Más propiamente podría denominarse: la boda entre el presidente y la
caimana.
La noticia que difundieron este fin de semana diversos medios a nivel
nacional sobre la tradición prehispánica en la que el presidente municipal de
Huamelula, pueblo chontal de la región del istmo de Tehuantepec, Oaxaca,
contrae nupcias con una caimana, es una afortunada tradición que se conserva
desde tiempos inmemoriales.
De acuerdo con el gran sabio Gutierre Tibón, ese culto tiene raíces
magicorreligiosas de incalculable antigüedad y se vincula con mitos universales
“desaparecidos en Egipto por el cristianismo y el Islam, vivos todavía en la
India y en Camboya”.
Tibón nos recuerda que el cocodrilo era un animal tan sagrado en Egipto
que le construyeron una ciudad denominada Crocodilópolis y se le consideraba al
saurio, “salido de las aguas primordiales”, macho entre los machos y dios de la
fecundidad.
Invocando a Plutarco, Tibón menciona que al cocodrilo lo vinculan con el
antiquísimo sistema sexagesimal del tiempo que utilizamos hoy en día, porque los
cocodrilos producen sesenta huevos, de donde nacen los cocodrilos a los sesenta
días y que por lo general viven sesenta años.
En lo que respecta a Mesoamérica, el ilustre erudito italiano, señala que
los mitos del saurio se parecen a los del Viejo Mundo por convergencia arquetípica
y explica: los mayas veían al monstruoso
cocodrilo salir de las aguas primigenias llevando la tierra en su lomo.
“Mixtecos y aztecas creían que la tierra nació de un caimán que vivía en
el mar originario: en el Códice Borgia el cocodrilo simboliza la tierra: es
Cipactli.
“El primero de los veinte días del calendario adivinatorio azteca se
llama Cipactli, y se representa con la cabeza del caimán.
“Nos ayuda a entender mejor la identidad del cocodrilo con la tierra, la
glífica maya: la mandíbula abierta representa la tierra que, en cada ocaso,
devora al sol.”
De ahí, dice Tibón, que el
cocodrilo, asociado con la tierra, con el agua que la fertiliza y la fecundidad
ayudan a entender este mito antiguo que sobrevive en los chontales de Oaxaca y
reseña, asimismo, la experiencia que él personalmente vivió en 1975 en
Huamelula.
Cuenta que desde temprana hora, en
el tercer día de la fiesta de San Pedro―que es el día del Santo Patrono del Pueblo
de Huamelula―, se pesca en una de
las lagunas contiguas al pueblo una lagarta o caimana y que, con el hocico
amarrado, se le bautiza en el templo dominico de la comunidad.
Aclara que de ningún modo se trata de una irreverencia, sino de que, al volverlo cristiano se logra una humanización del simbólico animal, que lo iguala fraternalmente.
Después de ser bautizada la caimana se le traslada en procesión al
cabildo en donde se lleva a cabo su matrimonio con el presidente municipal. En
seguida se procede al baile, primero el presidente con la caimana, en esas fechas el señor Doroteo Sosa García, luego el síndico
y posteriormente la caimana, con el hocico desatado, es devuelta a su hábitat
sana y salva.
En julio de 1975, Gutierre Tibón junto con su amigo el etnólogo Roberto
Weitlaner, bailaron con la caimana.
¡Qué hermosa costumbre de los chontales del istmo!
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