viernes, 28 de febrero de 2014

¿Zetas en Oaxaca en 1896?

La culpa la tiene Huitzilopochtli.

Al hablar de "Las circunstancias vulgares de los delitos de sangre en México", Julio Guerrero, menciona en su libro La Génesis del Crimen en México(CONACULTA, Méx. 1996), que el espíritu del salvaje es sanguinario y hereditario, por eso, en tiempos de paz se cometen terribles crímenes.

Para ser más preciso, dice que los herederos de los sacerdotes de Huitzilopochtli están al acecho(se me antoja más para una novela en la materia---hago pausa, tomo nota y si algún día la escribo se van a dar cuenta) y que esta vocación sanguinaria subyace en el inconsciente y suele agitar el alma "a pesar de ese mutismo y cavilaciones solitarios de los indios, que envueltos en su tilma y sentados en cuclilla contra el adobe de sus jacales ven a lo lejos pasar al caminante. Sufren allí una cerebración atávica(una posesión, pues) e inconsciente de sangre y exterminio; y esa es la que ha pervertido y dispara voluntades cuando los episodios políticos les han dado un papel activo y espontáneo en la gran tragedia mexicana."

No es broma.

Y para que conste cita el caso de una noticia publicada en El Universal en abril de 1896 cuando "los indios que se habían amotinado contra la ley del sistema métrico decimal a instigaciones de unos tinterillos estúpidos, penetran Juquila, población del estado de Oaxaca, sorprendiendo a sus vecinos: ponen en libertad a los presos de la cárcel y reunidos con ellos marchan contra las autoridades.

"Habiendo salido de su casa el jefe político para restablecer el orden, los amotinados lo encuentran y le piden los fondos públicos y los de la Virgen(como se nota, no es nueva la disputa por las limosmas de la Virgen de Juquila), los niega, y entonces un grupo se desprende en busca del mayordomo Núñez; lo encuentran en el camino, se adelanta un negro, le tira un machetazo a la cabeza y lo hiere en un brazo que aquél levantó para evitar el golpe.

"El herido huye a casa de Octaviano Gijón, hombre respetado de la población y que había sido jefe político. Quiere éste contener a los amotinados y lo acometen a machetazos, palos y pedradas. Su hijo Reginaldo sale de la tienda en su auxilio, pero también lo destrozan a machetazos; mientras que otro grupo de bandidos se dirige a la casa, destrozan literalmente a Núñez y hacen pedazos el mueblaje.

"La turba ensangrentada y vociferando sale de allí, se dirige a la fábrica de aceite de corazo de don Octaviano Gijón; matan al licenciado Rafael Parra, al mozo Román Carrasco, a tres más y se roban mulas, caballos, cerdos, carneros y gallinas.

"Pasan luego a la casa de Don Federico Gijón y matan a Federico  Morales, saquean la casa, luego la de Feliciano Sánchez, a quien dejan en el patio acribillado de balazos.

"Después matan a la preceptora de niñas. Al telegrafista, y a pesar de que defendió a balazos su oficina, lo matan también, lo decapitan, ponen su cabeza en un palo y la pasean por las calles.

"Nombran en seguida un presidente municipal y lo obligan a que dirija circulares a los demás pueblos del distrito, para que recojan dinero, bestias y partidarios que engrosen sus filas. 

"Forman por último una pira en la plaza pública con cuatro mil quintales de café, ponen encima el cadáver de don Octaviano Gijón, lo rodean con los de otras treinta y dos víctimas, prenden fuego al grano entre risotadas y dicharajos obscenos y se alejan en alboroto a la montaña más de mil bandidos, unos armados de rifles y otros de machetes. 

"Caminan sus petolotones entre las azulosas y exictantes humaredas del café, que se enredan en las camisas blancas de los asesinos, en sus cuerpos de caoba y entre las patas de las mulas que trepan por las veredas, llevando al trote los ensangrentados fardos del pillaje."

Como se ve, es lo más parecido al modus operandi de los Zetas.

Aunque no se reseña cómo acabó el asunto, no me lo quiero imaginar, ya que por aquellas fechas era presidente de México el General Porfirio Díaz y ese acontecimiento sucedió en su estado natal, en un santuario católico y que tuvo amplia difusión internacional.*

Independientemente de esto, el libro "Génesis del Crimen en México: Estudio de Psiquiatría Social" de Julio Guerrero se publicó en 1901 y aunque generó controversias en nuestro país--según la información de la contraportada---, en los círculos europeos fue ampliamente festejado.

Hoy en día es un clásico y leerlo provoca reflexiones interesantes.

Si Julio Guerrero(1862-1937), el sociólogo y jurista viviera en estos tiempos de la nueva tragedia mexicana, seguramente se hubiera dado cuenta que ni el crimen es exclusivo de nahuas y zapotecas y que Huitzilopochtli, a fin a de cuentas, sólo era un pretexto para mantener la armonía social.

Lástima.

Post Data:

*Por esas fechas no era Porfirio Díaz Presidente de México. Todavía era Benito Juárez y parece ser que un par de años más adelante de 1969, a la par de las revueltas políticas, aumentaban los delitos de este tipo que se prolongaron por la costa de Guerrero. En las Obras Completas de Benito Juárez, se documentan varios sucesos, que se frenaron y disminuyeron con la intervención de los militares.

lunes, 24 de febrero de 2014

Plantas Sanadoras

Se presentará el libro.

Siendo un éxito de este blog, por su número de visitas, la información relativa a las plantas medicinales, es muy grato hacer del conocimiento del público en general que la Universidad Santander, campus Oaxaca, que dirige la joven y talentosa Doctora Shuail Suárez Alonso, ha iniciado un proyecto editorial teniendo como primera obra el libro "Plantas Sanadoras" de Felipe García Llamas.

El acto de presentación será este domingo 2 de marzo del presente, a las 10:00 horas, en la Biblioteca "Fray Francisco de Burgoa" del Centro Cultural Santo Domingo.

De dicho libro, daremos cuenta en este espacio.





jueves, 20 de febrero de 2014

Discriminan a niño oaxaqueño en Colegio del DF



Es lamentable e indignante.

El 17 de febrero del presente, la Revista Proceso lo publicó en su portal de internet, bajo el título “Discriminan a alumno mazateco en el colegio La Salle de Seglares” (http://www.proceso.com.mx/?p=365198).

Los ingredientes del caso lo hacen por sí mismo dramático: un niño indígena de la etnia mazateca de Oaxaca que es hijo de una trabajadora doméstica en el Distrito Federal que, dada su condición humilde, es discriminado, vejado y literalmente obligado a abandonar el nivel preescolar en la escuela, por compañeros de grupo, por las profesoras y el personal administrativo a grado tal que el niño desarrolló temor y miedo de asistir a esa escuela, que además se ufana de tener como ideal el impartir una educación cristiana.

Por si fuera poco, cuando la parte afectada se presenta a denunciar ante la Agencia del Ministerio Público del DF, se enfrentan a la proverbial indolencia burocrática.

El asunto no hubiera trascendido también, de no haber sido denunciado ante el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México(Copred) y de haberse iniciado la investigación a petición de la parte afectada.

Como es usual ante este tipo de denuncias, el Colegio La Salle de Seglares niega los hechos y el propio Copred, a través de su titular, reconoce que si bien ese hecho no es una política de esa escuela, sí es una conducta de dos de sus maestras.

A fin de cuentas, se inició la averiguación para determinar si se remite o no el asunto al Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, mientras que el Copred anuncia que realizará una campaña para prevenir la discriminación a indígenas en el DF.

Cualquiera que sea el resultado no habrá un final feliz.

No se trata, desde luego, de crucificar al Colegio La Salle Seglares, en congruencia con su vocación de “educación cristiana” e incluso, es probable que más de un padre de familia sin escrúpulos se ofrezca a mover sus influencias para que la denuncia no trascienda y no se afecte a ese Colegio(que ojalá Dios y Mancera no lo permitan).

Se requiere, sin embargo, que se aplique la ley de manera ejemplar para evitar que se reproduzcan estas prácticas nocivas y que la autoridad haga valer su delicada responsabilidad pública.

Tanto más grave, cuando dicha práctica se ha realizado en un espacio educativo ―sin importar ya si tienen una orientación cristiana o no― porque los actos denunciados, que consisten en vejaciones al niño indígena por su condición  de edad, su procedencia étnica, por el color de su piel y su posición económica y que resultaron en su exclusión y menoscabo de su derecho a la educación y la afectación a su libre desarrollo psicosocial, se presume que se cometieron de manera consciente y voluntaria y contraria a toda ética pedagógica.

Más allá de la indignación y el repudio por esas prácticas, queda también la expectación por el papel del mismo Copred, como del Consejo Nacional, que tienen que avanzar hacia políticas transversales de prevención más eficaces, cuanto más, por algunos señalamientos que se han detectado en redes sociales en contra de estas instituciones, sobre una supuesta orientación complaciente hacia ciertos grupos de interés, en detrimento de la imparcialidad y la equidad social.

Habrá que estar atentos.

martes, 18 de febrero de 2014

Copal

Tiene propiedades curativas.

Claro, como en anteriores colaboraciones, se advierte que la presente información tiene fines de divulgación cultural, por lo que su uso queda bajo la más estricta responsabilidad de quien lo haga.

Aunque el copal es más conocido como un árbol del que se elaboran los alebrijes, ----sobre todo de la especie Bursea cuneata---, también es ampliamente conocido porque la resina que se extraé de éste tiene aplicaciones medicinales y también se utiliza como aromatizante y es un valioso auxiliar de los curanderos para realizar sus limpias.

En muchas partes de Oaxaca es frecuente que curanderos realicen "limpias", con el humo de copal, a inmuebles como casas-habitación, negocios u oficinas, sean nuevas o usadas, vehículos, animales y objetos diversos, con el propósito de purificarlos y equilibrar el ambiente.

De acuerdo con el libro sobre Herbolaria Oaxaqueña para la Salud, de Angela Méndez, del que ya se ha divulgado en este mismo blog información al respecto, el humo del copal estimula los nervios del sistema límbico y del cerebro y la mata del copal tiene propiedades anagésicas y balsámicas, "pues alivia las vías respitarorias, las cicatriza y ayuda a la expulsión de flemas".

La resina del copal frotada sobre la piel remedia dolores de huesos y de los dientes y las hojas del árbol, preparadas en infusión, sirven para aliviar jaquecas y padecimientos bronquiopulmonares.

Al menos en las plazas --o tianguis---de Oaxaca es posible conseguir la hoja y la resina del copal en los puestos de hierbas medicinales.

Para preparar una infusión que se debe tomar antes de dormir se le agregan a una taza con agua hiviendo cuatro cucharaditas o pizcas de hojas secas, u ocho cucharaditas de hojas frescas, dejándose reposar diez minutos.

El ungüento medicinal se obtiene cuando se hierve durante tres minutos un puño de mano de resina y se frota en el área afectada y, a temperatura ambiente, para calmar dolores de dientes.

Por cierto, la explotación comercial de este árbol de copal ha generado su escasez, sobre todo de la especie de la que se elaboran los alebrijes, por lo que las comunidades de artistas son muy cautos en su comercialización como planta viva.

viernes, 14 de febrero de 2014

El amor entra por la cocina



Bueno, también sale por la cocina.

En mi calidad de pasante de contador público en la distribuidora de papelería y artículos para oficina, gozaba de tres horas al día para salir a comer.

Pero como estaba retrasado con el inventario, ese salí tarde, de modo que solo disponía de una hora.

Siendo soltero tenía dos opciones: me iba al cuarto con una lata de atún, galletas saladas, salsa valentina y mayonesa con un refresco frío y después a dormir hasta la hora de regresar al trabajo o bien buscar dónde comer y después caminar un poco por las calles del centro histórico.

La verdad, me gusta más buscar lugares para comer.

En esta ciudad de Oaxaca, donde hay servicios para todos los gustos, se encuentran desde franquicias reconocidas, pasando por modernos comedores asépticos de acabados minimalistas, con grandes espacios vacíos y ambientes fríos, restaurantes especializados en cocina internacional o de cortes de carnes,  restaurantes típicos, taquerías, loncherías de comida rápida y barata con un ambiente tropical, que huelen a cerveza y cigarro y bastantes cocinas chinas.

Me gusta la comida china.

Mi restaurante favorito es “El Nuevo Cantón”.Se trata de un servicio que atiende una pareja de esposos orientales, que son los cocineros, y que son auxiliados por tres meseras locales, de rasgos indígenas. Poca gente para un negocio tan exitoso.

El lugar es reconocido porque está ubicado en la ruidosa esquina de una de las calles principales del centro histórico y siempre está abarrotado, por lo general por burócratas de medio pelo y empleados de las tiendas comerciales de la zona.

La verdad, luego se encuentra ahí a jóvenes mujeres que son agradables a la vista y coquetas al trato.

Aunque he encontrado chicas agradables, no he tenido la oportunidad de establecer una amistad, más allá de un saludo a la distancia.

Como de costumbre, ocupé mi mesa favorita que se ubica en la esquina de la amplia galera desde donde es posible mirar quién entra y quién sale y de la misma manera, no te escapas a que todo mundo sepa que estás ahí, porque es una de las mesas más visibles.

Hay mucha variedad de comida y de postres y sobre las mesas hay pequeños recipientes con salsas chinas y aderezos para acompañar la comida.

Ordené espagueti, ensalada y costillas de cerdo y pedí por separado un poco de arroz con pollo empanizado y mientras me lo servían, ingresó al comedor una hermosa y joven mujer, más bien pálida, alta y más voluptuosa que delgada de bien contorneadas formas y cintura pequeña; le calculé unos 25 años, de frente amplia, ojos grandes con largas pestañas y cejas cuidadosamente perfiladas, de nariz afilada con sus orificios visibles y distantes de su pequeña boca de labios carnosos pintados de carmín, mentón pequeño y un poco hundido; cabello suelto, rubio, largo,  y sedoso y toda ella enfundada en un vestido corto de una sola pieza de color negro, con un escote del que sobresalían descaradamente parte de dos generosos y redondos senos divididos por una obscena línea que se profundizaba entre ellos.

Calzaba unas zapatillas de tacón elevado, que la hacían parecer más alta, pero sobre todo, contribuían a acentuar su masa corporal, delineando aún más sus curvas con un movimiento candente y armonioso y se dirigía hacia mí.

Bueno, yo creí que se dirigía hacia mí y seguramente todos los comensales también porque me miraban con interés y envidia, pero ella escogió la mesa que yo tenía exactamente enfrente y me miró sonriente.

Yo también sonreí discretamente y permanecí callado y quieto, esperando que de un momento a otro entrara su acompañante, pero no entró nadie con ella.

Sospeché que podría tratarse de una mujer que trabaja en algún bar con table dance, pero su portafolios y su rostro serio, me indicaban que definitivamente no podía ser una de ellas. 

También descarté que se tratara de un gay vestido de mujer; los gays que se visten de mujer, por mucho cuidado que le pongan a su arreglo personal, siempre hay algo que los traiciona y los evidencia como hombres, mientras que ella, tenía todo en su lugar y bien puesto.

Definitivamente se trataba de una mujer poseedora de un cuerpo sumamente atractivo a la condición de hombres solitarios y busca-novias  como yo.

Y para mi delirio, ella estaba sentada exactamente en la mesa de enfrente, con su alarmante escote y su pequeña minifalda.

Me concentré en mi comida, pero en algún momento chocaron nuestras miradas y sonreímos mutuamente. Incluso, sentí que me hacía guiños con cierta insistencia.

Le preguntaron si esperaba a alguien y ella contestó que no. Ordenó ensalada, un refresco ligth y un vaso de agua natural.

Cuando le sirvieron el agua sacó dos pequeños frascos, de los que vació discretamente un par de pastillas y se las tomó antes de comer. Sus manos eran pequeñas, con sus pequeños dedos de uñas largas y cuidadosamente decoradas.

De vez en cuando me lanzaba miradas sorpresivas que yo interpretaba como un intento por atraparme en pleno hostigamiento.

La verdad, yo no podía quitar mi vista de su escote y de sus blancas piernas debajo de la mesa, pero me pareció muy arriesgada mi actitud, así que me aguanté las ganas y continué comiendo lentamente, mientras mi imaginación de soltero sin novia, sin sexo y sin haber visto jamás en vivo a todo color a una mujer desnuda a mis 33 años, me alentaba a encontrar un buen puerto entre sus brazos, entre su escote, entre sus piernas...

Al mismo tiempo mi imaginación volaba a mil por hora, “¿que tal si me caso con ella y tengo hijos?, ¿Cómo nos veríamos en la playa?" y así por el estilo, cuando la voz de la mesera me regresó a la normalidad:

-¿Qué le traigo de postre? tenemos café, fruta, plátanos con crema y gelatina de agua.

-Quiero un café por favor.

La mesera se retiró y me di cuenta que la chica del erótico escote me sonreía y yo también, Le correspondí halagado:

-¡Hola!, le dije, pero ella no contestó nada y se limitó a bajar la mirada y continuar comiendo.

Consumí mi postre con la mayor lentitud para seguir disfrutando con la vista a aquella mujer. 

De hecho, ya era hora para regresar al trabajo, pero me resistía a levantarme. Ella pidió su cuenta y una vez que pagó y para poder ponerse de pie, abrió las piernas al incorporarse, dejando entrever parte de sus bien torneados muslos debajo del vestido.Pero más tardó en abrirlas que en cerrarlas rápidamente al notar mi penetrante y perversa mirada.

Torpemente le dije “provecho” y sonreí, pero ella no me contestó y se alejó rápidamente con cierta incomodidad, seguramente porque percibió que yo la contemplaba con lascivia.
Tras unos breves minutos, pedí la cuenta y salí en espera de seguir su rastro, pero no había ninguna señal de ella.

De regreso al trabajo no me pude concentrar.

Continué las actividades laborales con muchas dificultades porque la imagen de la mujer del escote descubierto se me revelaba con insistencia.

Aquella noche no pude dormir. Me hacía mil preguntas sobre su persona, incluso, en el poco tiempo que descansé soñé que yo conducía un camión de pasajeros y que ella iba sentada justo detrás de mi y que yo intentaba mirarles las piernas y el escote, pero no podía por estar al volante  y porque temía que al distraerme irremediablemente la unidad se volcaría o chocaría.

Me desperté oliendo a ella.

Decidí buscarla y hablarle. Para eso seleccióné mi mejor ropa, calzado y visité la peluquería. A sugerencia de la señorita que atiende la estética me "planchó" las cejas, me hizo una limpieza facial y de paso un maniquiure. Honestamente me sentí muy joto, pero corrí el riesgo porque si todo eso me lo recomendaba una mujer, lo más probable es que las mujeres esperan eso de un varón.

También preparé una delicada tarjetita elaborada en computadora, con mis datos personales: Gerardo Hernández, Contador Publico, con mi número de teléfono y mi cuenta de correo electrónico. Ya habría una oportunidad para entregársela.

Durante los siguientes dos días ella no volvió al restaurante o al menos no la vi en el horario en que yo llegaba a pesar de que, intencionalmente, yo permanecía más tiempo ahí.

A la hora de la comida “El Nuevo Cantón” se llena de mucha gente y a veces hay que esperar a que se desocupe una mesa.

El tercer día después de la primera vez que la vi, llegué un poco tarde al restaurante y ahí estaba ella, justo frente a mi mesa, ya había comido y se disponía a levantarse. En esa ocasión vestía un blazer negro con una blusa guinda desabotonada de modo que resaltaba su escote, dejando ver parte de sus enormes y redondos pechos. Nos miramos, ella me sonrió, pero se retiró antes de que yo pudiera abordarla.

Como su sonrisa la sintiera natural, abierta y de franca aceptación yo interpreté que ese asunto ya estaba amarrado. Ella había señalado ya su mesa preferida y me había regalado una sonrisa coqueta. La dejé ir para no llamar la atención de los comensales y me prometí abordarla en cualquier oportunidad próxima.

Al día siguiente, que coincidía con un 14 de febrero, por cierto, llegué mucho más temprano al restaurante.

No había dónde sentarse. Grupos de trabajadores habían organizado intercambios de regalos y las cervezas y las pláticas de sobremesa se prolongaban. La ocasión dejaba ver mucha promiscuidad. Era evidente, por el trato que se daban, muchas de esas parejas no eran formales: hombres mayores, como el gerente de ventas o el jefe de piso tal vez, abrazaban y tocaban de manera obscena a mujeres de edades mucho menores, que se incomodaban a las muestras de afecto, pero no las rechazaban.

Avancé a mi lugar de costumbre y lo encontré ocupado por una pareja de gays que se me quedaron viendo como si me invitaran a su mesa. Miré rápidamente hacia otro lado y grande fue mi sorpresa descubrir que en la mesa de enfrente estaba sentada precisamente la bella mujer del escote que me había sonreído el día anterior.

Vestía un traje sastre de color rojo, terminado en minifalda y con una blusa blanca y su maravilloso escote.

"¡Rojo!" pensé. En el lenguaje no verbal el rojo es pasión, deseo y hoy es 14 de febrero y como nos hemos sonreído mutuamente, la ocasión pinta para mi realización sentimental.

Parte de su sedoso cabello le caía a un lado del hombro, mientras revisaba con atención la carta del menú. 

No la interrumpí. Me paré a un lado sin dejar de mirarla. Ella volteó y me sonrío, lo que interpreté como la puerta abierta para todo, empezando hoy por su mesa, luego, otro día tal vez, sus brazos, sus piernas, su intimidad toda…

La mayoría de los hombres y mujeres del lugar me miraban con interés porque suponían que yo era el afortunado acompañante de ese modelo de mujer, que además me miraba sonriente. Esas miradas levantaron mi ánimo y supuse también que admiraban mi porte y mi traje más caro que sólo ocupo en ocasiones especiales. Me sentí todo un conquistador.

Levanté la cabeza, sonreí como galán, y dirigiendo mi mano hacia el respaldo de una de las sillas desocupadas de su mesa le dije impostando la voz: “¿me puedo sentar?”.

Ella hizo a un lado la carpeta del menú y justo cuando yo intentaba jalar la silla para sentarme, me preguntó seria y con voz grave: “¡Cómo!”

Rápida y amablemente le dije, “¿puedo compartir su mesa?”.

En respuesta, ella se levantó violentamente de su silla, se echó para atrás el cabello y señalando con su pequeña mano, a la manera de una pequeña pistola que me apuntaba al pecho con sus pequeños dedos me contestó: “¿Pero, qué se cree usted, pendejo, que porque me ve sola cree que estoy buscando compañía?”.

Lo que yo suponía anteriormente como un guiño hacia mi persona, se evidenció más de cerca como un tic nervioso que le hacía cerrar el ojo y apretar los labios como si sonriera y que en aquel momento se le notaba más e incontrolablemente.

Su voz era grave y tenía un acento como sudamericano, lo que llamó rápidamente la atención de todos los comensales, que en medio de un silencio muy embarazoso pusieron toda su atención en la mesa de la mujer del escote y la minifalda que no dejaba de apuntarme con su pequeño dedo índice, mientras decía: ¡Ustedes, los hombres, son unos mierdas, patanes, abusadores, que nada más ven en una un poco de carne y se lanzan como lobos hambrientos y rabiosos tras de su presa. Pero yo no soy una mujer indefensa, ¡eh, idiota! ¡Así que vas a ir a molestar a la mujer más vieja de tu familia! Y acto seguido tomó la salsa roja de su mesa y me la aventó en el rostro, causándome un ardor infernal de ojos.

Su actitud fue tan rápida y sorpresiva y como hablaba muy fuerte y con tanta molestia yo no supe qué decir, así que todo rojo, avergonzado, humillado, desconcertado y cegatón por la salsa roja que me chorreaba en la cara le dije “¡Yo solo quería sentarme!”, mientas intentaba identificar algún lugar por dónde salir corriendo.

La mujer del escote tomó un frasco de aderezo, quitándole la tapa y con el rostro todo desfigurado me la vació con tanta fuerza que la mitad del aceitoso contenido fue a dar a la cara de los gays que ocupaban la mesa de enfrente y que dijeron “-¡Ay, señora, tenga cuidado!” y otro “Fíjese pinche vieja”, a lo que la mujer del escote respondió: “¡Malditos, todos los hombres son iguales!” y empezó a destapar más frascos y a aventar su contenido a diestra y siniestra lanzando improperios.

En el restaurante se armó un gran escándalo, algunos me miraban como si fuera yo un violador detenido en flagrancia y otros más festejaban aquel lamentable espectáculo con frases sexistas y obscenas.

A punto de echarme a correr, fuertes brazos me levantaron en vilo y me condujeron afuera del restaurante. Cuando pude ver, noté como a quince chinos que me escoltaban con garrotes y filosos cuchillos, mientras seguían saliendo chinos de la cocina del "Nuevo Cantón". Antes de lanzarme a mitad de la transitada avenida escuché una voz que me gritaba "¡Tú, lespetal mujel!"

martes, 11 de febrero de 2014

¿Repatriar los restos de Porfirio Díaz?



Pesan todavía las cenizas del general.

Un periódico local de Oaxaca ha soltado el rumor de que un diputado federal va a promover que los restos de Porfirio Díaz sean repatriados.

Suponiendo―sin conceder―, que dicha pretensión se pudiera concretar en una iniciativa, un punto de acuerdo, un exhorto o algún acto oficial, o de plano la determinación de traerse a México los restos del general desde Francia, la ocasión permitiría medir su vigencia que, sin duda, presenta una equilibrada proporción de defensores y detractores.

La pregunta del millón es si realmente es tiempo de evocar a Don Porfirio, dado el ambiente de crispación por las violaciones a los derechos humanos en nuestro país.

Como se sabe, Porfirio Díaz concentró y ejerció un férreo poder donde la democracia y los derechos fundamentales no eran precisamente prioritarios para los fines del progreso, tanto que todas las contradicciones de su mandato le abrieron la puerta a la reivindicación de los derechos sociales a través de la Revolución Mexicana.

Al mismo tiempo, hay que reconocer que todavía existen heridas abiertas por las reyertas revolucionarias y que no son pocos los descendientes sanguíneos o ideológicos de afectados de aquellos tiempos, que tienen una justificación real para impedir el perdón oficial a un dictador que amablemente fue jubilado.

Porfirio Díaz también evoca el principio de autoridad, la razón de estado y el auténtico monopolio de la fuerza pública, sobre todo en estos tiempos donde el gobierno ha perdido autoridad, honestidad y credibilidad--- por comisión y por omisión---, y donde hay regiones donde la ingobernabilidad, la corrupción y el crimen representan una amenaza real para la pervivencia del propio Estado.

Tal vez por esta razón, el estilo de gobierno de Díaz se antoja nostálgico para un amplio sector de la población, decepcionados francamente de la cortedad de miras de la burocracia gobernante: Porfirio Díaz pudo haber degenerado en un dictador, pero cuando la historia se lo exigió, demostró con heroísmo su convicción por la patria.

Es muy probable que los restos del general Porfirio Díaz no sean repatriados, incluso no sería raro que los restos que existen en la tumba se traten realmente de Don Porfirio, porque tal vez sus deudos, temiendo alguna venganza, a lo mejor decidieron protegerlo, ubicándolo discretamente en otro lado.

Traer a México los restos de Porfirio Díaz implica también asegurar un espacio en el que exista seguridad suficiente para hacerlo algo más que un motivo turístico.

Ojalá que esta intención, en caso de concretarse, no se trate únicamente de un momento estelar que le brinde cinco minutos de fama a un aspirante a otro cargo de elección popular, dentro de la rebatinga política por la gubernatura de Oaxaca.

Como sea, es evidente que todavía pesan las cenizas del general.