida, que es multicausal, también se explica por la existencia de una severa crisis de valores.

La pregunta clave es plantear si las religiones pueden contribuir a disminuir el crimen mediante la ética religiosa.

Un primer punto de análisis es que las iglesias defienden por sí mismas diversos dogmas que, incluso, entre ellas mismas, enfrentan conflictos.

Omitiendo este asunto del conflicto interreligioso, rescatemos la deontología particular de los diversos credos religiosos, al menos de las iglesias basadas en el Cristianismo. De modo que, independientemente de las perspectivas de sus credos, se pueda destacar la misión final que cada una de éstos tiene.

Partimos de la idea de que las religiones basadas en el cristianismo persiguen un fin ético individual y social. Y que éste conjuga una serie de principios morales que se fomentan y se promueven en la vida cotidiana y que son de elevado respeto por la vida, la dignidad, el trabajo, la solidaridad, la honestidad y en general, del bien.

Bajo estos principios, las religiones representan un activo extraordinario para contribuir a sanear la sociedad y prevenir conductas antisociales desde el seno familiar a través de la fe.

De manera más práctica, ¿de qué manera pueden contribuir las religiones a la restauración de la armonía social?

1. Robustecer sus iglesias. En primer lugar se trata de que las religiones cierren filas, es decir, que fortalezcan la identidad religiosa entre sus fieles y se reagrupen como asociaciones con características y fines propios, de acuerdo con sus credos y prácticas de fe, enfatizando de manera particular los valores y virtudes a partir de la fe. Tendrían que darle prioridad a la reconstrucción del hombre nuevo.

2. Hacer un pacto de no rivalidad. Más allá del ecumenismo, a las iglesias de las distintas religiones les debe quedar claro que no se pueden agredir entre éstas, por lo que se tendrán qué revisar los métodos de proselitismo religioso y evitar prácticas de conversión que representen disputas y enfrentamientos.

3. Crear cooperativas financieras respaldadas por las religiones. Aunque se escucha como una incongruencia--dado que los fines de la fe, no son los fines del dinero--, las asociaciones religiosas pueden
contribuir al apoyo y saneamiento financiero de sus feligreses, a través de cajas de ahorro o cooperativas, que manejen bajos intereses, ya que no inspira a las religiones el espíritu de lucro.

4. La religión y la productividad laboral. La infraestructura de las iglesias debe contribuir al desarrollo y la productividad del ciudadano y de la sociedad a través de la creación de talleres, la impartición de artes y oficios socialmente útiles que cubran el vacío que genera el estado neoliberal.

A fin de cuentas lo que desea el hombre normal es vivir en paz y en armonía social. Si el Estado laico tiene muchas limitaciones estructurales para apoyar el desarrollo de las personas y de la sociedad, las religiones representan una oportunidad maravillosa para consolidar su función ética y de paso contribuir de manera más determinante para prevenir una sociedad sin brújula por carecer de principios y valores.

Bueno, eso creo.

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