jueves, 24 de septiembre de 2015

La sutil ironía de Don Manuel Rincón, sonetista oaxaqueño

Los sonetos irónicos de Don Manuel son como dar una cachetada con guante blanco.

Cada soneto parece una espada lanzada al aire que parte su objeto con precisión quirúrgica y que no pierden actualidad.

Reñesa Manuel Brioso y Candiani, en “Oaxaca, órgano mensual de cultura popular” (número 3, julio de 1945), algunos sonetos irónicos de Don Manuel E. Rincón y menciona que también escribió sonetos correctos y agradables; incluso escribió una comedia titulada "Cosas del Día", que le hizo ganar la animadversión de las autoridades imperialistas en Orizaba.

Por aquellas décadas de los 40, otro notable sonetista oaxaqueño, Don Félix Martínez Dolz, también producía con generosa creatividad este bello arte literario, pero por ahora, van los sonetos irónicos de don Manuel:

Siguiendo a Lesbia

Cubriéndome del sol con la sombrilla,
cayendo en rizos el sedoso pelo;
sobre la frente el pudibundo velo,
y en los hombros la clásica mantilla.

Zapato negro de tacón de hebilla,
que cuando pisa se estremece el suelo;
gran vestido de negro terciopelo,
que mal cubre una regia pantorrilla.

Tal iba Lesbia, la mujer más bella;
miróme y me abrazó con su mirada,
y sediento de amor seguí tras ella.

Llegamos hasta el fin de la enramada;
allí le habló en secreto a su doncella;
miró el soslayo... fuese... y no hubo nada.


A nadie se lo digas

Si el secreto en amor es lo primero
y dices, Celia, que de amores mueres,
y en lugar de los frívolos placeres
buscas los goces del amor sincero.

¡Ay si me quieres como yo te quiero,
si al falso brillo la verdad prefieres,
no le digas a nadie que me quieres,
que tengo celos y de celos muero.

Que nadie sepa que tu amor es mío;
que lo ignoren los pájaros cantores,
el aura ténue y el sonante río;

Que lo ignoren la fuente, el mar, las flores,
y sobre todo, el bruto de tu tío
es quien debe ignorar nuestros amores.

A una coqueta

Lástima dánme, ¡oh Fílis! los afanes
y las penas continuas en que vives,
y el ver cómo te empeñas y desvives
por agradar a todos tus galanes.

Te pintas y te arreglas los olanes,
a Pedro, Juan y Lucas les escribes,
y a todos cariñosa los recibes
sean turcos, o chinos, o alemanes.

Dicen que eres la reina de las faldas
y que te llueven novios a racimos
y a ninguno le devuelves las espaldas,

¡Cuidado!... que a pesar de tantos mimos
y tantos aplausos y guirnaldas
al fin te quedarás como dijimos.


A Ignacio García Heras

Heras, quiere decir lo sucedido,
heras, quiere decir lo ya pasado,
heras quiere decir que estás perdido
porque ya no saldrás de diputado.

Heras con h, significa ahogado
en los profundos mares del olvido,
algo como un recuerdo ya extinguido,
algo como un relámpago apagado.

Con sus lucientes alas peregrinas,
a azotar del Congreso las vidrieras,
volverán las oscuras golondrinas

y volverán los mangos y las peras,
pero aquel diputado pisa-espinas,
ese no volverá porque ese es heras.


A mi propietario

No hay cosa que en la tierra no sucumba,
en este mundo deleznable y triste
a la ley de morir nadie resiste,
y aire de muerte por doquier zumba.

La torre más pesada se derrumba
si de los años el poder lo embiste;
así Aquíles murió, Troya no existe,
y hasta Matusalen bajó a la tumba.

Muere la fe tras negros desengaños,
y al par de ella el amor dulce y travieso
al fin sucumbe víctima de engaños:

Sólo no muere y se mantiene tieso
mi propietario Ruiz que hace dos años
ocupa una curul en el Congreso.