III
La visión del líder
Al
lograrse la Independencia de México, el poder de la Iglesia se acrecentó: se
agudizaron sus peores vicios, pero era lo más parecido a la energía inusitada
que demuestran algunos moribundos en el preámbulo de su muerte.
La opresión,
las injusticias, la corrupción y la descomposición social provocada por la
iglesia, inevitablemente habían agudizado su extinción, ante el repudio
generalizado de la gente sensata. No obstante, había excepciones y Juárez mantenía buena relación con los principales líderes religiosos.
Sin embargo, Benito
Juárez, como abogado enfrentaba de manera continua el poder corrompido de la
iglesia, por ejemplo, al defender a pobladores indígenas de San Baltazar
Loxicha ante los abusos de un cura, fue encarcelado durante nueve días, en
medio mentiras y complicidades, y ninguna promoción de legalidad ante las
máximas instancias de justicia procedió por la influencia de la iglesia
presente en todos los ámbitos de la vida jurídica, económica y política del
país.
De la
misma manera que Juárez--- el abogado defensor de oficio--- fue castigado
injustamente, se multiplicaban al infinito los abusos en contra de la gente
pobre e indígena, que carecía todavía más de medios de defensa. Por eso una de las primeras acciones de Juárez en el Tribunal Superior de Justicia fue revisar la situación de indígenas presos y liberarlos al comprobarse que habían sido encarcelados injustamente.
En ese entonces, y por si
fuera poco, el gobierno civil conservador, no se distinguía mucho de la iglesia
al profundizar la corrupción, los abusos y las injusticias, en un entorno de
acecho de las potencias extranjeras que se aprestaban cándidamente para sacar
botín de las guerras internas de México, como la pérdida del territorio
nacional.
Juárez,
como un destacado profesionista del derecho, bien pudo tomar partido y desentenderse
de la realidad, refugiándose en la comodidad del anonimato, pero esto era
prácticamente imposible para un hombre que había crecido en un entorno social
de injusticias y que reconocía en su propia experiencia el rostro de sus
hermanos indígenas.
En un
discurso pronunciado en la Ciudad de Oaxaca, en 1840, con motivo del 30
aniversario del inicio de la Independencia, Benito Juárez, destacado alumno de jurisprudencia, deja en claro su
visión de liderazgo al refrendar el papel de Miguel Hidalgo y la necesidad de
continuar su lucha para conseguir una patria donde haya paz con honor y justicia para las generaciones futuras.
De ahí que en una primera oportunidad que le deparó un instantáneo momento como ministro de justicia, en medio de la tormenta y la incertidumbre de la estabilidad del gobierno nacional, emitió la Ley de Administración de Justicia, en noviembre 23 de 1855, que suprimió el fuero eclesiástico y representó el primer y demoledor acto contra los abusos del clero, que en sus memorias el mismo Juárez reconoce como "la chispa que produjo el incendio de la Reforma que más adelante consumó el carcomido edificio de los abusos".
De ahí que en una primera oportunidad que le deparó un instantáneo momento como ministro de justicia, en medio de la tormenta y la incertidumbre de la estabilidad del gobierno nacional, emitió la Ley de Administración de Justicia, en noviembre 23 de 1855, que suprimió el fuero eclesiástico y representó el primer y demoledor acto contra los abusos del clero, que en sus memorias el mismo Juárez reconoce como "la chispa que produjo el incendio de la Reforma que más adelante consumó el carcomido edificio de los abusos".
Benito
Juárez supo cuál era su papel estratégico en la lucha al poner toda su
inteligencia, conocimientos y convicción al servicio de la Patria, con humildad
y honestidad, con valor y determinación, para instaurar el imperio de la ley.
Sus sucesivas y acertadas aportaciones desde la legalidad, fueron el punto de
convergencia de una generación de hombres honestos que desinteresamente
ofrendaron lo mejor de sí, e incluso hasta el sacrificio, para consolidar un
país soberano e independiente, dentro de la mejor tradición patriótica y
libertaria.
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