Los
agricultores y sus nuevas prioridades: exigir una educación útil,
profesionalizarse y deponer el individualismo
Polan Lacki
Para
empezar, una pregunta y una invitación a los educadores rurales y a los
agricultores
A los
educadores: Si en el agro latinoamericano tenemos tan extraordinarias
potencialidades para producir riquezas, en muchas regiones durante los 365 días
del año, ¿por qué tenemos tantos agricultores tan pobres y por qué ellos mismos
no logran superar su pobreza? Una respuesta que, debido a su extraordinaria
importancia, no podemos seguir ignorando es la siguiente: porque nadie les
enseñó, concreta y objetivamente, qué y cómo deben hacer para generar más
riquezas e ingresos familiares. Entonces, si la "problemática" de
fondo es el no saber y el no saber hacer, la
"solucionática" de fondo tiene que consistir en proporcionar a los
pobres rurales el saber y el saber hacer para que puedan ser más
eficientes y más productivos, aun cuando sus factores de producción sean
aparentemente muy limitados. Partiendo de esta premisa, son los educadores
rurales y sus respectivas instituciones quienes tienen que asumir este desafío
de mejorar, de manera muy significativa, la calidad y la funcionalidad de
nuestro debilitado sistema público de educación rural, el no formal y el formal
en los tres niveles. Entre otras razones, porque los educadores rurales
sencillamente no tienen a quién delegar esta noble tarea. Esto significa que si
ellos no la asumen nadie lo hará y seguiremos siendo pobres y subdesarrollados
rurales; por más tierra, maquinaria, riego, créditos, refinanciaciones y
condonaciones de deudas y subsidios que los gobiernos proporcionen a los
habitantes del campo.
A los
agricultores: La Monsanto con la Cargill y la Nestlé con la Fonterra de Nueva
Zelanda (que es la más grande empresa exportadora mundial de lácteos) tuvieron
que constituir alianzas estratégicas para poder fortalecerse y competir en los
mercados globalizados. Algo similar están haciendo los gigantes económicos
tales como: los bancos, los fabricantes de vehículos y maquinaria agrícola, las
industrias farmacéuticas, las empresas productoras de fertilizantes, pesticidas
y semillas híbridas o genéticamente modificadas etc.). Si estas gigantescas corporaciones
multinacionales necesitan juntarse para mejorar su competitividad, ¿cómo podrán
sobrevivir económicamente los minúsculos, dispersos y frágiles agricultores, si
insisten en su ancestral individualismo y se recusan a practicar el
cooperativismo y la solidaridad entre ellos?
En los países de América Latina
tenemos crecientes evidencias de que la principal causa del fracaso económico
de la mayoría de los productores rurales reside en las ineficiencias que ellos
mismos y/o sus empleados, involuntariamente y hasta sin darse cuenta, cometen
en las distintas etapas del negocio agrícola. Y, como regla general, ellos
siguen cometiéndolas principalmente debido a la insuficiencia, inadecuación y
obsolescencia de los conocimientos y competencias que poseen. Basta con visitar
las zonas rurales de América Latina para constatar que muchísimos productores
rurales están empobrecidos y endeudados, no necesariamente porque no tengan
acceso a más tierra, más maquinaria o animales de producción, sino porque su
propia mano de obra, su tierra y sus animales tienen bajísima productividad o
rendimiento. Y esto ocurre fundamentalmente porque nuestras instituciones
educativas rurales no les enseñaron cómo aplicar de manera correcta medidas
"eficientizadoras" para aumentar los rendimientos por hectárea y por
animal, para reducir los costos por kilogramo producido, para mejorar la
calidad de sus cosechas, para reducir las pérdidas durante y después de la
cosecha (físicas y de calidad) y para obtener mejores precios en la venta de
sus excedentes al incorporarles valor y al comercializarlos con menor
intermediación.
¿Premiar
las ineficiencias con subsidios o eliminarlas con conocimientos?
Consecuentemente dichas
ineficiencias no necesitan y no deben ser contrarrestadas, año tras año a
través de subsidios, sino que deben ser evitadas, corregidas y/o eliminadas
proporcionando a los agricultores una educación útil y funcional que esté clara
y explícitamente orientada a que sean más eficientes, más productivos, más
emprendedores, más profesionalizados y más cooperativos con sus vecinos. En
este último aspecto los agricultores tendrán que deponer el individualismo y
practicar la solidaridad entre ellos. Muy especialmente, para facilitar la
solución de aquellos problemas de interés común que no les convenga
solucionarlos en forma individual (compra de insumos, producción comunitaria de
raciones balanceadas, formación de grupos de inseminación artificial,
adquisición y uso de maquinaria en común, incorporación comunitaria de valor y
comercialización de sus cosechas, etc. ). Por todas estas razones es el sistema
de educación rural el que debe corregir sus evidentes debilidades,
disfuncionalidades e ineficiencias en la formación y capacitación de los
recursos humanos que intervienen en el proceso de desarrollo agrícola y rural.
Porque, sin lugar a dudas, son estas falencias del sistema educativo las
principales causantes de los fracasos económicos de los agricultores y de la
pobreza imperante en las zonas rurales.
Gobiernos
populistas logran perpetuarse en el poder engañando a los agricultores
En la era de la globalización
de los mercados, no hay tiempo para seguir filosofando y teorizando. Nuestros
agricultores están siendo obligados a "eficientizarse", como pre requisito
para poder competir con los productores rurales más eficientes del mundo. Y
dicha "eficientización" no se logra por la vía de los subsidios y
otras medidas paternalistas que más bien premian a los ineficientes en vez de
adoptar adecuadas medidas educativas para volverlos más eficientes. Por esta
razón, en el mundo contemporáneo, el éxito económico de nuestros agricultores
depende mucho más de su eficiente desempeño técnico-productivo, gerencial y
comercial, que de las improbables e ineficaces decisiones políticas de
gobiernos populistas. Seguir creyendo en la utopía del paternalismo es una
ingenuidad de la que los productores rurales necesitan escapar inmediatamente;
entre otras razones porque en nuestra América Latina, durante más de 55 años,
esos mismos programas asistencialistas han demostrado ser sinónimos de
sucesivos fracasos y de gigantescos derroches de recursos públicos.
Por todos estos antecedentes, y
sin dilación, es imperativo que los productores rurales se organicen, no para
mendigar créditos y subsidios perpetuadores de dependencias, sino con miras a
exigirles a sus respectivos gobiernos una formación/capacitación mucho más
eficiente y funcional de sí mismos y de sus familias, con dos objetivos bien
explícitos: (a) para que ellos, al
“eficientizarse”, puedan emanciparse de los efímeros y excluyentes subsidios
gubernamentales y (b) para que
puedan ser menos vulnerables ante los otros integrantes de las cadenas
agroalimentarias (banqueros y usureros, fabricantes y vendedores de insumos y maquinaria,
especuladores, transportistas, compradores, industrializadores y revendedores
de sus cosechas, etc.) quienes actualmente se apropian de un exagerado
porcentaje de las riquezas que los agricultores producen en sus fincas.
Quienes
trabajan y arriesgan muchísimo reciben el 20%........
y los
otros el 80%
En muchos casos los
agricultores reciben apenas el 20% de los precios que los consumidores finales
pagan por los alimentos, después de que las agroindustrias o los supermercados
los fraccionan y realizan un muy superficial "maquillaje" en sus
cosechas; maquillaje que los propios agricultores, de forma individual o
grupal, podrían y deberían realizar en sus propias fincas y comunidades. Y no
lo hacen por falta de espíritu asociativo para encarar en grupos las siguientes
actividades: adquirir los insumos en conjunto, para producir las propias
raciones balanceadas en vez de comprárselas a las multinacionales, para no
endeudarse en la adquisición de maquinaria individual sobredimensionada, para
reducir los costos por kilogramo producido, para mejorar la calidad de sus
cosechas e incorporarles valor agregado y, finalmente, para venderlas en
conjunto y con menor intermediación. Todo lo anterior con el objetivo de que
ellos (y no los agroindustriales y "supermercadistas") se apropien de
un porcentaje más elevado y más justo de las riquezas que producen en sus
fincas. Si lo hiciesen, seguramente, no recibirían apenas el 20%.
Una
propuesta construida desde abajo hacia arriba y desde adentro hacia fuera
Este diagnóstico y esta
propuesta educativa-asociativa-emancipadora han sido construidos a partir:
a) de los ejemplos,
positivos y negativos, que he visto con mis propios ojos en miles y miles de
fincas, comunidades y mercados rurales, escuelas primarias/fundamentales
rurales, agencias de extensión agrícola y facultades de ciencias agrarias de 19
países de América Latina, en los cuales he ejecutado mis actividades
profesionales. El haber vivido estas realidades concretas, directamente en
terreno, me permitió constatar que existe la siguiente y clarísima
disfuncionalidad y contradicción: entre el qué y el cómo nuestro sistema de
educación está enseñando a los extensionistas agrícolas, a los futuros maestros
de las escuelas fundamentales rurales, a los agricultores, a sus empleados y a
los niños de las escuelas primarias rurales y el qué y el cómo ellos
deberían aprender para poder desempeñarse en el medio rural, con la eficiencia requerida
por los tiempos modernos.
b) de las contundentes
y cada vez más frecuentes críticas a nuestro sistema educativo rural, que me
envían muchísimos de los 378.000 interlocutores electrónicos con quienes estoy
permanentemente intercambiando opiniones e informaciones sobre estos temas.
No más
reformas educativas cosméticas y demagógicas
En consecuencia de lo
anteriormente descrito, si queremos enfrentar con seriedad, realismo y
objetividad la erradicación de la pobreza y del subdesarrollo rural, debemos
empezar por una inmediata, radical y profunda (no cosmética como la hemos
llevado a cabo hasta la fecha) reforma en los contenidos curriculares, en los
métodos pedagógicos y en la profesionalización de los directores y supervisores
de las siguientes instituciones educativas: Facultades de educación o pedagogía
y escuelas normales, facultades de ciencias agrarias, escuelas
fundamentales/primarias rurales y servicios gubernamentales de asistencia
técnica y extensión rural. En ellas residen las causas más profundas de los
problemas, angustias y sufrimientos de los habitantes rurales y en ellas
deberán adoptarse las medidas correctivas para adecuarlas a las verdaderas
necesidades de los habitantes del campo.
Los
educadores mismos pueden ser los "eficientizadores" de sus
respectivas instituciones
Y para concluir: Los educadores
rurales que deseen obtener textos gratuitos que proponen las medidas
“eficientizadoras” que ellos mismos podrían adoptar para mejorar su propio
desempeño docente y, por ende, la funcionalidad de sus respectivas
instituciones educativas, podrán bajarlos directamente de las páginas web www.polanlacki.com.br
y www.polanlacki.com.br/agroesp
Dichas medidas
“eficientizadoras” tienen la siguiente peculiaridad: ellas son intencionalmente
sencillas, de bajo costo y de fácil adopción para que puedan ser adoptadas por
los propios docentes y extensionistas, en muchos casos aún sin contar con
recursos adicionales a los ya disponibles y sin depender de altas decisiones
políticas de los ministros o secretarios provinciales/departamentales/estatales
de educación, de los rectores de las universidades, de los decanos de las
facultades de ciencias agrarias y de los directores de las escuelas
fundamentales rurales. La "descomplicación" de dichas medidas
“eficientizadoras” tiene el deliberado objetivo de estimular que los propios
educadores asuman un mayor protagonismo en el mejoramiento de nuestras instituciones
educativas al demostrarles lo mucho que ellos mismos pueden hacer en pro del
mejoramiento de la educación rural. Críticas al contenido del artículo serán
bienvenidas a través del e-mail PolanLacki@terra.com.br
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