Pareciera lo contrario.
Realmente los mexicanos no somos un país futbolero.
Amar el fútbol significa ser congruente con el espíritu deportivo.
En el fútbol hay un árbitro que está atento a su función y saca oportunamente las tarjetas amarillas y expulsa cuando alguien comete una falta. Y el expulsado acepta las reglas del juego, porque el árbitro procura ser imparcial y el futbolista reconoce a la autoridad.
En el fútbol se evita romper las reglas y cuando alguien lo hace se le aplican las penalidades de rigor: penaltis, tiro libre, saque de banda...se aplica el reglamento y se respeta, pues.
En el fútbol hay trabajo en equipo, cada uno reconoce su papel y está consciente de que a veces el volante tiene que ponerle la pelota al delantero para que aquél meta gol y de ese modo beneficie al equipo. En el fútbol el balón no tiene dueño y el portero tiene que cuidar que no le vayan a meter gol.
Comparando la realidad de la vida política y social de nuestro país con el fútbol, en muchos aspectos y contrario a todo lo que podría pensarse, realmente estamos muy lejos de amar el fútbol, ¿o no?
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