lunes, 28 de abril de 2014

Desde los años 70 se denunció la supuesta venta de mujeres en los triquis

Eran los tiempos del presidente Luis Echeverría.

Por esas fechas, el periodista Manuel Mejido, había visitado San Juan Copala, Oaxaca, con motivo de la visita que haría el presidente Luis Echeverría a esta parte del estado.

La cita es del excelente libro de reportajes "México Amargo" de Manuel Mejido, Editorial Siglo XXI, y hay que lamentar que cada reportaje es compilado sin la fecha de su elaboración o publicación, es una gran pena. Pero podemos ubicar más o menos la nota en 1976.

En su reportaje titulado "Mundo lejano en el tiempo, en la sierra de Oaxaca" (pp. 98 y 100), consigna Mejido:

" San Juan Copala, Oax. En los pueblos triques de la sierra oaxaqueña el tiempo se detuvo hace mucho.

"La gente vive dispersa en la montaña; las mujeres son objeto de venta y de trueque; solo hablan su lengua aglutinante y primitiva; practican la poligamia, se embriagan hasta caer y se bañan en temascal.

"(...) Otra vieja costumbre de esta tribu es la venta de las mujeres y la práctica de la poligamia. El comisariado municipal, que habla muy mal el español y es analfabeto---José Martínez, que sí tiene apellido--- explicó al reportero esa práctica milenaria. El mismo José se polígamo. Pero lo negó ante los extraños.

"Las mujeres cuestan entre mil quinientos y tres mil pesos. Todo depende de su belleza y de su fortaleza para el trabajo. Además el comprador debe entregar siete canastas de tortillas enchiladas a las que llaman "chasa aja", dos garrafones de aguardiente de 18 litros cada uno y el huipil, los collares, los aretes y los huaraches de la mujer que compró como esposa.(...)"

Esta es la parte del reportaje de Manuel Mejido en el que se puede documentar esta práctica, que se refiere a la unión matrimonial y la dote.

¿En qué medida se trata realmente de una compra-venta de mujeres? Esa es la gran discusión y amerita una visita de campo. Copala: por allá nos vemos.

lunes, 14 de abril de 2014

La crónica de los municipios, en el olvido

El acontecer local se va perdiendo.

Y existen escasas iniciativas para documentar y rescatar la memoria de nuestros pueblos oaxaqueños.

Ese papel corresponde a la crónica municipal.

Aunque la Ley Municipal prevé la existencia de un cronista municipal, en los hechos, no existe, con excepción de algunas de las ciudades grandes del propio estado.

En los ayuntamientos se pierde con mucha facilidad documentación, vestigios, evidencias y objetos de valor histórico que ayudan a dimensionar la evolución de los pueblos.

La función de rescatar, preservar y difundir la riqueza histórica cultural local es una obligación de los ayuntamientos, que no saben cómo resolverla. Por este motivo es necesario fomentar medidas para que se pueda integrar en cada municipio un consejo de la crónica o instituir un cronista municipal que tenga como objetivo documentar evidencias del acontecer y de la historia local para su resguardo y posterior difusión.

Se dice con mucha frecuencia que el cronista no es un historiador, pero su trabajo se da en coadyudancia de la función de registrar el acontecer más relevante que tenga significado para el cuerpo social.

Esta es una tarea urgente y necesaria.


martes, 8 de abril de 2014

El Obispo que discriminó al Gobernador Benito Juárez



Está documentado.
Narra el historiador oaxaqueño Manuel Martínez Gracida* que en 1828 el señor Pedro José de la Vega dejó un legado de casi 90 mil pesos para que se construyera un Hospicio de Pobres, dejando como patrono de la fundación al que ocupara el Obispado de Oaxaca.

El recurso fue administrado por el Cabildo Eclesiástico y de los réditos se hicieron unas cuantas donaciones y limosnas.

Pasaron 16 años sin que se construyera el Hospicio.

En 1844 fue nombrado como Obispo de Oaxaca Antonio Mantecón y en consecuencia le tocó administrar a él esta herencia, conjuntamente con el Cabildo Eclesiástico.

Pasaron otros cinco años y el dinero seguía utilizado para otros fines, menos para los que había sido donado, lo que generaba malestar en la sociedad de la época.

Corría el año de 1849 y Benito Juárez gobernaba el estado de Oaxaca.

Aunque Juárez había instruido al ayuntamiento para que invirtiera en el Hospital de Belén, dadas las constantes revoluciones de la época, la población le recriminaba al Gobierno su falta de inactividad en relación con el legado del señor de la Vega, que vendría a aliviar un poco la demanda de los servicios de salud.

Juárez comisionó entonces a su Secretario de Gobierno, Manuel Ruiz, para que buscara al Obispo Mantecón y le planteara la posibilidad de concretar la construcción del Hospicio con auxilio del Gobierno del Estado.

El Obispo lo escuchó y le contestó que le dijera al Gobernador que no se metiera en este asunto. El Secretario de Gobierno le hizo ver que la obra no sólo era un pendiente, sino que también había presión social para que se construyera y que además se demeritaba la imagen de la iglesia. Entonces el Obispo le dio cita para otra ocasión.

Manuel Ruiz se presentó puntualmente a la cita, pero el Obispo no lo recibió; insistió un par de días más y el Obispo seguía sin atenderlo, por lo que le dejó dicho que regresaría al día siguiente ya que no se trataba de un motivo personal sino de un asunto de la gubernatura.

Esa referencia encolerizó al Obispo de Oaxaca, por lo que atendió al representante del gobernador al día siguiente.

El Secretario de Gobierno llegó acompañado del regidor Juan Nepomuceno Almogabar y del síndico municipal Manuel Dublán y encarándolos el Obispo les espetó a quemarropa : “Recibí un recado de usted poco comedido y precisamente él me obliga a contestarlo, manifestándole que no reconozco en el yopito que gobierna Oaxaca, autoridad superior a la mía, y como consecuencia, no puedo ni debo tratar con él ni con su representante, el asunto que nos entrevista”.

El Secretario de Gobierno le replicó: “El que ha estado poco comedido con el representante del Gobierno oaxaqueño es usted que ha dado muestras del poco respeto que le tiene” y se retiró.

Enterado Juárez de la actitud del Obispo le mandó una carta con el siguiente texto:
“Comprendo bien, padre Obispo, que la fundación del Hospicio no se llevará a efecto porque el clero no soltará de sus manos los fondos que dejó el benefactor; pero sepa usted que si hoy aprovecha la preocupación religiosa, que le da superioridad, llegará un día en que esa ficticia superioridad de que hace usted alarde para despreciar al Gobierno, quede para siempre bajo la férula del Poder Civil que es como debe estar. Dios dé vida a usted para que lo vea, y a mí para que se lo haga notar”.

Vendrían posteriormente las Leyes de Reforma, pero el Obispo rebelde no las pudo ver porque murió unos años antes, en 1852.

*Fuente: Citado en Benito Juárez, Documentos, Discursos, Correspondencia. Tomo I, pp. 685-688

martes, 1 de abril de 2014

Conflictos religiosos: el cuento de nunca acabar

Es una espiral sin límite.

En el mes que acaba de concluir, marzo, la prensa local dio cuenta de la denuncia por agresiones, expulsión y amenazas en contra de un grupo de nueve familias integrantes de la Congregación Evangélica de la Iglesia Cristiana Independiente Pentecostés, de San Juan Ozolotepec, Miahuatlán.

Las agresiones reportadas se realizaron en el mes de noviembre del año pasado y los evangélicos culpan a las autoridades municipales como los que supuestamente encabezaron el conflicto. (http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/general/religiosas/201132-ozolotepec-calvario-de-evangelicos)


Según los quejosos, aún cuando se ha recurrido a las instancias de defensa de derechos humanos nacional y local, no han obtenido ninguna respuesta.

Los casos más severos de expulsiones masivas por motivos religiosos en la historia reciente de Oaxaca, nunca se resolvieron a favor de los expulsados, aún con la intervención de la Comisión Estatal y la Nacional de Derechos Humanos.

Por lo general cuando se da una expulsión de este tipo, los agresores invocan los usos y costumbres para tratar de respaldar sus actos.

De acuerdo con la información disponible, parece ser que la participación ciudadana de los evangélicos, en asuntos municipales, para exigir transparencia y rendición de cuentas a la autoridad municipal fue lo que detonó el conflicto.

Normalmente las expulsiones son el último recurso de los conflictos religiosos y la suma histórica de agravios mutuos.

En este sentido, lamentablemente, la nota de prensa no da a conocer la versión de la contraparte, porque ésta nos ayudaría a contextualizar los motivos por los que se recurrió a la expulsión.

Recuerdo cuando estaba como responsable del Departamento de Asuntos Religiosos de la Dirección de Gobierno de la Secretaría General de Gobierno del Estado de Oaxaca y varias expulsiones de personas no católicas, tenían otros motivos que no salían a la luz pública, como el rompimiento de los valores morales en torno a la sexualidad, por parte de algunos pastores o la resistencia del evangélico para aportar sus terrenos para el cultivo de mariguana, en otros.

Aquí cabría esperar que el trabajo de investigación periodística aporte más elementos que permitan precisar las causas que motivan esas expulsiones.

Por otro lado, la clave para resolver conflictos religiosos está en el imperio de la Ley. 

Cuando se ejerce la acción penal contra los instigadores o cabecillas de movimientos expulsores, como por arte de magia se disuelve la masa, ya que en muchas asambleas de usos y costumbres en las que se toman este tipo de decisiones participan personas en estado de ebriedad que alborotan a la concurrencia.

Por lo general la asamblea deja a su suerte a los cabecillas instigadores, cuando no hay oculta alguna causa mayor.

Queda pendiente, asimismo, la revisión sobre el papel de las religiones, ya que como está actualmente la ley en la materia, es sumamente fácil crear una religión y--de buena o mala fe--- se puede alterar el orden en las comunidades, haciendo de estos problemas una espiral sin fin.