En estos días el inicio del ciclo escolar en
Oaxaca está caracterizado por la zozobra.
La educación pública de los niveles
preescolar, primaria y secundaria, arrancan con cierta incertidumbre derivada
del conflicto que se registra entre la parte patronal, el gobierno federal y
local― al tratar de aprobar la reforma educativa nacional en el estado― y por otra
parte, el sindicato de profesores de la Sección 22―que se opone a la reforma
federal y defiende su propio proyecto, en un ambiente de abierta beligerancia y
que tiene repercusiones en todo el estado.
Como sucede con los edificios resquebrajados
hasta los cimientos, la educación pública de este nivel en Oaxaca está llegando
a sus límites, en donde se tiene que dar una solución, entre varias
posibilidades:
1. Sí
se aplica la reforma educativa federal en el estado.
2. No
se aplica la reforma educativa federal en el estado.
3. Se
aplica la reforma educativa federal en el estado, pero con modificaciones
distintas a su espíritu original, que pueden ser moderadas o graves.
En este contexto, existen algunos factores
que complican las negociaciones:
1. La
disputa violenta de la Sección 22 en la recuperación de espacios educativos en
poder de la Sección 59, el otro sindicato de profesores que sí está de acuerdo
con la reforma educativa federal.
2. Los
plantones, manifestaciones, marchas y bloqueos a vías de comunicación
terrestres, y boicots contra actos oficiales de la federación, por parte de la
Sección 22.
3. Los
ataques a oficinas de organizaciones no afines a los intereses de la Sección
22, como ciertas oficinas de algunos partidos políticos.
4. La
presión de los normalistas afines a la Sección 22, para obtener su contratación
privilegiada y directa en las escuelas públicas.
5. Los
cierres de negocios selectivos, por parte de la Sección 22, que ha generado el
rechazo y malestar de la iniciativa privada del estado.
La situación actual de la educación pública
de estos niveles en Oaxaca es producto de 30 años de olvido y de complicidades
entre las partes, que viene a crear un panorama más desolador para un Estado
que ocupa los últimos lugares en educación y los primeros en marginación.
En un mundo globalizado y de alta
competitividad, donde la educación se constituye en una vía indiscutible para
lograr mejores condiciones de equidad y desarrollo, la disputa entre el sindicato de
profesores y el gobierno se da literalmente a pedradas.
A su vez, la opinión pública está polarizada:
por un lado, la mayoría de los profesores de la Sección 22 y sus organizaciones
afines, que defienden su verdad absoluta y por el otro lado, los que están en
contra de éstos.
Realmente, dentro del poderoso sindicato de
la Sección 22, hay muchos profesores, hombres y mujeres, que están en
desacuerdo con las prácticas internas sindicales y que en privado manifiestan
su inconformidad, pero que públicamente no pueden hacer nada, ante los diversos
medios de presión que se ejercen contra ellos.
Más allá de los cuantiosos recursos
económicos en disputa y las canonjías derivadas de la falta de autoridad
educativa en el estado, uno de los argumentos reiterados de la Sección 22 para
negarse a aceptar la reforma educativa federal es el señalamiento de que en
ésta no se atiende la realidad indígena e intercultural de Oaxaca.
Pero hasta el momento no se ha podido brindar
respuesta históricamente a esta problemática, ya que se evidencian
irregularidades como la asignación de profesores que no hablan la lengua
indígena o bien, hablan una variante distinta a la de los alumnos que atienden, debido a que la movilización del personal docente se da conforme a la lógica de las relaciones sindicales y no por las necesidades del servicio. Un ejemplo de esto es la admisión indiscriminada de los futuros profesores, que tendrían que ser ubicados en algún lado y no estrictamente en dónde se les demanda.
Acaso, el problema principal reside en la
postura del Sindicato frente al dilema del paradigma educativo de la cultura
media nacional ante la profundización de escasas costumbres y prácticas indígenas,
que cada vez están en desuso por influencia de la modernidad y la predominancia
del idioma español y que en estricto sentido tienen poco impacto ―no poco
significado en sí mismas―en la revaloración de las culturas locales, como para
constituir un paradigma estrictamente educativo frente a los tiempos modernos.
En estos casos, la discusión sobre el
indigenismo y la interculturalidad educativa tiene que abarcar a sectores más amplios de la inteligencia
nacional y plantearse exactamente como un asunto de estado.
En esta disputa de dos: entre el gobierno con sus
reformas y el sindicato, que se niega a aceptarlas, hay un tercer elemento que
empieza a emerger y del que poco se comenta: los usuarios.
Representados por los padres de familia―no
las asociaciones de membrete que se dicen representar a todos los tutores y que
apoyan ciegamente al sindicato― han empezado a manifestar su inconformidad ante
la manipulación y los excesos de los profesores de la Sección 22, gestionando profesores del
otro sindicato y asumiendo una actitud más crítica frente a los maestros y sus
actos.
El tercer elemento será crucial en los días por venir.
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