La Feria Internacional del Libro de Oaxaca es una feria
modesta.
Quienes conozcan esta Feria y también la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara o la de la Ciudad de México podemos señalar esto sin
que medie mala fe.
Aunque la Feria del Libro de Oaxaca es una feria modesta,
una de sus grandes fortalezas es la profusa actividad cultural que puede
concertar. Eso hace la diferencia, tiene un marco sui géneris de cultura que la
rodea.
En Oaxaca, además, se lee poco, la industria editorial---salvo muy
honrosas excepciones---, es prácticamente inexistente.
Como empleado administrativo de una escuela pública de nivel
medio superior me he dado cuenta que la cultura del libro permea principalmente
entre estudiantes de escuelas privadas.
Son contados los jóvenes del nivel medio superior de la
escuela pública que puedan acreditar de manera consistente una batería de
preguntas sobre autores, épocas, géneros, a no ser que se trate de los alumnos
más destacados de la clase de literatura.
Las bibliotecas de muchas escuelas tienen más libros de
añejas estadísticas del INEGI y caducos informes de gobiernos estatales, que
libros de literatura.
En varias ocasiones he sugerido a los jóvenes que tramiten
su credencial de la biblioteca pública para que tengan acceso a buenos libros. Recuerdo
el caso de la biblioteca de Ejutla de Crespo, donde los que intentaron obtener
su credencial, me reclamaron que no había libros para leer.
Incrédulo visité el lugar en un espacio en la planta alta
del palacio municipal, quedé sorprendido---esto fue hace más o menos un año
---, de que las colecciones del Programa Nacional de Bibliotecas Públicas no
existieran allí.
Ahí mismo, en el Colegio de Bachilleres de Ejutla, algunas
alumnas estudiosas y talentosas para escribir me propusieron hacer el kilómetro
del libro de literatura para donarlos a la biblioteca del plantel.
Se lograron diez metros de longitud y como 150 libros que
alguna vez habían servido de material de lectura en la secundaria, por lo
general ediciones económicas de textos de la literatura universal y otros
tantos en versión “resumida”.
También se recibieron donaciones de ejemplares de “Las
luchas del hambre” y “El ZInzajo” o algo así, que regularmente un grupo de
vendedores poblanos introduce a las escuelas como joyas literarias--- en su
edición pirata--- y a pesar de que los venden en 100 pesos, los alumnos los compran
con entusiasmo.
De 650 alumnos de media superior por esas fechas me
sorprendió gratamente que dos alumnas estuvieran leyendo libros de Elena Poniatowska, una, la
Noche de Tlatelolco y otra, que presumía con frecuencia una desgastada bolsa de
mezclilla de la Librería Gandhi de Coyoacán, llevaba un extraordinario libro de
entrevistas periodísticas de Elenita, me lo prestó y lo devoré.
Por esas fechas la Dirección General de Colegio de
Bachilleres de Oaxaca nos remitió al plantel una encuesta sobre hábitos de
lectura de alumnos con el propósito de postular al plantel de Ejutla como
candidato para recibir una donación de libros supuestamente de la Fundación
Harp Helú.
Con gran pasión aplicamos la encuesta y fuimos los primeros
en regresarla objetivamente contestada por los alumnos, a la burocracia que nos
la había solicitado, pasó el tiempo y en una ocasión le espeté al entonces
Director del Plantel: “-¿Y qué pasó jefe, si nos van a donar los libros?”
El Director me respondió con ironía “-Ni siquiera metieron
nuestra solicitud porque dicen que salimos muy mal en los resultados de la
encuesta, que aquí nadie lee”.
Me frustré, era la tercera vez que fallaban nuestros
intentos de gestionar libros en diversos programas públicos y privados. Pero si
trabajas en Oaxaca te acostumbras a que las cosas no salgan con normalidad y
los obstáculos parezcan más y de dimensiones mayores, a pesar de tu entusiasmo
y energía dedicada.
Me llené de tristeza y coraje. Aunque pocos alumnos leían,
efectivamente, yo ya tenía la experiencia de haber implementado un círculo de
lectura que manejábamos con fotocopias de muchos libros de mi biblioteca
personal y es cierto que los jóvenes bien motivados sí despiertan su interés
por libros y autores.
Decía que la Feria del Libro de Oaxaca es modesta.
Modesta por la cantidad de editoriales presentes, que es
limitada, hay mucha venta de libros usados---lo cual es bueno, son
libros a precios accesibles--; mucha venta de papelería, juguetes didácticos,
puestos de alimentos, mezcal…
Es una feria modesta también porque ocupa un espacio
reducido entre los puestos informales de ropa artesanal, las casas de campañas de los plantones y el acoso de los porros de la Universidad Autónoma Benito Juárez
de Oaxaca, que el año pasado quemaron una antigua y preciosa puerta de la
Facultad de Derecho y por la bronca que armaron ese día se tuvo que cerrar la Feria del
Libro, ubicada a escasos metros de distancia y se suspendieron muchas
actividades culturales previstas para ese mismo día.
Este año, supuestos alumnos de la facultad de Derecho sólo
tienen bloqueada la Avenidad Independencia, que está frente a la Feria del
Libro y al menos hasta ahora solo existe el riesgo latente de algún conflicto.
La Feria está en un reducido espacio y rodeada de los
diversos grupos de inconformes que han expropiado el Zócalo de Oaxaca y que han
montado sus casas de campaña, con sus fuertes olores a orines; grupos sociales,
políticos y sindicales, que ejercen presión pública para defender sus intereses
privados.
Pues en este ambiente folclórico, que parece de película de
James Bond en algún país bananero, el chisme del día es, entre el mundillo
cultural, el resbalón de Elenita Poniatowska por sus comentarios mal entendidos
y peor asimilados sobre la estética volumétrica de algunas mujeres de Juchitán.
Se refirió amistosamente a ellas como “gordas inmensas”, pero la mala fe de
algunos la tradujo en “gordas y mensas”.
Lo que parecía una licencia literaria que hubiera sido
aplaudida en algún foro de la Ciudad de México, acá cayó como un helado balde
de agua que le erizó el espinazo a muchos activistas. Y no es para menos, el
Istmo y especialmente Juchitán, se está levantando de un sismo sobre el que se
han cultivado abusos de corrupción que han molestado a la gente.
Juchitán es, además, una sociedad golpeada por la delincuencia
y enfrenta serios problemas de rezago social y económico, además de un
histórico divisionismo político.
Otro detalle cierto es que en ese municipio, como en la
mayoría de la región, el refresco y la cerveza se consumen en grandes
cantidades y que el sobrepeso de mucha población de esos lugares ha elevado a la
diabetes como un serio problema de salud pública.
En toda esta alharaca no se ha precisado bien a bien quién
se siente lastimado por esta comedia de errores. La prensa en general, replicó el equívoco como el teléfono
descompuesto, primeramente como si se hubiera tratado efectivamente de una agresión y luego como un chiste desgastado
y de mal gusto.
La educada Elena Poniatowska salió de nuevo al quite y con
toda la pena esclareció el asunto, pero la sangre ya había llegado al río de
tinta.
A diferencia de otras regiones del estado de Oaxaca, Elena
Poniatowska es de las pocas escritoras que es ampliamente conocida en el Istmo
y especialmente en Juchitán.
Muchas personas la recuerdan allá por 1981 cuando participó
en el plantón que defendió al ayuntamiento popular de izquierda que ganó la
presidencia de Juchitán. La acompañó Carlos Monsiváis y varios artistas, como
Graciela Iturbide y Tania Libertad, que apoyaron incondicionalmente la
democracia e impulsaron un renacimiento cultural del Istmo.
Todavía hay familias enteras que recuerdan las pláticas de
Elenita con familiares y amigos de participantes en movimientos sociales y que
posteriormente se vieron reflejados en obras como “El Tren pasa Primero”.
Le pregunto a varias familias juchitecas sobre esta
situación de Elenita y les causa gracia, todas coinciden: “Tá loca la cabeza de
ese que critica a Lena”, me dicen, “Lena es amiga de Juchitán” aseguran.
También invocan a López Obrador, la asocian mucho con ese
político.
La gente sonríe. “Lena” es una figura popular en Juchitán,
“también es teca”, me aseguran, “aunque ella no lo sepa”.
Pero muchos sabemos que Elena Poniatowska sí lo sabe y que respira
con gusto la cultura de un pueblo al que ella admira y se solidariza y con el
que se identifica como creadora, como persona y como intelectual comprometida
con las causas del pueblo.
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