No está obligado a pagarlos.
Pero en la mayoría de los casos, termina pagándolos sin
darse cuenta.
Los impuestos ocultos del gobierno son diversos gastos que
el ciudadano común tiene que pagar, sin estar estrictamente obligado a hacerlo y
que, en la mayoría de los casos, representan gastos adicionales para cubrir
deficiencias por la mala calidad de los servicios públicos, o por la mala
administración pública.
Son impuestos ocultos porque no ingresan a la tesorería para
que de ahí se redistribuyan, sino que el ciudadano los paga directamente,
suplantando involuntariamente al fisco y al gobierno.
Un ejemplo muy claro es, por ponerle un nombre, el impuesto
para coadyuvar al alivio de la pobreza, mediante el subsidio de la limosna.
Va usted por la calle y una persona con evidente estado de
necesidad o pobreza extrema le solicita que le done una moneda. Usted no está
obligado a apoyarla, pero las condiciones materiales que ve le motivan un
comportamiento ético y solidario por el que desembolsa un par de monedas.
Al igual que usted, cientos o tal vez miles de personas a la
semana tendrán un comportamiento similar con diversos solicitantes en esa
situación, lo que equivaldría a una enorme suma de dinero anualmente, a la
manera del pago de un impuesto para apoyar a quienes sufren de pobreza extrema.
Sin discutir sobre la crisis del Estado de Bienestar y el
paradigma neoliberal del “rásquese como pueda”, yo creo que evitar la pobreza
de la población debiera ser una de las primeras responsabilidades del gobierno,
pero como éste no puede por omisión o por comisión, usted como ciudadano común contribuye
con un impuesto oculto, por lo menos para aliviarla.
Otro caso, en su comunidad el servicio de alumbrado público
es deficiente, por lo que usted se ve en la necesidad de alumbrar la vía
pública con un foco afuera de su casa. No obstante que existen postes de
alumbrado público, la distancia o la calidad en el servicio es deficiente o
falla con frecuencia, por lo que usted determina encender todas las noches el
foco que alumbra la calle.
Este servicio se lo cobra regularmente la Comisión Federal
de Electricidad como DAP, “Derecho de Alumbrado Público”, pero hay casos donde
el servicio es deficiente.
Al poner usted su propio foco fuera de su casa, más allá de las
razones estéticas y ante la necesidad de alumbrar la calle por la inseguridad
prevaleciente, el consumo de energía eléctrica se incrementa, lo cual es un
gasto adicional derivado de la mala calidad en el servicio público de alumbrado
y que usted está financiando, a la manera de un impuesto oculto.
En el mismo sentido, ¿la inseguridad le ha obligado a
realizar gastos adicionales o pérdida de tiempo? Digamos que usted tenga que
asegurar sus ventanas, comprar candados, instalar cámaras de seguridad o
contratar un vigilante: exactamente está usted pagando un impuesto oculto por
la mala calidad del servicio público.
Otro ejemplo, aunque la dotación del servicio de agua
potable es una obligación del municipio o del gobierno de su ciudad, usted se
ve en la necesidad de comprar agua embotellada y purificada, porque la que le
suministra el gobierno es deficiente en su calidad y poco apta para consumo
humano.
Esa obligación constitucional que tiene el gobierno de
brindarle agua potable para consumo humano, simplemente no se satisface, por lo
que usted está financiando un impuesto adicional, para obtener un líquido de
mejor calidad que le debiera brindar el gobierno.
Tratándose de empleados de gobierno ¿recibe usted su sueldo
o salario vía nómina bancaria? ¿Qué ocurre cuando en una urgencia usted se ve
en la necesidad de retirar dinero de un cajero automático que no pertenece al
del banco en el que recibe usted su pago? Tiene que pagar por el servicio a la
manera de un impuesto adicional para acceder a su propio dinero, por la
prestación de un intermediario que se lo facilita a través de una comisión. Si
usted ha devengado su salario, no tiene por qué pagar para tener acceso a éste.
Los impuestos ocultos del gobierno no sólo son en efectivo,
en muchos casos también son en especie o intangibles.
Supongamos que usted perdió tiempo o dinero en algún trámite
burocrático porque no se lo resuelven con rapidez o por causas ajenas a los
procesos administrativos, pero atribuibles a los servidores públicos. Ese
retardo con los perjuicios que pudieran significarle representan impuestos
ocultos que usted está pagando y que, evidentemente, no podrá cobrar o hacer
que se los regresen.
Su hijo perdió el empleo y junto con su nuera usted les da
asilo temporal y contribuye al gasto de ellos, pues esa ayuda familiar
representa un impuesto similar al apoyo al desempleo.
Por causa de la política económica del Estado, cuando un
conocido o un familiar le pide prestado dinero porque ya está en el límite y no
puede obtener créditos de las instituciones formales o porque los intereses bancarios
son excesivos y los mecanismos de cobro son muy agresivos , usted le puede prestar
o no, sin embargo, el hecho de prestar el dinero le significa que dejará usted
de utilizarlo para alguna emergencia o para sus gastos ordinarios, viéndose en
la necesidad, incluso, de pedir prestado, lo cual le ocasionó ya un perjuicio.
Ese es un impuesto oculto derivado de la mala administración de la economía del
Estado.,
Cuando una mala decisión gubernativa genera pérdidas al erario, no dude usted que los costos, a fin de cuentas se trasladan al ciudadano común, como sucedió con la venta de algunos bancos del estado a la iniciativa privada que no pagaron impuestos y como sucede con el Fobaproa.
Sin duda, la mayor carga de impuestos ocultos a la ciudadanía la generan los gobiernos corruptos.
Al igual que estos ejemplos mencionados, la realidad nos
demuestra que hay una infinidad de resquicios por los que el ciudadano paga de
manera informal los impuestos ocultos, sin darse cuenta de que con sus
aportaciones, le está ayudando a hacer su tarea a los malos gobiernos.
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