Pesan todavía las cenizas del general.
Un periódico local de Oaxaca ha soltado el rumor de que un
diputado federal va a promover que los restos de Porfirio Díaz sean
repatriados.
Suponiendo―sin conceder―, que dicha pretensión se pudiera
concretar en una iniciativa, un punto de acuerdo, un exhorto o algún acto oficial,
o de plano la determinación de traerse a México los restos del general desde
Francia, la ocasión permitiría medir su vigencia que, sin duda, presenta una
equilibrada proporción de defensores y detractores.
La pregunta del millón es si realmente es tiempo de evocar a
Don Porfirio, dado el ambiente de crispación por las violaciones a los derechos
humanos en nuestro país.
Como se sabe, Porfirio Díaz concentró y ejerció un férreo
poder donde la democracia y los derechos fundamentales no eran precisamente
prioritarios para los fines del progreso, tanto que todas las contradicciones
de su mandato le abrieron la puerta a la reivindicación de los derechos sociales
a través de la Revolución Mexicana.
Al mismo tiempo, hay que reconocer que todavía existen
heridas abiertas por las reyertas revolucionarias y que no son pocos los
descendientes sanguíneos o ideológicos de afectados de aquellos tiempos, que
tienen una justificación real para impedir el perdón oficial a un dictador que
amablemente fue jubilado.
Porfirio Díaz también evoca el principio de autoridad, la
razón de estado y el auténtico monopolio de la fuerza pública, sobre todo en estos
tiempos donde el gobierno ha perdido autoridad, honestidad y credibilidad---
por comisión y por omisión---, y donde hay regiones donde la ingobernabilidad, la
corrupción y el crimen representan una amenaza real para la pervivencia del
propio Estado.
Tal vez por esta razón, el estilo de gobierno de Díaz se
antoja nostálgico para un amplio sector de la población, decepcionados
francamente de la cortedad de miras de la burocracia gobernante: Porfirio Díaz
pudo haber degenerado en un dictador, pero cuando la historia se lo exigió,
demostró con heroísmo su convicción por la patria.
Es muy probable que los restos del general Porfirio Díaz no
sean repatriados, incluso no sería raro que los restos que existen en la tumba
se traten realmente de Don Porfirio, porque tal vez sus deudos, temiendo alguna
venganza, a lo mejor decidieron protegerlo, ubicándolo discretamente en otro
lado.
Traer a México los restos de Porfirio Díaz implica también
asegurar un espacio en el que exista seguridad suficiente para hacerlo algo más
que un motivo turístico.
Como sea, es evidente que todavía pesan las cenizas del general.
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